Hay que ver el sitio de Manuel Jesús El Cid. Ese mismo que hoy lo pone allá arriba, encumbrado hasta romper el techo, para erigirse como un nombre y un hombre para contar en el escalafón de los privilegiados, donde caben tan pocos y a donde tantos quisieran llegar. El sitio: aquel en el que siembra sus zapatillas para cuajar series infinitas, porque siempre hay en ellas ligazón, hasta convertirlas en una sola pieza. Fue con ese argumento que convenció a un buen pitón izquierdo del primero de sus toros, y fue con ese mismo sitio que sedujo a ese extraordinario ´Talabartero´, quinto de la corrida, al que le dio el pasaporte no solo de la vida sino de la inmortalidad, porque hay que tallar en mármol ese momento para que perdure en las anales de La Macarena. Ahí, siempre firme, sin rectificar, no porque no lo quiera sino porque no lo necesita, Manuel le dio una vuelta total en ese turno a la faena, a partir de ponerse la muleta en la mano derecha, tras brindarle el toro a John Jairo Gómez en su última tarde como torero de plata. Puso el trapo adelante y comenzó a bordar en relieve. De hecho, cada muletazo tuvo su propio sello, pero, a su vez, el conjunto fue uniforme, en profundidad y en emoción. Hubo, primero, muletazos largos para enseñar las bondades del ejemplar. Sin distingos de mano, el animal se empleó como si supiera lo que le esperaba al final del camino. Pero luego, todo se hizo tan armonioso, que la belleza se apoderó del ruedo para poner a los tendidos en pie, mientras, como ajeno a lo que sucedía a su alrededor, el torero disfrutaba y el toro no cejaba en su empeño de ganarse el perdón. La verdad, los últimos muletazos previos a la aparición del pañuelo de la apoteosis, tuvieron un nivel de excelencia sin par. Las dos orejas y el rabo del FAENÓN partieron en dos la historia de La Macarena (50 años, desde el 61, dicen los memoriosos), y sembraron de afición a esos afortunados que creyeron en el cartel de la última de abono. Era el colofón, porque antes, en el segundo de la tarde, ya había puesto a vibrar a la clientela con una faena de esa mano que es la suya, la izquierda, de ese toro ídem, al que vio claro desde el capote, soltándole mucha tela. Siempre hubo ahí de dónde cuajar tandas encadenadas, con la largura de quien no conoce el fin de un pase sino que lo confunde con el comienzo del siguiente. Por el derecho no hubo la misma respuesta, pero eso no incomodó a nadie, por el contrario, hubo más para apreciar en esa zurda que ya tiene lugar en el toreo contemporáneo. Dos orejas y palmas al toro. La corrida de Ernesto Gutiérrez Arango dejó algo más, por ejemplo el sexto, un toro que tuvo codicia y que se movió a la par de la voluntad y de la muleta de Luis Bolívar, para permitirle al torero nacional tocar en la puerta grande, aunque solo encontró al final la recompensa de una oreja, mientras el animal se colgaba la medalla de una vuelta al ruedo. Una faena que pudo terminar más arriba para Bolívar, de no ser por la larga muerte de bravo del toro. El tercero de la tarde, primero para Luis, tuvo un comienzo espléndido, con galope y transmisión, pero de apagó de golpe al comenzar la faena de muleta. Bolívar tuvo que tirar de él y esforzarse sobremanera por el pitón izquierdo, sin encontrar mayor colaboración. Palmas para Luis. A Víctor Puerto le salió la otra cara. El primero, alto y muy distinto a los demás, al menos en presentación, no se encontró a gusto y anduvo errante, mientras Víctor trataba de atajarlo, sin éxito. El cuarto fue el manso del encierro, siempre en procura de los adentros. Ninguna fórmula funcionó, ni la de darle los terrenos, menos la de algunas expresiones populistas. Hubo petición y todo terminó en cariñoso saludo. Ficha de la corrida Medellín, plaza de toros La Macarena Sábado 19 de febrero Temporada 20 años Última de abono Seis toros de Ernesto Gutiérrez Arango. Bien presentados. Bravo y de extraordinaria calidad el quinto, de nombre Talabartero, número 94, de 472 kilos, indultado. Al sexto, codicioso, le dieron la vuelta al ruedo. De gran pitón izquierdo el segundo. El tercero de apagó pronto. El primero suelto y distraído. El cuarto, manso. Pesos:  517, 474, 459, 463, 472 y 505 kgrs Víctor Puerto Verde limón y oro Silencio y saludo, tras petición Manuel Jesús El Cid Verde botella y oro Dos orejas y dos orejas y rabo simbólicos Luis Bolívar Celeste y oro Palmas y oreja Detalles: Dijo adiós el banderillero nacional John jairo Gómez, de la saga de los Dinastía. Bien El Boni en la brega y en las banderillas. Media plaza. Tarde calurosa.