Por primera vez las familias del Atrato esperaban el mismo barco. Algunos se posaron sobre los improvisados muelles y otros más arriesgados intercalaban brinquitos en las balsas que descansaban en la orilla. Se preparaban para recibir a la Agrotienda Fluvial Interétnica, un barco de color verde que realizó su viaje inaugural como mercadillo por el río. Por esta importante vía comercial circulan lanchas, pangas y botes alargados de madera o metal. Son el medio de transporte para aquellos que deben ir hasta Quibdó para comprar y llevar comida a sus pueblos. Sin embargo, el costo del viaje supera el de los productos. Los pasajes son costosos, las distancias significan horas de recorrido y el combustible se ha vuelto un lujo difícil de pagar. Un galón de gasolina equivale a cuatro horas de navegación y $15.000 pesos. Este precio se debe multiplicar por los 40 o hasta 90 galones que requiere un trayecto desde un consejo o resguardo lejano. Ante tales dificultades de movilización, la FAO y la Agencia de Renovación, ART, crearon la Agrotienda Fluvial Interétnica, una apuesta productiva en conjunto con las organizaciones locales, como Cocomacia, que trabaja con 124 consejos comunitarios de la región. Su trabajo quiere acortar las distancias y brechas, buscar la distribución de productos locales, fortalecer una economía intercomunitaria y reactivar las actividades productivas, como el trueque o el cultivo sectorizado.
Familias, mades acompañadas por sus hijos y algunos curiosos recibieron a la Agrotienda en su viaje inaugural. © Mónica Castaño, FAO. Su planeación fue una serie de intentos y sorpresas. Como ensayo, la embarcación hizo tres pruebas de navegación cerca a la capital. Tiene seis metros más de longitud respecto a los planos, una medida que le regaló la inexperiencia del constructor, y su capacidad alcanza las 30 toneladas, un peso ideal para el equipaje: cajas de cartón repletas de productos, un refrigerador mediano, una modesta planta eléctrica, sillas de plástico para algunos tripulantes y hasta una hamaca de color rojo. La Agrotienda zarpó el 30 de octubre al mediodía, cuando el sol y el río formaban un ángulo perfecto de 90 grados. Impulsada por dos motores de 40 y 75 caballos de fuerza, se despidió del Malecón Turístico de Quibdó. El viaje duró dos días y alcanzó los 180 km de recorrido. Su destino era Bellavista, en Bojayá.Unas horas después, babor correspondía a Antioquia y estribor a Chocó. Los planes señalaban nueve paradas que, por distancias y horarios, se redujeron a cinco: Paloblanco, Santa María, San Antonio de Padua, Buchadó y Arenal. Con su primer viaje, la Agrotienda revivió una ruta fluvial para el transporte y compra venta de alimentos. Regreso a las viejas costumbres A bordo de la Agrotienda se llevaba a cabo un desfile de camisetas y chalecos verdes. En las espaldas de Adriana, Moya, Elkin y Oswaldo las letras y un árbol tejido en hilos indicaban el nombre de Cocomacia. Es uno de los operadores del proyecto junto a Asprodema, representada en Dominga Bejarano, su presidenta; y Gilberto Rivas, vicepresidente de la organización y quien también hace las veces de conductor. Por la ART estaba Yeffer Chalá, y por la FAO, Servando Cuesta.
Adriana Quejada, del área juvenil y de Comunicaciones; Alejandro Moya, administrador de la Agrotienda, y Elkin Cuesta, tesorero de Asprodema. © Mónica Castaño, FAO.
Gilberto Rivas, vicepresidente de Asprodema; Dominga Bejarano, presidenta Asprodema, y Oswaldo Palacios, disciplinario. © Mónica Castaño, FAO. “¡Doña Dominga!”, gritaban desde la orilla. Ese era el saludo infaltable en cada comunidad. Dominga Bejarano de Moreno es fundamental para entender la historia de la ruralidad atrateña. Desde 1978 trabaja con enfoque de liderazgo. Fue presidenta de la Federación de Productores Agropecuarios FEPRIA, una organización que permitió el agrodesarrollo de la región. También una de las creadoras de la Asociación Campesina Integral del Atrato (Acia, antigua Cocomacia), y representante para la conformación del primer consejo comunitario de la región. Durante la planeación de la Agrotienda fue gerente de Asprodema y conoció de cerca el plan económico y la relación de la comunidad con esta iniciativa. “Nos tocó meternos de lleno para que esto fuera una realidad y saliera al Atrato”, comentó. Doña Dominga conversó con las comunidades para establecer el plan de negocio y fijar qué productos se comprarían y venderían. No había ningún grumete. A pesar de los tropezones o los choques por el espacio reducido, la tripulación demostró su experticia y capacidad de trabajar en grupo. Mientras Elkin pesaba el queso salado, Oswaldo amarraba una cesta de huevos y Adriana anotaba los precios de cada venta en el libro verde de contabilidad. A su lado, Moya revisaba el inventario.
