A la tarde le bastaba con todo lo que bueno que pasó en ella. Es decir, no necesitaba de las exageraciones del palco para trascender. Igual, más allá de los dividendos - siete orejas – hubo otra vez una corrida de kilates en Bogotá, una más, para sumar a la racha exitosa de la Santamaría en esta temporada. El Cid encabezó esa procesión de los alternantes que se marchó por la puerta grande. Vino a sustituir a Sebastián Castella y le dio la razón a la empresa. Está claro que él, Manuel Jesús, ha decidido no parar en el envión que lo convirtió en gran protagonista de la segunda fase de la temporada española de 2010. Y así como empalmó esa ronda con la de este 2011, así empalmó los muletazos en ese segundo de la tarde, el mejor de los seis de Juan Bernardo Caicedo, para enseñar qué tan largos pueden ser los naturales, pero además, qué tan bajos y qué tan profundos. El Cid puso su mano izquierda a probar la temperatura de la arena húmeda, a la vez que la corría hasta obligarla a ir más allá de donde se podía. Y el toro, un castaño requemado, bailó a ese son. Los tendidos rompieron en ese momento cumbre. Lástima que la espada cayó baja. Igual, el palco dio una oreja, la que era, y otra más, fruto de sus debilidades. En el cuarto, hubo una lección con un toro muy diferente, amigo de mirar con codicia el rosa y oro del de nacido en Saltera. Hubo un instante en que lo más recomendable parecía ser ir por la espada. El Cid decidió todo lo contrario: se puso firme, como los cimientos de la plaza y aguantó para terminar obligando a embestir a esa mezcla de raza y genio, hasta llevarlo a romper. La entrega le dio una oreja, de las justas. Daniel Luque confirmó y se ganó de entrada la absolución de los bogotanos. Tuvo un toro que prefirió casi siempre ir con la cara arriba, pero con la ventaja de moverse y de pelear en los medios. El andaluz administró los problemas con una sola receta: la de su temple. Hubo mando en los estatuarios y arte en esos muletazos en los que la quietud enseñó majestad y oficio. Dos orejas, una a ley y otra revestida de premura del palco. El sexto se lidió en un piso cada vez peor y con la compañía de la lidia. El toro echó la cara arriba y afeó las propuestas de Luque. Silencio, tras aviso. Luis Bolívar encontró a un tercero que fue de más a menos. En el capote hubo gusto y emoción. La variedad con el percal puso a Luis en la misma ruta de sus alternantes, que a esa hora ya tenían la llave de la salida a hombros. Pero luego aparecieron las complicaciones en el ejemplar. Menos mal, Bolívar no renunció y se quedó en los terrenos que exigía el triunfo. Estocadón y oreja. En el quinto no hubo consenso. Ni lo hubo allá abajo, en esa faena larga donde los muletazos no se dieron en medio de la necesaria empatía de los dos protagonistas. Y tampoco allá arriba, con división de opiniones que se remarcaron aún más en medio de la vuelta al ruedo, oreja en mano. Ficha de la corrida Plaza de toros La Santamaría Domingo 13 de febreroTemporada bogotana 80 años Quinta corrida de abono Dos tercios de entrada Seis toros de Juan Bernardo Caicedo. En general, bien presentados. Bravo y encastado el segundo de la tarde. El primero cumplió. El tercero de más a menos. El cuarto, enrazado y con asomos de genio, pero rompiendo al final. El quinto, sin trascender. El sexto, a la defensiva. Pesos: 472, 482, 540, 479, 544 y 518 kgrs El Cid Rosa y oro Dos orejas y oreja Luis Bolívar Turquesa y oroOreja y oreja con división de opiniones Daniel Luque Dos orejas y silencio tras aviso Detalles: Daniel Luque confirmó con el toro Magistrado, número 185. Saludaron James Peña y Rafael Perea El Boni por banderillas al primero y cuarto, respectivamente. Tarde fría, con piso en buen estado, hasta el sexto, cuando echó a llover con fuerza.