La que hoy es una de las joyas ambientales de San Antonio del Tequendama (Cundinamarca) fue un predio heredado a Manuel Lozano Valderrama, para luego pasar a manos de su hija María Elena quien, junto a su esposo, empezó a percatarse de su potencial ambiental. Uno de los hijos de este matrimonio, Manuel Escobar Lozano, trabajó desde 1990 para que la tierra que le heredaron sus padres estuviera lo más protegida posible. Su meta era convertir el predio en una Reserva Natural de la Sociedad Civil, mérito que fue alcanzado en enero de 2002 y la convirtió en la primera de estas figuras en el país. Escobar Lozano falleció hace seis años, pero su legado sigue más vivo que nunca, ya que sus sus dos hijos continuaron con su esfuerzo de conservación. Chicaque es visitado a diario por decenas de amantes de la naturaleza, su mayoría extranjeros, quienes hacen caminatas por los siete tipos de bosque que alberga. También pueden apreciar las tres quebradas que bajan desde lo alto de la montaña (La Playa, Chicaque y Vélez) y aprender sobre las 3.000 especies vegetales y 200 de aves identificadas.
En la Reserva existen al menos 3.000 especies vegetales y unas 200 clases de aves identificadas. Nicolás Acevedo. El recorrido completo por Chicaque dura día y medio, por lo cual hay dos zonas de camping, un hostal ecológico y nidos en árboles con alturas superiores a los 25 metros de altura, donde los turistas pueden dormir sin alterar el comportamiento de los ecosistemas. El bosque de robles, un sendero de 2,5 kilómetros, es el más visitado. “Sus árboles, de hasta 30 metros de altura, alcanzan a vivir hasta 300 años. Cada uno es como un jardín botánico pequeño, lleno de helechos, musgos y bromelias. Los robles habitan en el bosque de niebla, uno de los más vulnerables a desaparecer en Colombia y que es fundamental para mitigar el calentamiento global”, asegura Nelly Maldonado, ingeniera forestal de Chicaque.
Dormir en casas en los árboles, a más de 25 metros de altura, es una de las mágicas experiencias que ofrece esta Reserva. Nicolás Acevedo. Ernesto Lamy, apodado 'el amigo', quien lleva ocho años como guía de Chicaque, cuenta que antes de 1990, cuando la zona era conocida como la Hacienda Chicaque, tumbaron más de la mitad de los robles para abrir potreros. “Pero los impactos vienen desde los españoles, que vieron en su madera un potencial para elaborar muebles y vigas. Muchas de las viviendas de La Candelaria, en el centro de Bogotá, fueron hechas con madera de esta zona”. En estos bosques también habita la palma boa, un helecho enorme de hasta 12 metros de altura con espinas en su tallo, cinco clases de serpientes, ardillas rojas y hongos. “Hace poco, un semillero de la Universidad Distrital identificó dos nuevas especies de árboles. Por su parte, la Universidad Militar estudió el comportamiento de una especie de abeja solitaria, que al parecer es endémica”, apuntó Maldonado.
«Sus árboles, de hasta 30 metros de altura, alcanzan a vivir hasta 300 años. Cada uno es como un jardín botánico pequeño, lleno de helechos, musgos y bromelias »? Nelly Maldonado, ingeniera forestal. Le puede interesar Mana Dulce, un bosque donde brota el agua De los 18 kilómetros de senderos, 1,5 fueron usados por los indígenas muiscas y panches, los cuales luego fueron empedrados por los colonizadores ibéricos para permitir el paso de caballos y mulas. “Por acá también pasó la expedición botánica del Sabio Mutis”, complementa Lamy, quien vive en una de las veredas aledañas. Las tres quebradas de Chicaque, luego de recorrer 10 kilómetros, le entregan sus aguas al río Bogotá. “Hay muchos mitos. Por ejemplo, a la quebrada San Juan nunca ha ido una mujer, ya que la leyenda cuenta que sí lo hacen queda seca. Chicaque, en lengua chibcha, tiene esta interpretación: chi (grande), ca (montaña o roca) y que (poderosa)”, dice el guía. La reserva cuenta con un vivero de 30 especies del bosque andino, las cuales siembran en las zonas afectadas por ganadería. Fue construido hace cuatro años y sirve como centro de estudio de los pasantes universitarios. La ingeniera forestal del Parque afirma que el vivero es único en el país, ya que alberga especies nativas, emblemáticas, promisorias y algunas en estado vulnerable. “Tenemos chuguaca, matabuey, palma caña víbora, arrayán, gomo, lechoso, gaque, huesillo blanco y mortiños. A muchos de los visitantes les brindamos la oportunidad de que siembren un árbol y lo adopten”.