La Agrotienda vende alimentos como papas, cebollas, huevos, carne, pollo, panelas en forma de círculo y queso salado. Las menudencias fueron las primeras en agotarse. ©Mónica Castaño, FAO. Los productos en conjunto sumaban 16 millones de pesos. Se agotaron las menudencias. Las panelas circulares, las botellas de aceite y las libras de papa fueron las más solicitadas. Lo opuesto ocurrió con los insumos de aseo. Los rollos de papel higiénico “Nube” o las barras de jabón Caimán no tuvieron la misma demanda y se acumularon en sus cajas. Las jornadas de compra y venta eran un cruce de billetes, alimentos y hasta chistes políticos por la reciente jornada electoral. En Buchadó se llevó a cabo el primer trueque, una práctica que años atrás era protagonista en esta vía comercial. Las panelas aliñadas, endulzadas con papaya o coco, funcionaron como pago y como postre antes del almuerzo. Sin embargo, hubo tiempo para extrañar. En cada comunidad la queja era la misma. La Agrotienda olvidó el arroz y las verduras para hacer ensaladas, como el tomate y la lechuga. “Regresa ese intercambio, ese roce familiar que mueve estos pueblos étnicos al punto que el indígena y el negro son compadres. El indígena saca el plátano y el negro saca el arroz. Queremos que eso vuelva, que florezca nuevamente la productividad y la vida en el Atrato, que se establezca esa apuesta por la paz”, comentó Betty Moreno, gerente del PDET del departamento. La iniciativa también incluye la reconciliación. Los reinsertados que viven en Tagachi y otras comunidades río arriba también son beneficiarios. La Agrotienda también navega sobre una ruta étnica. El proyecto acoge a las 327 familias afro e indígenas embera dóbida del Atrato y, bajo el fortalecimiento del tejido social y la convivencia, respetó sus formas de autogobierno y su cosmovisión. Los organizadores también comprenden que el territorio es propiedad colectiva. Le puede interesar: Indígenas wayú de la alta Guajira recibirán 30 toneladas de comida. Bojayá, municipio PDET Después de dos días de viaje, la Agrotienda se arrimó a la orilla de Bellavista, en Bojayá. La llegada del 1 de noviembre obedeció a la entrega oficial de la tienda fluvial y el relanzamiento del PDET subregional del Chocó. Esta estrategia trabaja en los municipios víctimas del conflicto, promueve su desarrollo y recupera el tejido social. Betty Moreno no ocultó su orgullo ni su felicidad ante la confianza y la esperanza por parte de la comunidad. “Tenemos claro que ni el proyecto ni el trabajo de formación pueden pararse. Hay que seguir educando y eso implica llamar a otros. Llamamos a la Universidad Tecnológica del Chocó, al SENA y a la Gobernación del Chocó para darle sostenibilidad a este proyecto en los municipios de Vigía, Medio Atrato y Bojayá.” Esta propuesta pedagógica pasa del asistencialismo a un acompañamiento profesional y, como resultado, los habitantes de la región también son pequeños productores y empresarios. Han aprendido las lecciones básicas de los sistemas agroforestales, redefinen los ciclos productivos según donde estén y, aprovechando su buena memoria, llevan las cuentas de los alimentos vendidos o comprados.
Los líderes afro e indígenas armaron el rompecabezas del PDET bajo la premisa de la unión. © Mónica Castaño, FAO.
Betty Moreno, gerente del PDET en el departamento, lideró el encuentro. © Mónica Castaño, FAO. Después de su viaje inaugural, en la popa de la barca se queda el plan piloto y las ausencias. "Hoy es el ensayo y el error. Estamos armando una especie de red. Identificamos qué produce cada quién y cómo se conecta a esta apuesta comercial", comentó Betty. Para ella es importante que los chocoanos conozcan parte de la riqueza gastronómica que presume la región: borojó, chocolate, achiote, caña del río Bebaramá, arroz del Medio Atrato, plátano de Bojayá y las panelas de Buchadó. En la proa se ven los planes a futuro: la conexión de los consejos comunitarios de Murindó y Carmen del Darién, las alianzas comerciales, la participación de los jóvenes para un relevo generacional y la implementación de bonos para asegurar productos y evitar el papel moneda. Incluso, ampliar la oferta de la embarcación e incluir pañales desechables, velas y productos para el pelo: todas peticiones de las comunidades. Se planea que la Agrotienda zarpe cada quince días y que, con el paso de los viajes, llegue a más consejos y resguardos. “Hoy hay tranquilidad en el Atrato -comentó Betty-. No queremos vender miseria ni pobreza. Queremos vender la esperanza de una gente que quiere vivir en paz pero que merece vivir mejor”. Con los próximos viajes, organizadores y líderes esperan que las familias reciban más que alimentos e insumos para la canasta familiar. Esperan que la barca se consolide como instrumento de paz, convivencia y oportunidad.