Resulta increíble, pero 4,4 millones de estadounidenses renunciaron a sus trabajos en septiembre, todo un récord. Esa cifra constituye el 3 por ciento de la fuerza laboral, según una encuesta mensual de la Oficina de Estadísticas Laborales publicada recientemente. El número es superior a la cifra anterior en agosto cuando 4,3 millones de personas abandonaron sus puestos (2,9 por ciento). La tendencia comenzó en febrero de 2020, antes de la gran ola de despidos por la pandemia, con la renuncia del 2,3 por ciento de los trabajadores.

Esas nuevas estadísticas reflejan el panorama cambiante del mercado laboral. De hecho, la pandemia estableció el trabajo en casa como norma, hizo que muchos se convirtieran en nómadas digitales, y que las empresas, a su vez, aprovecharan para contratar en países diferentes a donde están localizadas. Otros que estaban cerca de su retiro aprovecharon la coyuntura para jubilarse.

Según el diario The Washington Post, las renuncias ocurren en casi todos los sectores, pero son más comunes entre los empleados con salarios bajos. Por ejemplo, los trabajadores de las artes, el entretenimiento, los servicios de salud y la educación dejaron sus trabajos a tasas superiores en septiembre, y los abandonos se mantuvieron altos entre los empleados del ocio y la hotelería, los restaurantes y el comercio minorista. “Se rebelan contra años de salarios bajos y condiciones estresantes”, dice la publicación. Muchos ahora están menos dispuestos a soportar horas inconvenientes y una baja compensación, y renuncian para encontrar mejores oportunidades en otros lugares.

En TikTok bajo el hashtag #QuitMyJob, se pueden ver las quejas de quienes han dado el salto. Así lo hizo Shana Blackwell, quien transmitió su renuncia a un Walmart de Texas por el intercomunicador de la tienda, diciendo que no resistió más el ambiente “tóxico, sexista y racista”. El video ha acumulado millones de visitas.

Otros señalan que no quieren la presión de sus jefes para regresar al trabajo presencial ni que los obliguen a vacunarse. “Lo interesante es que en Latinoamérica se está dando un fenómeno muy parecido”, afirma Mateo Folador, CEO y fundador de Talentu.

En Colombia, a pesar de que el desempleo está por encima del 12 por ciento y aunque el país no lleva el rastreo de las renuncias, muchos están abandonando sus puestos, según Folador, pues ya no quieren desempeñarse en lo mismo, ya sea por malas condiciones laborales o porque no quieren desplazarse de un lugar a otro para trabajar. “En la última semana, un cliente observó que mientras hace un tiempo a cada entrevista de trabajo le llegaban 15 candidatos, ahora solo le llegan siete”, dice.

Cuidado infantil

La “gran renuncia”, como muchos llaman al fenómeno, es el resultado de la preocupación por la salud y por el cuidado de los niños ante los picos de la pandemia. Muchos de quienes dimiten deben hacer un trabajo presencial. Pero también obedece a que la fuerza laboral está siendo atraída a otros empleos con mejores salarios y beneficios en un intento por llenar rápido esas vacantes.

En Estados Unidos, ha contribuido al problema que, por los beneficios del Gobierno y las mesadas de la jubilación, muchos ya no necesiten trabajar. Para otros, la deserción muestra el descontento de los empleados frente a sus tareas rutinarias, excesivas y mal remuneradas. Como resultado, según la revista The Economist, los colaboradores cuentan hoy con más poder de negociación del que han tenido durante años. Ante el número de renuncias, los empleadores que ofrecen salarios bajos o malas condiciones están luchando para cubrir puestos.

Aunque el semanario aclara que demasiado poder de los trabajadores puede llevar a una inflación en los salarios, también es consciente de que durante gran parte de la última década las empresas han tenido la ventaja.

En este momento, sin embargo, se observa una economía de los trabajadores, lo cual indica que al menos en esos países ellos tienen la sartén por el mango. “Es un buen momento para que la gente se mueva. Los empleados están realmente a cargo por primera vez en mucho tiempo”, dice Rucha Vankudre, economista de la firma de análisis del mercado laboral Emsi Burning Glass. Mientras tanto, muchas empresas tienen que sopesar el dar los aumentos a sus trabajadores o correr el riesgo de perderlos, y lidiar con el costo de la rotación y los puestos vacantes. Por eso, como advierte The Economist, no sería raro que 2022 sea el año del trabajador.