El mandatario de Ecuador, Lenín Moreno, no ha escatimado en críticas respecto al asilo de Julian Assange, fundador de Wikileaks, en la embajada de Ecuador en Inglaterra. Para el presidente, esa es una carga que heredó del gobierno de Rafael Correa y que no está dispuesto a sostener. Sobre todo, porque el mandatario ha demostrado interés en mejorar la difícil relación que tenía Ecuador, en la época de Correa, con Estados Unidos. Sin embargo, negó el miércoles pasado las acusaciones que Wikileaks lanzó en su contra, en las que asegura que Moreno habló en 2017 con el exjefe de campaña de Donald Trump, Paul Manafort, para entregar a Assange a Estados Unidos a cambio de reducir la deuda externa del país. Le puede interesar: Julian Assange habría recibido la ciudadanía ecuatoriana Assange aseguró que le estaban violando sus derechos y que lo estaban rifando como si fuera un trofeo. Estados Unidos ha insistido en la captura del periodista desde que filtró miles de documentos que evidenciaban las violaciones de derechos humanos que se cometieron en las guerras del Medio Oriente y que Washington respaldó. La página informó posteriormente sobre las torturas y asesinatos que se llevaron a cabo contra los prisioneros de guerra en la cárcel de Guantánamo, a los que nunca se les hizo un debido proceso ni se les acusó de ningún delito legalmente. Los hechos se conocieron en 2009 en todo el mundo. Hasta ahora, sigue siendo el escape de archivos confidenciales más grande de la historia. Para el gobierno norteamericano, Assange cometió varios delitos que pusieron en peligro la vida de miles de personas al robar información clasificada y difundirla, pues algunas de las operaciones en Oriente tuvieron que ser suspendidas después de que se publicaron detalles en Wikileaks. En cambio, cientos de jóvenes alrededor del mundo ven a Assange como la voz de una generación, el hombre que rescató el periodismo y el caso de denuncias políticas más importantes en las últimas décadas. Por lo que los manifestantes perciben en su persecución la tiranía de los gobiernos a los que Wikileaks denunció y la censura que los políticos intentan imponer al periodismo.
Julian Assange, fundador de Wikileaks y Edward Snowden, antiguo empleado de la CIA, se volvieron en dos hitos de las nuevas generaciones por combatir a los grandes poderes del mundo a través de la tecnología y la información. Ambos robaron archivos digitales que revelaron muchos de los más grandes delitos contra los derechos humanos en los últimos tiempos. Esa es la razón también por la que varios defensores de la causa de Assange recibieron pésimamente el comunicado del canciller de Ecuador en el que expresó que Quito y Londres habían llegado a un acuerdo para que en “horas o días” Ecuador expulse al australiano de la embajada y pueda ser arrestado por las autoridades británicas. Según Wikileaks, el gobierno ecuatoriano expulsará a Assange con el pretexto de la divulgación de fotos, videos y conversaciones íntimas almacenadas en sus repositorios. El presidente denunció hace unos días que sus teléfonos y los de sus familiares habían sido hackeados y aseguró conocer el origen de las filtraciones, señalando a los que se llevaron “miles de millones de dólares en la década pasada”, en la que gobernó su exaliado Rafael correa. Además lo juzgan de incumplir las reglas que le impusieron a finales del 2018 de no interferir con los asuntos internos de Ecuador y de otras naciones. Una norma que Assange desafió al escribir acerca del separatismo catalán y, luego, de las elecciones Estadounidenses y la injerencia rusa en ellas. Una situación a su vez contradictoria, ya que algunos medios de comunicación insisten en que Assange tiene vínculos con el Kremlin de Vladimir Putin en Rusia y que ese gobierno se ha encargado de protegerlo todos estos años a cambio de que Assange manipule la información que viraliza. Le sugerimos: La historia del hacker colombiano que delató a Manning la fuente de Wikileaks Lo que por supuesto pone en entredicho la objetividad y el altruismo con el que Assange se presenta a la hora de hablar de su labor informativa. Rafael Correa le había otorgado el asilo en 2012 para provocar al presidente norteamericano de ese entonces, Barack Obama. Pero el australiano no solo tenía problemas con la justicia estadounidense, sino con Suecia, que también reclamaba su cabeza. Pues dos europeas abrieron una demanda en su contra alegando que Assange las abusó sexualmente. A pesar de que en 2017 perdieron la demanda por falta de pruebas, según un tribunal del país, Assange nunca salió de la embajada por temor de que, “bajo cualquier excusa”, lo encarcelaran. Así que la embajada del Ecuador en Londres se convirtió muy pronto en un símbolo internacional contra los países que pedían cadena perpetua o pena de muerte para el famoso Julian Assange. Pero esas épocas ya acabaron. Para Lenín Moreno, Assange es un huésped cada vez más incómodo. Pues no solo no cumple con sus deberes -como el de cuidar a su perro, asistir a exámenes médicos trimestrales, no meterse en política, respetar las normas básicas de higiene y pagar por sus comidas-, sino que no temió involucrarlo en el escándalo de corrupción de los INA papers, que demuestran que su gobierno creó empresas fantasmas, cheques en falso y compró una serie de propiedades sin registrarlas en las arcas públicas. Según Moreno, “Assange es un visitante desagradecido y mentiroso”. Finalmente, el mandatario de Ecuador aseguró que solo entregará a Assange a las autoridades de Reino Unido, si le aseguran que no lo llevaran a ningún país en el que le puedan imputar la pena de muerte, pues eso sería incumplir con el pacto que hicieron con él cuando le concedieron asilo. Sin embargo, el famoso fundador de WikiLeaks es apetecido por muchos gobiernos y políticos que lo ven como una piedra en el zapato, por lo que su vida podría correr peligro si la embajada se rehúsa a seguir cuidándolo. Hasta ahora, Ecuador ha gastado cerca de 5 millones de dólares en sus cuidados. Le recomendamos: Fiscalía sueca retirará cargos de agresión sexual contra JulianAssange Con este panorama, solo queda esperar si el hombre de los mil rostros y las mil nacionalidades será al fin atrapado o continuará develando escándalos políticos alrededor del mundo abrazado por algún país que lo acoja.