Opinión online

Negro revelado, blanco negativo

Un texto inspirado en la exposición 'Luz más luz' de Leo Matiz y el misterio alrededor de sus fotos.

Ángela Carmona
2 de mayo de 2018
Cortesía Banco de la República.

Empezar por el final, por un epílogo que lo deja todo inconcluso y reducido a los  juegos lumínicos en blanco y negro que experimentó Leo Matiz (Aracataca, 1917 – Bogotá, 1998) entre 1940 y 1950. Yo, frente a las fotos de la serie Fuegos Artificiales cinco fotografías con fondo negro en la parte superior, cinco con fondo blanco en la parte inferior, reflejo negativo donde las sombras son blancas. Pienso en Martin Margiela (Lovaina, 1957) por delante de la moda y Yohji Yamamoto (Tokio, 1943) por detrás. Mientras Latinoamérica queda expuesta en la obra de Matiz, Europa y Asia llegan casi arrastrados a mi mente. La impronta de Matiz en un contraluz decidido trae a mi mente al diseñador belga con sus plásticos, vidrios y porcelanas  que causan escalofríos, y  los gruesos tejidos de Yamamoto que hacen llorar.

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La exposición ¡Luz más Luz! no es otra de las tantas retrospectivas realizadas alrededor del fotógrafo colombiano. Sigrid Castañeda y Julien Petit, curadores de la exposición, quisieron mostrar el Matiz oculto, del que no se ha hablado hasta ahora y así, quizá, develar su obra escondida. Tras un año de una extensa y juiciosa investigación, la exposición que hoy ocupa el tercer piso del Museo de Arte Miguel Urrutia (Mamu) en la manzana cultural del Banco de la República, pone en evidencia las influencias sociales y culturales del fotógrafo. Pero, también cuestiona el mito construido alrededor del artista Colombiano. Si las tomas del 9 de abril fueron hechas por él o no, si estuvo en París en 1944 y si Fuegos Artificiales retratan el final de la Segunda Guerra Mundial o si son juegos lumínicos realizados en México. Yo, sigo pensando en Margiela y Yamamoto.

Sean sus fotografías mito o realidad, el acontecimiento queda capturado y cuenta una historia que puede tergiversarse. ¿Serán verídicas las fotos? No importa, porque Fuegos Artificiales es una clara muestra de la verdadera naturaleza de la obra de Matiz: un contraluz repetido, las novedosas experimentaciones centelleantes para la época, el negro positivo y el blanco negativo, la imperfección de las asociaciones y la magnitud de la fragilidad retratadas en lo pequeño y una flor que captura Matiz para representar todo el cielo.

El trazo grueso de caricaturista como dibujante de El Tiempo en la década de 1930, aparece como otra de las facetas de este artista. Datos sobre datos, miradas sobre una obra ajena. Yo sigo pensando en el blanco rotundo de Margiela y el negro profundo de Yamamoto, dos diseñadores que rompen las reglas del sistema de la moda. Recuerdo los trajes de ambos creadores, las máscaras del belga que hablan de la ausencia de la imagen, deconstrucción de las prendas y anti-marketing, o los maxi abrigos en tejido grueso del japonés que hacen que sus modelos casi desaparezcan entre metros de tela. Al final, para mí, estos son mitos porque sus prendas y su esencia, que puede ser ausencia o su poesía, son lejanas a mí. Pero en todo mito hay una dosis de realidad. En la exposición de Leo Matiz sé que hay vanguardia: en blanco o en negro, siempre vanguardia como la  experimentó el creador de la obra al aceptar en su galería de la avenida Jiménez a los artistas que fueron rechazados en el Salón Nacional.

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Mito el vestido rosa de Jackie Kennedy con botones y patrón de Chanel, pero cortado y confeccionado por Chez Ninon en tierras norteamericanas. Mito la cara de Martin Margiela. Mito el Hiroshima Chic. Mito Leo Matiz, mito Aracataca. Mito la serie Fuegos Artificiales y una postal de navidad, la exposición ¡Luz más luz! en el Banco de la República, la ausencia y la poesía.