Durante doce días, unos diez profesionales entre ingenieros, arquitectos, diseñadores y hasta pintores trabajaron al menos dieciocho horas diarias para ver materializado el sueño que nació de una premisa: más allá de operarios que desinfecten espontánemanete, se necesita un ‘chorro’ constante de desinfección.  Esa necesidad se convirtió en una innovadora cabina que se activa con un sensor y en la que las personas deben permanecer entre ocho y diez segundos. El invento garantiza la limpieza de bolsos y hasta suelas de zapatos, que son también un medio de transmisión del virus.  La máquina tiene capacidad de desinfectar unas 2.500 personas al día, rociándolas con una mezcla de amonio cuaternario de quinta generación aprobada por la Unidad de Salud de Arauca y el Ministerio de Salud, que no afecta la piel ni tiene efectos secundarios en humanos. 

La máquina está funcionando a la entrada del Hospital de Saravena, en Arauca. Leilin Candela Tirado  "La idea es que la máquina sea útil en los hospitales, y por eso las dimensiones de la máquina fueron muy importantes. Nos aseguramos de que pueda pasar una silla de ruedas o una camilla. Internamente, la cabina tiene también un pasamanos para personas con alguna dificultad de movilidad", cuenta el ingeniero David Talero, uno de los gestores del proyecto.  Saravena Cabina Salva Vidas 19 (Saravena CSV-19) es el rótulo con el que identificaron la cámara de desinfección. "Esperamos que el nombre de esta cabina siga siendo siempre Saravena, con el que queremos replicarnos, necesitamos conseguir todos los insumos necesarios para producir muchas máquinas para el país", añadió el ingeniero David, emocionado por la aceptación que ha tenido la propuesta entre las autoridades sanitarias y la comunidad del país. Le puede interesar: Restaurante móvil, la iniciativa de Turbo contra el hambre    Incluso, 8 días después de instalada la máquina en la zona de ingreso al Hospital del Sarare San Ricardo Pampuri, en Saravena, dos municipios –Cúcuta en Norte de Santander y Huila, en Neva–  ya manifestaron su intención de comprar réplicas del invento. "Armamos el esqueleto de lo que podría ser el aparato y empezamos a mejorarlo apunta de prueba y error", asegura orgulloso el diseñador gráfico Víctor Doria. "Fueron días arduos de trabajo, mientras otros descansaban nosotros estábamos en la construcción del equipo que, gracias a Dios, está funcionando excelentemente", agregó Víctor refiriéndose a sus compañeros David Talero, John Estupiñan, Javier Jaimes, Cesar Vargas entre otros. Ellos, por ahora, revisan las billeteras para seguir produciendo todas las máquinas que sean necesarias en esta guerra que libra el mundo contra el covid-19.