Suena a futuro lejano, pero en las fincas del mundo hay agricultores cambiando palas por robots. La idea de que lo rural es sinónimo de arcaico está replanteándose desde que la inteligencia artificial (AI, por sus siglas en inglés) empezó a ser clave en los trabajos del campo. Todo hace parte de un concepto llamado Agro 4.0 o Revolución Verde, que consiste en usar gadgets para mejorar la productividad y ahorrar costos en las zonas rurales sin afectar el medio ambiente, una de las principales preocupaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Se espera que dentro de 30 años la demanda mundial de alimentos aumente en un 60 por ciento, lo que generaría una mayor competencia por el suelo y el uso de agua. Además, la FAO advierte que es posible que los campesinos no den abasto para atender toda esta demanda y eso agrave la pobreza y el hambre mundial. Por eso, el uso de la tecnología en el campo llegó para ser esa gran oportunidad de evitar una crisis de esta magnitud. Esta transformación del campo ayuda a lograr los objetivos de desarrollo sostenible que plantea la Organización de las Naciones Unidas (ONU), relacionados con la mitigación del cambio climático y la reducción de los niveles de hambruna y pobreza. Es por esto que los gobiernos mundiales e incluso empresas como Microsoft le apuestan a la tecnificación del campo. Ya sea que trabaje con animales o con cultivos, probablemente existe una herramienta para hacerle su trabajo más eficiente y hasta divertido. En SEMANA RURAL les presentamos tres herramientas futuristas que pueden implementarse para tener fincas inteligentes:     Reconocimiento facial en animales  

© Canthius Parece un chiste, un excentricismo, pero el reconocimiento facial de animales es posible y muy útil. Canthius es una empresa irlandesa pionera en esta tecnología, que a través de una cámara y sensores puede no solo identificar a cada una de las vacas de una vacada y determinar su estado de salud. Aunque puedan verse parecidas, cada vaca en el mundo tiene características especiales que son detectadas por este sistema. Analiza el comportamiento de la res, las veces que se alimenta o que toma agua. David Hunt, co-fundador de Cainthus, asegura que con este software se puede diagnosticar si una vaca será capaz de producir la cantidad de leche que el campesino espera. Las grabaciones y datos recogidos por el software hacen parte de un algoritmo matemático que responde la pregunta de si el animal estudiado va a ser productivo o no, y como ajustar sus regímenes para lograr lo que se quiere. Con esta propuesta, los ganaderos pueden administrar mejor los recursos que emplean en el cuidado y alimentación de sus reses.   TE PUEDE INTERESAR: Una charla con David Hunt, el 'Steve Jobs' de la agrotecnología   Hasta ahora, Hunt afirma que están enfocados en mejorar el sistema de reconocimiento en reses, pero en los planes de la empresa está expandirse a otras especies. La idea de Cainthus es poder analizar también los comportamientos de los cerdos, las aves de corral y animales acuáticos para también mejorar la producción de estas industrias.   Sistemas de riego inteligente  

© Pixabay   Una de las principales preocupaciones alrededor de la agricultura es la cantidad de agua que se emplea en un cultivo. La FAO denuncia que esta actividad usa al menos un 70 por ciento de los recursos hídricos mundiales. Por eso, empresas dedicadas a la ‘agrotecnología’ decidieron crear un sistema ahorrador de agua aplicado a los cultivos. Los llamados sistemas de riego inteligente funcionan con ‘big data’. Se trata de sensores que determinan las necesidades hídricas de las plantas y también tiene en cuenta otras condiciones ambientales como la humedad y la temperatura. Toda esta información se procesa desde una nube de internet y así es posible programar cada cuanto se hace el regado del terreno y la cantidad de agua que debe usarse. Además, hay sistemas de riego que funcionan con paneles solares, lo que disminuye su costo y lo hace más eco-amigable. Esta solución, aparte de ayudar a controlar el uso del agua, es una herramienta práctica para los agricultores. Todo el sistema puede controlarse desde un celular o computador y eso evita desplazamientos innecesarios al responsable del cultivo.   Monitoreo de cultivos con sensores  

© Pixabay Que los alimentos sean cultivados de forma más orgánica nunca había sido tan importante como ahora, y el uso de sensores en los cultivos puede ayudar a cumplir ese propósito. Los sensores pueden ser redes, drones o cámaras, capaces de hacer más productivo un cultivo al tiempo que evitan que sean usados más químicos de los necesarios.   TE PUEDE INTERESAR: Cinco gadgets que revolucionarán el campo en 2019 El propósito de los sensores es reunir información sobre factores que afectan el cultivo, como el suelo, la humedad, la radiación solar y hasta la cantidad de fertilizantes y herbicidas que tiene una planta. Todo esto permite hacerse una idea del estado del cultivo para monitorearlo mejor y tomar decisiones con respecto al mismo. * * *    ¿Qué tan conveniente es tecnificar las fincas? Las ‘agrotecnologías’ son alucinantes, pero el costo de instalarlas puede ser elevado. Sin embargo, quienes ya han convertido sus terrenos en fincas futuristas aseguran que vale la pena (es decir, la inversión) si se tiene en cuenta cuánto ahorran en recursos y tiempo.  Estas aplicaciones han mejorado la productividad de los campesinos y su calidad de vida, pero necesariamente nos pone a pensar si, eventualmente, el trabajo en el campo llegará a ser prescindible. En Colombia, el agro es el tercer sector económico que más personas ocupadas mantiene según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane). Entre septiembre y noviembre de 2018, 3,8 millones de personas trabajaron en el campo, es decir, el 16,7 % del total nacional (22,7 millones). Es un aporte importante a los índices de empleabilidad, por eso tecnificar las zonas rurales puede ser visto con recelo en un país como el nuestro. David Hunt es consciente de eso, pero afirma que no hay que temerle al uso de la tecnología en las zonas rurales. El impulsor del Agro 4.0 tiene ejemplos para mostrar, como Perú, donde los cultivos de quinua han aumentado y la mayoría de ellos han sido tecnificados, pero que eso no significa menos empleo para las personas. “No es que haya habido una disminución general en los empleos asociados con la agricultura, sino que se movieron. La manera de hacer el proceso más aceptable para una comunidad local es educarlos antes de que la transición comience”, asegura. Esta es una apuesta arriesgada, pero podría ser un camino para mantener a los jóvenes interesados en el campo. En nuestro país, los ciudadanos entre 14 y 28 años que habitan en el campo quieren salir de allí porque, según denuncia el Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural (Rimisp), están en condición de vulnerabilidad y carecen de oportunidades. Con la tecnificación del agro ellos encontrarían otras opciones de empleo sin alejarse de la cadena productiva de un sector al que siempre han pertenecido y conocen bien. Así se puede evitar el envejecimiento del campo y que los jóvenes accedan a una mejor calidad de vida.