Arte e Historia
El cementerio judío de Viena, una “joya” desconocida
Jennifer Kickert recuerda el día en que, hace diez años, descubrió el cementerio judío de Währing, en el corazón de Viena. Fue una revelación. Desde entonces lucha por salvar del olvido este tesoro arquitectónico, histórico y cultural.
“Este lugar era muy apacible” pero hoy, devorado por las malas hierbas, está en “estado salvaje”, relata esta consejera municipal ecologista, que cofundó en 2017 una asociación dedicada a esta causa. “Puede resultar sorprendente, pero me he enamorado de él”, dice.
El encanto que desprende el cementerio se aprecia al recorrer sus senderos repletos de hojas rojizas, en un magnífico día de otoño.
Sus 8.000 lápidas reflejan las prosperidad del imperio austrohúngaro en el siglo XIX. El cementerio nada tiene que envidiar al muy turístico cementerio judío de Praga.
Al Estado austríaco le corresponde la restauración del lugar, en virtud de un acuerdo de indemnización de las víctimas del nazismo, suscrito en Washington en 2001.
El presidente Alexander Van der Bellen acudió al lugar en octubre, y luego lo hizo el vicecanciller Werner Kogler, quien prometió una contribución financiera de 200.000 euros.
Pero, en realidad, se necesitarían millones para restaurarlo, pues tras años de abandono, es considerable su estado de degradación.
Abrir puertas al público
En actividad desde 1784 hasta fines del siglo XIX, este cementerio es una “joya cultural e histórica”, según el expresidente de la comunidad israelita de Viena (IKG), Ariel Muzicant. El lugar, que alberga a grandes nombres de la ‘Belle époque’ ¿podrá abrir un día sus puertas al público?
Ese es el deseo de Kickert y de otros diez ciudadanos, que se movilizaron un domingo para desbrozar el terreno y limpiar delicadamente las lápidas.
Mientras trabajan, la guía Brigitte Kenscha-Mautner hace visitar el lugar a los curiosos.
“A medida que quitas las malas hierbas, las piedras nos revelan sus historias”. dice.
Y aparecen los nombres: Epstein, Ephrussi... nombres de esas familias de banqueros que tienen un palacio en la Ringstrasse, el más bello bulevar de Viena.
También descansa ahí Fanny von Arnstein, conocida por sus salones intelectuales, a los que acudían diplomáticos, artistas y políticos de renombre.
“La gente enterrada aquí contribuyó a modelar la ciudad tal como la vemos hoy, y eso es lo que hay de apasionante en este lugar”, asegura Kickert.
Vandalismo nazi
Uno se extasía ante la arquitectura de las tumbas, con magníficos sepulcros ornados de toques neogóticos, o de estilos más orientales, que revelan la presencia de sefardíes.
En la época nazi, más de 400 sepulturas fueron profanadas y los cadáveres exhumados para efectuar un seudoestudio científico sobre los judíos en el Museo de historia natural.
Una zona de 2.000 tumbas fue destruida para construir un refugio antiaéreo, que jamás fue terminado. Tras la guerra, el municipio construyó en el sitio un bloque de apartamentos.
Pero luego, poco a poco, hubo una toma de conciencia. En 2009 el gobierno destinó 20 millones de euros para restaurar los cementerios judíos del país, de los cuales un millón ha sido entregado para obras de renovación en Währing.
Aunque aún se ven en algunos lugares guijarros para honrar a los muertos, según la tradición judía, la mayoría de éstos no tiene ya descendientes susceptibles de cuidar las tumbas, pues perecieron durante el Holocausto o huyeron de las persecuciones nazis.
“Por eso nos corresponde a nosotros cuidar de estas tumbas”, indisociables de la “Historia del país” dice Jürgen Kreuzroither, un voluntario de 52 años. “Siento que ese es mi deber”.
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