La gente más fuerte de este mundo no está metida en un gimnasio, desgañitándose con las máquinas y tomándose fotos para subir a internet con el anhelo de recolectar likes e inflar su ego lastimado. No está vanagloriándose porque hace crossfit, ni esculpiendo sus músculos para exhibirlos en un concurso, ni está levantando pesos inverosímiles en competencias espectaculares. La gente más fuerte de este mundo ha vuelto del infierno. Ha visto a sus seres queridos desaparecer en el torbellino de la guerra, ser tragados por el remolino de la sangre. Ha visto de frente la peor cara de la humanidad. Ha sentido los peores dolores, esos que son más del alma que del cuerpo; ha experimentado sufrimientos tan profundos que las palabras difícilmente alcanzan para describirlos y ha llorado hasta secarse. La gente más fuerte de este mundo ha empezado su vida una y otra vez en distintos sitios, huyendo siempre de la guerra con la esperanza de resurgir en un lugar nuevo. Ha visto a la violencia llevarse a sus padres, sus esposos, sus hijos. Ha buscado sus restos por años, perdidos en la inmensidad de una tierra regada con lágrimas y sangre. Ha sostenido sus cadáveres, sus cuerpos despojados y rotos. Ha temblado en la oscuridad y anhelado la luz. Ha visto a los asesinos directo a los ojos. La gente más fuerte de este mundo ha pasado por lo inimaginable.  

Foto: Andrés Salazar / planperdon.org Como Pastora Mira, ha visto a su familia destrozada, ha vivido cada uno de los días de su vida bajo la sombra del conflicto, en la zozobra de la pérdida y el miedo, y aún así es capaz de pararse en una tarima a decirnos que el odio no nos va a llevar a ningún lado y la venganza no va a reparar ningún mal, ningún daño. A pesar de tener todas las razones del mundo para abogar por la retaliación, apoyan un proceso de diálogo y nos hablan de perdón, de reconciliación, de hablar y encontrarnos todos para evitar que la tragedia se repita una y otra vez, para que nadie nunca más tenga que ver a su padre asesinado, o a su hijo, o tener que buscar durante años a una hija desaparecida para encontrar solo unos huesos. Con una voz trajinada pero decidida nos llaman a seguir el camino de la paz, a evitar a toda costa que la venganza nos arrastre de nuevo al abismo. La gente más fuerte de este mundo ha sido capaz de perdonar lo imperdonable, ha tenido un valor que quién sabe si alguno de nosotros tendríamos (y ojalá nunca tengamos que averiguarlo). Como Pastora Mira, ha tenido la valentía de ser compasiva incluso con quienes le han hecho el peor de los daños. Ese coraje, esa compasión, ese mirar hacia el futuro para dejar el dolor atrás, el trabajo para que nadie, nunca, sepa nunca lo que ellos sintieron, los convierte en la gente más admirable y necesaria de este mundo. Es gente capaz de dirigirse a nosotros desde la sabiduría terrible que da el sufrimiento para decirnos que la respuesta no está en la violencia. La respuesta, nos dicen, es el amor. Si Dios existe, es eso. Eso...  

 

Pastora Mira nació en San Carlos, Antioquia, el 13 de julio de 1956. La guerra le quitó a su padre, a sus dos hijos y a su esposo. El pasado 8 de septiembre conmovió al mundo con este testimonio de perdón  y reconciliación frente al papa Francisco, durante su visita a Villavicencio. Video: CTV   IVÁN ANDRADE  |  @IvanLecter Las opiniones de los columnistas en este espacio son responsabilidad estricta de sus autores y no representan necesariamente la posición editorial de SEMANA RURAL.