Al iniciar el año nuevo, los habitantes de El Charco participan de una celebración que hace homenaje a los negros. Con arrullos, bundes y otros ritmos de la música del Pacífico, actores naturales hacen la representación de la familia negra, la infidelidad, el nacimiento, la muerte, la medicina tradicional y las practicas productivas de la región. María de Jesús Guerrero, matrona cultural de El Charco, cuenta que la promotora de esta fiesta fue una señora, oriunda de Francisco Pizarro -Salahonda, un municipio ubicado en la costa sur de Nariño. “En el año 1960 ella llegó al Estero Martínez (barrio ubicado frente al pueblo, al otro lado del río Tapaje) y dio inicio a una tradición que se mantiene, a pesar de los obstáculos que ha enfrentado", cuenta María de Jesús. Actualmente, la fiesta de los negritos es liderada por la Alcaldía, pero es la comunidad quien la alienta y hace que hasta hoy se celebre como si fuera la más importante del pueblo. El Alcalde, Víctor Candelo, afirma que estos eventos son los que le gusta a la gente y por eso deben mantenerse. “Hace 35 años, un grupo de líderes comunitarios, del que hago parte, coincidimos en la importancia de esta fiesta y al ver que estaba en decadencia nos fuimos al Estero Martínez e invitamos a la comunidad que la promovía a que nos enseñara todo lo relacionado con los negritos porque queríamos que esto no se perdiera”, cuenta Víctor Candelo, alcalde de El Charco.  

El 6 de enero de cada año, El Charco celebra la Fiesta de los Negritos, y también de los 'cholitos' y de Jesús Nazareno.  Carlos Torres, promotor cultural, cuenta que desde las 5 de la mañana se escuchan los cohetones anunciando la llegada del 6 de enero. Este día no solo se celebra la fiesta de los negritos, sino de los cholitos y Jesús Nazareno. Es por eso que se dice que este es el día en que todos en El Charco celebran, desde el más pequeño, hasta el más grande.   Los niños se visten de 'cholitos'   Temprano, en la madrugada, la chirimía hace un recorrido por todo el pueblo para despertar a quienes protagonizan el desfile más grande de la niñez charqueña. Previamente, líderes en cada barrio han conformado los grupos de 'cholitos' y trabajan sin descanso para hacer el vestuario que caracteriza cada comparsa. Los 'cholitos' hacen un homenaje a los pueblos indígenas del país. Con taparrabos, bayetas, coronas, pintura y otros elementos, se hace el vestuario que llevan los niños y niñas este día. Alrededor de las 7 de la mañana la chirimía encabeza el desfile y se recorre todo el pueblo, desde El Canal, hasta El Porvenir, barrios periféricos de El Charco. “Este año hicimos la convocatoria y se inscribieron 78 grupos de cholitos y es algo que nos alegra y nos da aliento para seguir exaltando nuestras festividades culturales. Que 1500 niños se vistan de cholitos y hagan un recorrido de más de dos kilómetros entonando los cantos nos compromete a seguir apoyándolos”, afirma el alcalde Candelo. “Ay, ¿qué hay pa´ los cholos?, chararará. Hay chicha y Guarapo, chararará. A la chirimicapera, chararará. Hay palo de venta, chararará”, cantan los 'cholitos'.  

Los 'cholitos' se visten con taparrabos, bayetas y pintura para hacerles un homenaje a los indígenas del país. Foto: Diego Candelo. Te puede interesar: PÓDCAST | Cantadoras del Pacífico: Voces que resisten la violencia   Al final del desfile, que llega hasta la plaza central del pueblo, cada grupo de 'cholitos' hace su entrada, cantando y bailando. Quienes mejor lo hacen son premiados por la Alcaldía. Este año, Los Churumanguí del barrio Sagrado Corazón de Jesús, Los Wayú de El Porvenir y Los Hawaianos de Bustamante fueron los grupos ganadores de este año. Un pueblo se tiñe de negro En el Estero Martínez, muelen el carbón y queman la balsa con la que se pinta la comunidad que participa de esta festividad. Los negritos, con su boca colorada, rasgos físicos exagerados y cantos tradicionales representan personajes de una cómica historia en la que un hombre machista quiere controlar su entorno familiar y social. La fiesta de los negritos estuvo a punto de caer en el olvido y en 2001 se reactiva, gracias al interés de un grupo de líderes comunitarios de la zona urbana.  

Las muestras teatrales son parte central de las fiestas. Hay representaciones de toda clase de mitos y leyendas. ©Diego Candelo La líder comunitaria Virginia Reina cuenta que en ese año se involucró a personas del Estero Martínez que aún vivían para que representaran los personajes que durante años habían interpretado y que les enseñaran para que cuando ellos faltaran, hubiese otra persona que luchara por la preservación de este importante acto. “El Estero Martínez ha sido referente de la celebración de los negritos. La comunidad se pasa al otro lado del río Tapaje y llega hasta la escuela para pintarse”, cuenta uno de los habitantes del pueblo. Alrededor de las 2 de la tarde, los personajes se trasladan hacia el pueblo a bordo de una balsada, acompañados por arrullos, bundes y otros ritmos. Una vez llega la balsada, se da inicio a la representación teatral de la historia de 'el marido', un hombre de unos 50 años que tiene una familia numerosa y vive con su esposa, pero también tiene una 'moza'. Su esposa, embarazada y a punto de parir, se entera de que su marido tiene 'otra mujer', pues 'la moza', busca en todos lados al hombre y le coquetea, incluso, en presencia de la esposa del hombre.     Te puede interesar: La lucha del Pacífico por hacer respetar el viche    

 

Los niños se disfrazan y se convierten en parte fundamental de la celebración.  ©Diego Candelo. Se forma el despelote, una pelea a muerte en la que se involucran los 12 hijos del matrimonio, el agricultor, la remediera que atiende a la preñada y la comunidad entera protagoniza semejante conflicto. La mujer, al ver que su marido la deja sola para irse con “la moza” se altera y siente dolores de parto y en plena pelea da a luz a su hijo, el parto es atendido por la remediera de la comunidad y la atención de todos se traslada al pequeño que acaba de nacer. Una fiesta que se resiste al olvido Como sucede con muchas expresiones culturales, con el paso de los años esta celebración se ha transformado hasta el punto, dicen muchos, de acercarse a la extinción. La muerte de quienes desde el inicio de la fiesta lucharon por mantenerla -personajes como doña Pola y don Justo, habitantes del Estero Martínez y quienes interpretaban al marido y a la mujer- ha sido fulminante. No obstante, al parecer, la tradición este 2020 está más viva que nunca.  

En el pueblo, los vecinos muelen el carbón con el que se pintan. Casi que sin excepción, la comunidad participa de las fiestas. ©Diego Candelo.