Hace 17 años el país vivió una de las masacres más horribles de su historia. Bojayá era un pequeño caserío en medio de las balas entre paramilitares y hombres de las Farc, una pipeta cayó sobre la iglesia donde se refugiaban los civiles indefensos e inocentes. Murieron 79 personas, al menos otras 100 resultaron heridas. Desde entonces Bojayá tuvo que reubicarse, y su cristo mutilado, aquella estatua que se imponía en el altar de la iglesia y que en las fotos del reportero Jesús Abad Colorado se ve en medio de las ruinas, se convirtió en un símbolo de resistencia por parte de las víctimas. El papa Francisco, en su visita a Colombia, rezó ante el cristo mutilado y lo bendijo.   Hoy, 2 de mayo, las personas en Bojayá rendirán honores a las víctimas de la masacre y harán memoria gracias a la proyección del documental El testigo, que narra las historias detrás de cada fotografía que ha tomado Jesús Abad Colorado, y donde hay una sentida escena en lo que fue la iglesia de Bojayá donde el fotógrafo dialoga con una víctima que tiene intactos sus recuerdos de ese día.    

  Las naturaleza se impone sobre las ruinas que dejó la guerra y el abandono. El día de la masacre había alrededor de 300 personas en la iglesia, los niños y los ancianos se llevaron la peor parte. Cientos de personas empacaron lo poco que tenían para nunca volver.    

    Una escuela abandonada y olvidada es tal vez uno de los escenarios que mejor refleja los resultados de la guerra. 79 personas murieron el 2 de mayo de 2002, alrededor de 100 resultaron heridas y Bojayá se convirtió en un pueblo fantasma.    

  Sin embargo, la vida sigue apareciendo en este lugar en donde se atentó contra la vida. En 2016, los habitantes de Bojayá creyeron en el perdón ofrecido por los altos mandos de la extinta guerrilla de las Farc y en una lección de reconciliación para la historia el 96% de las votaciones fueron para el SÍ en el plebiscito.    

  Esta placa recuerda la tragedia a quienes visitan Bojayá, el título, contundente, refleja la crudeza por la que pasaron sus habitantes: la guerra sin límites.    

© Fotografìas Colectivo Made in Chocó