Vestido en overoles de caucho, Óscar Timarán se lanza a un estanque rectangular y comienza a recorrer el perímetro con una malla negra. Con el agua hasta la cintura, él y un colega jalan la red hasta una esquina, aislando una pequeña piscina donde pronto se ven decenas de peces largos aleteando furiosamente e intentando saltar para escapar. Uno por uno, Óscar comienza a inspeccionarlos. Levanta un pez de medio metro de largo por la cola, inclinando su cabeza hacia abajo y haciéndole una leve caricia en la boca. Uno de los peces grisáceos abre su mandíbula y, súbitamente, regurgita una cascada de pequeñas manchas de color negro y naranja que vuelan hacia una bolsa plástica llena de agua. Son los bebés de la arawana plateada, un pez nativo de la Amazonia que se está convirtiendo en una nueva atracción en los acuarios de China, gracias a que su estilizado físico y su elegante nadado se parecen al pez decorativo más costoso del mundo. Gracias a su similitud con el célebre ‘pez dragón’ o arawana asiática preciada por los chinos, la región del Caquetá en la Amazonia de Colombia está exportando este pez a Asia y descubriendo en los peces ornamentales un nicho económico que puede ayudar a resolver el misterio de cómo frenar la deforestación en la selva continua más grande del mundo.
En Caquetá, Carlos Eduardo Ramírez y la empresa Amazon International Trade Zone (AITZ) tienen 48 estanques con arawanas. ©Andrés Bermúdez Liévano. Un dragón amazónico en China Al pie de unas boscosas colinas en las afueras de la capital departamental de Florencia en potreros donde alguna vez pastaron vacas, se abre un espejo de agua. Son las 48 lagunas donde la empresa Amazon International Trade Zone (AITZ) viene convirtiendo la crianza de la arawana plateada (de nombre científico Osteoglossum bicirrhosum) en un promisorio negocio. “Había 15 años de investigación científica, con publicaciones y manuales, pero nosotros veíamos que no había una iniciativa comercial importante. Fuimos uno de los que lideramos el inicio de las exportaciones”, dice su gerente Carlos Eduardo Ramírez, quien la ha promovido en varias de las ferias más importantes de Asia, incluyendo el China International Pet Show (CIPS) de Beijing y el Aquarama de Singapur. En 2013, exportaron su primer cargamento de 3 mil arawanas bebés a un distribuidor de peces en Hong Kong. Desde entonces, todos los años envían unos 20 mil alevinos de dos centímetros de largo que son criados por distribuidores y luego vendidos –cuando alcancen el tamaño de una mano- a aficionados de los acuarios en toda China. En la última década, se han venido popularizando en China como un sustituto más accesible que la arawana asiática, el pez ornamental más codiciado por los coleccionistas, y eje de un comercio que –como narra la periodista Emily Voigt en su libro El dragón detrás del vidrio– involucra precios de varios miles de dólares, guardias armados y mafias de contrabando.
A medida que el mercado de peces ornamentales crece, la demanda por los ‘peces dragón plateados’ también lo ha hecho.©Andrés Bermúdez Liévano. Mientras una arawana asiática juvenil puede costar entre 50 y 100 dólares, su prima amazónica es mucho más accesible en el mercado: bajo el nombre de mercadeo de ‘pez dragón plateado’, se vende crecida por 100 yuan (15 dólares) en páginas web de comercio electrónico como Jingdong. Esto es porque, al igual que su prima rojiza, la arawana plateada evoca los dragones del folclor asiático con sus escamas grandes y brillantes como una armadura metálica, su nadado undulante y las dos pequeñas barbillas –sus bulbos olfatorios- que le cuelgan del labio. «Uno los ve en el agua y no se ve nada tan distinto, pero mírelos en un acuario y se ven los colores tan hermosos» Hermes Olmos, campesino de Paujil uno de los pioneros en la crianza de este pez “China es el mercado estrella. Mientras que aquí no tenemos una cultura de acuarios, allá son muy amigos de ellos y queda uno maravillado de ver la tecnología que manejan”, dice Gladys Pineda, la gerente de la Asociación de Acuicultores del Caquetá (Acuica) que reúne a un centenar de piscicultores de esta región. Fueron ellos quienes, hace 17 años, vislumbraron el potencial de la arawana en el mercado chino y decidieron investigarlo. Conscientes de que hasta ese momento las únicas exportaciones eran en realidad un mal disimulado tráfico informal de peces capturados en los ríos del interior del Amazonas, comenzaron a estudiar cómo reproducirlos en cautiverio. Al cabo de tres años, patentaron la metodología y unos cincuenta socios empezaron a criarlos. De ese primer boom no quedó mucho. En medio del entusiasmo por el nuevo negocio, muchos peces morían durante el viaje en avión de 40 horas desde la selva amazónica, dado que los piscicultores no prestaban atención a detalles que les parecían insignificantes como la temperatura del agua (cuando en realidad las arawanas necesitan estar en los 28 grados que mantiene, establemente, el río Amazonas). También tenían problemas con los distribuidores. “No estaba pensado aún el biocomercio acuícola”, dice Ramírez, un financista de 31 años que dejó una carrera como analista bancario en Bogotá para regresar a su región natal a liderar el proyecto.
