Que un deporte llegue a tantas esquinas, alturas y latitudes se debe a que es muy fácil jugarlo porque solo se necesita la pelota, lo demás escapa de la base esencial. “El recreo de miles de millones”, describió Martín Caparrós para referirse al deporte de los guiones impensables que enamoran corazones. Cristian Zapata, el defensa de la selección que viajará a Brasil para conquistar la Copa América, reconocería fácilmente estos retratados. A la izquierda su abuelo Luis y a la derecha su entrenador de infancia Joiber Banguero. Ambos siguen viviendo en la vereda El Tetillo en Cauca, donde el central vivió los primeros años de su vida.
El norte del Cauca está lleno de canchas de fútbol, en cada municipio o corregimiento hay al menos una. Padilla, vereda El Tetillo, norte del Cauca. © Santiago Ramírez Baquero Cada vez hay más mujeres que sueñan con el fútbol: jugar en estadios, entrenar todos los días, llegar a finales y ganarlas. El norte del Cauca, región que concentra al pueblo negro de ese departamento, es exportador de un número importante de deportistas de alto rendimiento.
Cada vez más mujeres sueñan con llegar a estadios y clubes profesionales. Corinto, Cauca © Santiago Ramírez Baquero No existe ningún aficionado al fútbol en Guachené que no ame a Yerry Mina. Las camisetas de Santa Fe, Palmeiras y Barcelona se lucen con normalidad en este municipio. En muchas zonas del Colombia la institucionalidad no llega, y con muchos factores en contra, miles de jóvenes del país se miden entre sí para ver quién puede llegar a convertirse en profesional.
A las afueras de Envigado, estos niños jugaban con esas banquitas sobre la calle, por donde ningún carro pasaba. Este niño, con una mirada que atraviesa la maya de acero que forra la única cancha de Vistahermosa, Meta, espera el turno de su equipo para poder jugar. Y este solitario aficionado juega sobre el asfalto en el barrio El Bosque en la periferia de Granada, Meta.
En medio de la llanura de la región del Ariari se levanta un grupo contado de colinas que resalta y avisa que empieza el piedemonte. Aquí vive una familia de campesinos que trabajan la tierra, tienen este arco con madera y una pelota. Vereda Piñalito, Vistahermosa, Meta © Santiago Ramírez Baquero En Granada (Meta) diferentes grupos organizados intimidan y obligan a menores a ser expendedores. La limpieza social comienza cuando el sol se oculta y sus habitantes se desconciertan cuando leen grafitis como este en sus calles de tierra, trochitas que conducen hasta esta cancha de cemento cubierta, donde algunos niños en medio de su inocencia solo sueñan con ser futbolistas profesionales.
En esta cancha no se puede jugar de noche por miedo a la llamada limpieza social de los Grupos Armados Organizados (GAO), que se afianzan en el territorio que les perteneció a las Farc © Santiago Ramírez Baquero Jugar en la costa es a otro precio. Tener el sol encima hace que cada paso se sienta corto, es difícil correr descalzo, mucho más patear, bajar o hacer truquitos con el balón. Mucho más si se juega en la arena de Gaira, Magdalena o sobre el cemento tibio de Sahagún, Córdoba en las noches. Comienza la Copa América, y muchos de quienes vestirán la tricolor empezaron en lugares así, lejos de casi todo pero con un transporte que los ha llevado a donde están: la pelota.
Muy pocos agentes sociales crean lazos tan fuertes como el fútbol. Siempre será invitado quien quiera jugar, solo se necesita un balón. © Santiago Ramírez Baquero