Graffiti

“El grafiti no tiene límites"

El colectivo de grafiteros y artistas urbanos, Vértigo Graffiti, nació en 2008 en Bogotá. Desde entonces han realizado grandes murales en el país, intervenido digitalmente la fachada del Museo Nacional y luchado por cambiar la percepción popular de sus obras.

Revistaarcadia.com
8 de noviembre de 2016
'Primsa Afro' mural realizado por Vértigo Graffiti en Cartagena. Foto cortesía Vértigo Graffiti

Hace tres años se pintó un beso entre dos amantes en la calle 26 con carrera 13 de Bogotá. Ese grafiti ha visto marchas, centenares de carros y a un cantante canadiense rayando una de las paredes del viaducto.

Detrás de él está Vértigo Graffiti, un crew que comenzó en 2008 con nueve artistas colombianos. Camilo López, su director, cuenta que “la idea ha sido explorar el trabajo en el espacio público, con el apoyo de marcas privadas o galerías para comunicarnos a través del grafiti y el arte urbano".

Agrega que “no se puede convertir en la forma dominante de expresión de la ciudad. Se debe negociar, conversar y coincidir con las demás formas de arte y los demás intereses de la ciudadanía".


El beso de los invisibles. Foto: Cortesía Vértigo Graffiti.

Los escenarios en los que se manifiesta el grafiti se han diversificado: no es extraño encontrarse con exposiciones en las que adornan lienzos o serigrafías en vez de muros.

Yurika, grafitero miembro de Vértigo, ha descubierto que pasar a plasmar grafiti sobre un lienzo es “extender y poner en práctica toda la experiencia que uno obtuvo en la calle, es proponer un diálogo entre el espectador y una pieza que ahora está dentro de una galería y se puede adquirir". Para López los mercados del arte necesitaban al grafiti, una“voz fresca en la pintura y una nueva conexión entre la ciudad de afuera y la de adentro, los hogares. Cuando las personas consumen graffiti están consumiendo su propia ciudad, llevándose consigo una expresión que juega y conversa con lo que pasa todos los días".

En la medida que la práctica se ha profesionalizado, llegando a nuevos niveles técnicos y conceptuales, los grafiteros se enfrentan a retos más allá de las complejidades técnias de pintar un mural de 23 metros de alto. Los problemas surgen de la formación del público. Para López “muchas personas están pensando: ‘no entiendo entonces no me gusta’. Es un costo muy alto para cualquier género o cualquier expresión cultural cuando se le resta valor porque el público en general no entiende. Imagínese llegar a la Luis Ángel Arango y quemar todos los libros que no se entienden o no gustan. Hay unos textos que a pesar de no ser totalmente legibles tienen un valor cultural fundamental y fueron claves en la construcción de los textos que sí son legibles".

Vértigo Graffiti busca reivindicar y darle reconocimiento a la práctica del graffiti como un oficio expresivo y creativo que reclama nuevas superficies y formatos. Cuentan con el apoyo del sector público: la Alcaldía de Bogotá tiene diferentes convocatorias en la ciudad. El beso de los invisibles fue parte de una de ellas y ayudó a consolidar a Vértigo Graffiti como una empresa cultural. Este apoyo distrital, dice Yurika “exige que uno tenga un cronograma, una producción, unos seguros, un curso de alturas, asegurado para riesgos profesionales... Ese tipo de convocatorias han permitido que los grupos de graffiti se consoliden de una forma más profesional".

¿El grafiti tiene límites?

Desde la segunda mitad del siglo XX, el arte ha visto esfuerzos por salir de los espacios en los que tradicionalmente se ha desarrollado, con instalaciones, peformances y otras prácticas que desdibujan las fronteras de la manifestación artística. El grafiti es una respuesta a esas propuestas, aunque se puedan señalar ejemplos más antiguos. En los años setenta se popularizó pintar arengas y grafías en las paredes, poco después evolucionó hacia intervenciones más ambiciosas y se identificó dentro  del término Arte urbano.

Yurika se pregunta cuáles son los límites del grafiti, si los tiene, “cada vez veo cosas que me sorprenden, incluso loza y utensilios de cocina intervenidos, no podría imaginar hasta dónde podría llegar porque hay mucha gente haciéndolo y pensando cosas nuevas. Y en ese pensamiento romántico haría la afirmación que el grafiti no tiene límites".

Vértigo Graffiti también ha contribuido a construir nuevos escenarios y López recuerda que para el cumpleaños de Bogotá “hicimos grafiti digital sobre la fachada del Museo Nacional. Eso es un hito: el centro enciclopédico del arte colombiano permitió que su fachada fuera intervenida de forma digital y con tecnología 100% colombiana".


Container con el rostro de Gabriel García Márquez. Foto: Cortesía Vértigo Graffiti.

Proyectos

Vértigo Graffiti no sólo es un crew. Hace tres años iniciaron la Galería Vértigo Graffiti, durante la semana del arte en Bogotá, en un taller que tenían en Teusaquillo y organizaron la muestra Los emergentes. Yurika recuerda que nació “de la misma gente, los apasionados y adeptos al grafiti, que querían tener una obra de los artistas y ver hasta dónde se extiende el arte".

Actualmente están trabajando en Florencia, Caquetá, junto a la agencia Acdi/Voca, que trabaja la reconciliación durante el postconflicto, desarrollando una serie de fotografías de gran formato (miden más de 280 metros cuadrados) de niños, del territorio y el conflicto. “Es un proceso de sensibilización de jóvenes acá en Florencia. Desembocará en tres murales, cada uno de 75 metros cuadrados, que hablarán de memoria, reconciliación y postconflicto" cuenta López.


Barco intervenido por Vértigo Graffiti. Foto: cortesía Vértigo Graffiti.

Tras ocho años, Vértigo Graffiti ha intervenido barcos, muros, hoteles, containers y un local de una cadena de cafeterías muy reconocida. Pero siguen luchando porque, en palabras de López, se generen “escenarios de colaboración más estrechos entre los mismos artistas, escenarios en los cuales dejemos de funcionar dentro de nuestro grupo y empecemos a generar colaboraciones para proyectos mucho más grandes".

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