A los 45 días, las arawana -como estás que exhibe Duván Avilés- están listas para ser exportadas en bolsas conectadas a oxígeno. ©Andrés Bermúdez Liévano. No es el único pez amazónico que genera curiosidad en los acuarios chinos. Desde 2015, AITZ también está exportando bebés del arapaima, el gigantesco pez ribereño conocido como pirarucú en Suramérica, que puede medir dos metros de largo en cautiverio y tres en la naturaleza. Aunque su principal mercado es gastronómico, por su carne blanca y sabrosa que ya Perú está exportando, también está viendo una creciente demanda de los fanáticos de los peces en China. Hay una segunda especie de arawana colombiana, endémica a los bosques inundables de la cuenca amazónica. El problema es que esta especie, conocida como la arawana azul, es muy difícil de reproducir en cautiverio y sensible a cualquier cambio en la temperatura del agua. En AITZ está en fase de investigación. Peces contra la deforestación La venta de arawanas a China tiene un valor adicional: Caquetá, donde los bosques de la cordillera de los Andes se encuentran con las selvas de la Amazonia, es también la región con la tasa más vertiginosa de deforestación en Colombia, en gran medida a causa de la ganadería extensiva y la especulación con la tierra. En una región que vio 60.000 hectáreas de bosque talado en 2018 y donde la sabiduría popular es que una vaca necesita una hectárea, frenar la deforestación pasa por encontrar soluciones productivas para miles de campesinos que viven en la zona fronteriza de la selva con los pastizales, como lograr que se pasen a modelos silvopastoriles. El comercio a partir de la biodiversidad colombiana –que los expertos llaman biocomercio- es uno de esos mercados verdes: incluye desde el incipiente auge de frutos amazónicos como el asaí o el copoazú, hasta el manejo comunitario de bosques, pasando por la crianza de arawanas. “La ganadería en la Amazonia necesita extensiones muy grandes porque no son suelos aptos. En cambio, la acuicultura tiene retornos rápidos e importantes para generar una estabilidad económica y mano de obra, algo que la región necesita”, dice la bióloga Luz Marina Mantilla, que dirige el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas Sinchi, el brazo investigativo del Gobierno en la región.
Si en Asia recuerda a un dragón de papel, en la Amazonia le dicen ‘pez mono’ por su capacidad de agarrar impulso y saltar como un proyectil. ©Andrés Bermúdez Liévano. “Es un negocio relativamente reciente en el Amazonas porque muchos investigadores pensaban que competía con el río. Cuando encontramos que los niveles de las especies estaban empezando a disminuir, se convencieron de que era una buena opción”, añade Mantilla, que creció en Caquetá y cuyo instituto también ha impulsado la crianza de arawanas en el departamento más alejado de Amazonas. Para todos ellos, está mostrando ser un modelo opuesto a la ganadería: rentable, intensivo y sostenible. Hermes Olmos tiene 14 lagunas con 800 reproductores, que dejaron 16 mil pececitos el año pasado, en apenas una hectárea y medio. “Uno no se imagina que el pescado artesanal tenga tanto mercado: es muy rentable porque estoy sacando en promedio 100 larvas por pescado, que se venden a 2.000 pesos (0,60 dólares) cada una y tienen pocos gastos. El año pasado me dieron una utilidad del 80%”, cuenta el piscicultor. Por eso, si bien hace una década vivía de criar peces comestibles como la mojarra, la cachama y el sábalo, que eran consumidos en el mercado local, ahora no cambia a las arawana.
Óscar Timarán palpa su garganta, buscando la protuberancia que señala si hay huevos y cuánto les falta para nacer. El récord es de 220 peces. ©Andrés Bermúdez Liévano. Una finca como la que lidera Carlos Eduardo Ramírez –con un área productiva de diez hectáreas y más de mil reproductores- genera seis empleos directos y al menos cuatro temporales (por no hablar de las 180 hectáreas de bosques que decidieron conservar, entre otras para salvaguardar las fuentes de agua que nutren sus estanques). De hecho, irónicamente, AITZ compró su finca al Gobierno colombiano tras la quiebra del Fondo Ganadero del Caquetá por corrupción. Sin embargo, advierte Emily Voigt, el solo volumen de la demanda de China abre varios interrogantes ambientales. Por un lado, como la periodista recuenta en su libro, el incipiente comercio rápidamente se convirtió en una sobrepesca problemática en los ríos de la Amazonia, que no respetaba las vedas necesarias para que los peces se reprodujeran y la población se mantuviera estable. El resultado fue que el contrabando desde Brasil floreció, atraído por una demanda que un importador chino citado por Voigt estimó en un millón de arawanas al año. “A su vez, la crianza comercial también puede llevar consigo un desincentivo para la conservación. El sudeste asiático sirve como lección de advertencia: su comercio de peces ornamentales está en auge, pero los hábitats de esas especies criadas están siendo arrasados en paralelo”, le dijo Voigt a Diálogo Chino. Añadió que incluso conoció acuicultores asiáticos que ya estaban criando la especie amazónica, uno de los mayores temores de los granjeros suramericanos que –a 17 mil kilómetros- difícilmente podrían competir.
Aún así, la crianza de arawanas se está convirtiendo en un nicho atractivo en una región donde un factor político está aumentando la necesidad de opciones económicas. Caquetá, uno de los departamentos más biodiversos del país, fue durante años uno de los centros de operación de la antigua guerrilla marxista de las Farc. El histórico Acuerdo de paz que firmaron con el Gobierno en 2016 significó que 13.000 guerrilleros dejaron sus armas y están buscando alternativas laborales. Con un sector privado virtualmente inexistente y 11.793 hectáreas de coca (casi el 7% de la que hay en Colombia), la región está buscando un cambio de chip que le permita crecer económicamente al tiempo que conservar su riqueza natural. Una de las alternativas puede ser justamente este pez alargado, cuyos machos recogen los huevos en su boca y los incuba en su papada, que recuerda la de un pelícano. Por: Andrés Bermúdez liévano @bermudezlievano Especial para Semana Rural en alianza con Diálogo Chino