Desde hace 17 años, la Asociación de Familiares de Víctimas de Trujillo (AFAVIT) organiza una peregrinación que transforma al municipio en un epicentro de paz e integración. Cientos de personas de distintos lugares del país y del exterior llegan para mostrarle a su gente que no está sola. En medio de cantos de paz, de justicia y de oración van recorriendo uno a uno los monumentos que con esfuerzo han levantado para nunca repetir y nunca olvidar. El teatro, la eucaristía, la música y la fraternidad acompañan también esta conmemoración que se convierte en una expresión por la dignificación de sus vidas y la de sus seres queridos. “Guardar la memoria es hacer una dignificación a las víctimas y hacer un grito permanente de reclamo y denuncia. Aquí se han reconstruido las enseñanzas que él (padre Tiberio Fernández) nos dejó: luchar, reclamar e insistir para que haya justicia y tengamos una paz con dignidad“. Así describe Nelson Fernández, presidente de la junta de AFAVIT, la importancia que tienen estas actividades para las víctimas. Al final, son ellos los que se han echado la cruz de la memoria al hombro, incluso en contra de mecanismos que, como lo concluyó la Comisión de Investigación de los Sucesos Violentos de Trujillo (CISVT), se esforzaron por dejar todo en el olvido, alargando así el sufrimiento de las víctimas. “Todo esto sigue en una impunidad casi total. El Gobierno ordenó una inversión social para reparar a las víctimas, todo ese dinero se lo robaron… Esto ha sido una experiencia horrorosa, horrorosa. Lo que se ha hecho de memoria ha sido por la valentía de las víctimas”. Como dejan ver las palabras del padre Javier Giraldo, uno de los principales promotores del movimiento de víctimas, la lucha por la justicia en Trujillo no ha sido nada fácil. Sus afirmaciones se ven respaldadas por un informe que publicó el CINEP según el cual de los 22 proyectos que se idearon para la reparación directa, con una inversión de mil 695 millones de pesos, tan solo uno se ejecutó correctamente. Los otros 21, concluye la investigación, se calificaron como no pertinentes, no ejecutados o ejecutados erróneamente. Las numerosas quejas de los ciudadanos que hoy son investigadas por la Procuraduría, Fiscalía y Defensoría del Pueblo también dejan ver la insatisfacción del pueblo de Trujillo con el accionar del Estado, que debía ayudar a superar las afectaciones en esta población. El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), en su libro Trujillo: La Masacre que no cesa, explica que lo sucedido en este municipio fue resultado de un explosivo y violento coctel de actores armados, que detrás de intereses políticos, militares y económicos dejaron como principal damnificado a la población civil. El número exacto de afectados es incierto, pero las investigaciones apuntan a que fueron alrededor de 300 los que cayeron en esta espiral de violencia. Uno de ellos fue el padre Tiberio Fernández, un eclesiástico que soñó con un Trujillo en paz, unido y trabajando en comunidad. Hoy podría estar tranquilo viendo cómo la asociación de víctimas ha sacado adelante proyectos y reclamos que de otra forma hubieran quedado en el olvido. Sin embargo, muchos líderes como él siguen siendo víctimas de la violencia en Colombia y esto no pasa desapercibido. Por eso, el reto ahora es que la paz y justicia, además de llegar a Trujillo, llegue a todo el país; para que algún día todos podamos ver la guerra como un amargo recuerdo del pasado y con convicción decir: nunca más. Realización: Santiago Londoño