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El caso de Nefertiti: cómo Europa le ha robado a África su historia

La investigadora y escritora alemana Fatima El-Tayeb explica cómo Europa se ha apropiado constantemente de personalidades históricas negras, mientras les niega a los africanos su propia historia. | De nuestra alianza con 'Contemporary And (C&)'

Fatima El-Tayeb
27 de julio de 2018
Izquierda: Nefertiti, Neues Museum Berlin. Derecha: tapa de Black Women in Antiquity, compilado por Ivan van Sertima, 1988

Este artículo apareció originalmente en: Contemporary And (C&) América Latina: revista de arte contemporáneo en los puntos de encuentro entre América Latina, El Caribe y África

La africana más famosa de la Antigüedad –tal vez una de las mujeres más famosas de las Antigüedad y punto– es casi alemana. De hecho, cada año cientos de miles de personas viajan a la capital de la nación, donde ella ha vivida por más de un siglo, para capturar un resplandor de su famoso busto. Por supuesto, estoy hablando de la reina de Egipto, Nefertiti.

El busto de Nefertiti se halla alojado en el Neues Museum de Berlín, en la famosa “Isla de los Museos”, y el gobierno alemán se niega sistemáticamente a devolverlo a Egipto, a pesar de que las autoridades egipcias lo reclaman exactamente desde 1925. Para justificar su rechazo, no dicen que Nefertiti sea patrimonio nacional, sino más bien argumentan que pertenece al mundo. En 2011, cuando Alemania rechazó por última vez el pedido de Egipto, el subsecretario de cultura declaró: “El arte es parte de la herencia humana universal –esté donde esté– y debería ser accesible a la mayor cantidad de gente posible”. Y sucede que esta accesibilidad se da en Berlín más que en El Cairo… accesibilidad al menos para la gente que importa, ya que a mucha gente del mundo no se le permite entrar en Europa, especialmente a la gente de las regiones de las que se robó el arte que llena los museos europeos.

Y en efecto, fue robado: las leyes coloniales que las naciones europeas citan para sostener sus pretensiones contemporáneas estaban basadas en el derecho de Occidente de explotar al “racialmente inferior”. El museo universal ilustrado que celebra el humanismo europeo fue posible sólo porque los poderes europeos pudieron adquirir arte gratis. Y continúan obteniendo beneficios: el Neues Museum sin Nefertiti (o el Pergamon Museum sin la Puerta de Ishtar) serían un significativo golpe para la industria del turismo de Berlín y le costaría a la Isla de los Museos su estatuto de patrimonio mundial de la UNESCO. Y esto no es una cuestión del pasado: el arte se está volviendo una inversión cada vez más importante para los ricos, pero también para las multinacionales directamente envueltas en la explotación neocolonial. Irak fue saqueado no sólo en el siglo XIX sino también después de la invasión estadounidense de 2003. Mientras la protección del arte preislámico de los ataques de ISIS le proporciona a Occidente una legitimación adicional, el lucrativo comercio con arte sirio e iraquí, vendido sobre todo a Europa, los Estados Unidos y al Golfo, se ha investigado tan poco como la destrucción de sitios históricos para la construcción de bases estadounidenses.

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Las Puertas de Istar en el Pergamon Museum. Foto: Wikimedia Commons

El tema de los artefactos culturales robados es una pequeña pero significativa parte del debate sobre el legado colonial. Las quince naciones caribeñas que forman el CARICOM abordaron esto de modo directo en 2014 cuando invitaron a Europa a un “diálogo de reparación” sobre las consecuencias de la esclavitud, el colonialismo y el genocidio (su llamado quedó sin respuesta). El inmenso valor financiero de piezas robadas como el busto, estimado en trescientos cincuenta millones de euros, plantea la cuestión de reparaciones financieras, pero el colonialismo ha incluido un sistemático lavado de cerebros cultural: en escuelas estatales y de misioneros se les enseñó ha enseñado a los “nativos” que los europeos eran superiores y ellos inferiores y que no tenían cultura (aunque mientras tanto, los colonizadores se robaban sistemáticamente tantos como podían de esos artefactos culturales supuestamente no existentes). Particularmente África se volvió el continente “sin historia”. Siglos, hasta milenios de cultura africana como el busto de Nefertiti son considerados “herencia humana universal”, lo que en realidad quiere decir sobradamente europea. Es significativo que la ‘Isla de los Museos‘ que alberga el busto esté consagrada al arte de “Europa y el amplio Mediterráneo”, mientras que los demás artefactos africanos y “no europeos” están concentrados en el Humboldt Forum. La grosera inclusión del “amplio Mediterráneo” en la herencia cultural europea es especialmente exasperante, ya que actualmente el Mediterráneo representa una división cultural, económica, religiosa y política que literalmente constituye la frontera más mortífera del mundo (especialmente para la gente que viene del “amplio Mediterráneo”). Es, pues, la continuación de una larga tradición occidental separar a Egipto del resto del continente (enfatizando que si se produjo una civilización importante no podía ser africana ni negra).

La escritura y exposición de narrativas históricas dominantes –de las que los museos son sede primordial– no consiste tanto en ocultar como en hacer visible, en pretender que la historia se despliega de modo automático e inevitable, que el presente necesariamente sigue a un pasado que de modo lógico conduce exactamente a este aquí y ahora, y en borrar pasados alternativos que señalan la posibilidad de diferentes futuros. Pero siempre existen contranarrativas que nos recuerdan que ni el pasado ni el futuro están grabados en piedra. Esas narrativas ofrecen el contexto necesario para entender que las verdades históricas dominantes son subjetivas y están al servicio de intereses particulares, intereses que pueden y deben ser desafiados. Black Women in Antiquity, de Ivan van Sertima es una de esas contranarrativas que recorre la larga y continua historia de las mujeres negras en África y en la diáspora, y nos permite reclamar a Nefertiti no como un mero trofeo colonial sino que como parte de esta –nuestra– historia.

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Fatima El-Tayebes es una escritora e historiadora alemana. Actualmente enseña literatura y cultura africanas y americanas en la UC San Diego, California, Estados Unidos.

El C& Center of Unfinished Business estuvo en la galería del ifa, Berlin, Alemania, hasta el 30 de marzo de 2018.

Libro: Black Women in Antiquity, editado por Ivan Van Sertima, 1988

1) Instituciones culturales: los europeos invirtieron en el desarrollo de instituciones como museos y centros de investigación para preparar a sus ciudadanos y que entendieran que su historia imperial que los definía como gobernantes y beneficiarios de la esclavitud. Esas instituciones no existen en el Caribe, donde se cometieron esos crímenes, y las víctimas quedaron postergadas en relación con su memoria y sus experiencias institucionales y culturales. Hay que remediar esta crisis.

2) Despojo cultural: el principal efecto cultural de la esclavitud fue quebrar y erradicar el compromiso de los africanos con su cultura. La cultura africana fue criminalizada y su base cultural de identidad ensombrecida. Los africanos fueron desculturalizados y aún hoy siguen estando empobrecidos respecto a la legitimación cultural y a medidas de apoyo institucional apropiadas. Estos problemas representan el legado colonial y deben ser abordados.

CARICOM Comisión de reparaciones, 2013