Desde hace año y medio, Jorge Armando Salamanca, un jerusolemitano de 63 años, desempeña un trabajo que muchos no aceptarían. Es el encargado de recibir los residuos orgánicos que generan los habitantes del municipio, como cáscaras de frutas, sobras de comida, huesos de pollo, partes de carne y servilletas sucias, para luego convertirlos en abono. Su oficina es al aire libre y no tiene paredes, escritorio o computador. Trabaja en un predio del casco urbano de más de tres hectáreas, en una zona cubierta por tejas de aluminio con varios cubículos, donde deposita la basura orgánica que llega los días lunes y viernes. “Todo ese material lo recoge la Alcaldía en una volqueta. La gente separa la basura en sus casas, lo orgánico de lo inorgánico, y lo deposita en bolsas distintas. Al llegar al predio, los residuos orgánicos ingresan los cubículos, donde les echó cisco de madera o aserrín y los revuelvo. La fórmula es como la del cemento, tres por uno: una de aserrín por tres carretadas de orgánico”.
Lunes y viernes a este lugar llegan las basuras orgánicas para ser procesada ©Jhon Barros Te puede interesar: Energía con los rayos del sol Jorge Armando deja reposar la mezcla durante 60 días. “Luego pasa a otro cubículo, donde reposa ocho días. Yo lo zarandeo con una escoba constantemente y al final, con una pala, lo empaco en varias lonas. Así sale el abono, que luego le es entregado a los campesinos del municipio”. Según Edwin García, director del Centro de Investigación Ambiental de la CAR, esta iniciativa hace parte del portafolio ecosostenible del municipio. “Esta compostera pertenece al programa ciclo reciclo, que inició con enseñarle a los habitantes de Jerusalén a hacer separación en la fuente, es decir no mezclar los desechos orgánicos con los inorgánicos. Los capacitamos, les dimos un kit, varias canecas para los residuos y bolsas en material reciclable que evitan generar más contaminación”. La Alcaldía pasa por las casas de los habitantes para recoger estas bolsas, y luego las llevan en la volqueta hasta la compostera, donde trabaja Jorge. “Él dispone el material en los cubículos, donde están 60 días. Luego es sometido a una aireación y movimiento durante una semana, hasta que queda el compost. El abono es utilizado en la recuperación de suelos o en los mismos cultivos”, apunta el experto.
García asegura que con esta estrategia, que lleva año y medio, Jerusalén ha disminuido la cantidad de residuos que llegan al relleno sanitario de Girardot y que la CAR acaba de firmar un convenio con la Universidad Nacional para optimizar el sistema y hacer un mejor abono. A Jorge Armando no le molesta su trabajo, así los olores se tornen insporporables cuando el sol no tiene clemencia. “Yo llevo 27 años trabajando en la Alcaldía, tiempo en el que me ha tocado desempeñar varias actividades, como carcelero. Lo bonito de mi labor es que de la basura sacamos un producto que los campesinos utilizan para sus cultivos”. Muy pronto tendrá que capacitar a alguién para que lo reemplace. “Ya pasé los papeles para la pensión. Como hace poco me sacaron el riñón derecho, no puedo hacer mucha actividad física. Le enseñaré todo lo que he aprendido al que me reemplace”. «El programa ciclo reciclo inició con enseñarle a los habitantes de Jerusalén a hacer separación en la fuente, es decir no mezclar los desechos orgánicos con los inorgánicos» Edwin García, director del Centro de Investigación Ambiental de la CAR
Antes, las descargas de las aguas negras no cumplían con los parámetros ambientales y contaminaban las quebradas que desembocan en el río Seco. ©Jhon Barros. Tratar las aguas negras Las aguas residuales de los más de 700 habitantes que hay en el casco urbano de Jerusalén empezaron a recibir tratamiento hace ocho meses, cuando la CAR puso en marcha un pequeño sistema que hace sus veces de planta de tratamiento. Antes, las aguas negras llegaban a una laguna de oxidación, ubicada en el mismo predio donde funciona la compostera, pero las descargas no cumplían con los parámetros ambientales y seguían contaminando las quebradas que desembocan en el río Seco. “Ahora, el agua que ingresa a la laguna pasa a un nuevo sistema, en donde es agitada y le agregamos un producto orgánico de rápida floculación. Luego pasa a un tanque donde se hace una separación de grasas y aceites y por último realizamos una aireación. En menos de una hora, el agua sale con una mejor calidad. Es una planta pequeña y de bajo costo, que trata más del 70 por ciento de los vertimientos del pueblo”, informó García. A futuro, la CAR busca que esta planta funcione con energía solar, algo que podría replicarse en municipios con poblaciones pequeñas, es decir en más del 80 por ciento del país.