Arte
Las imágenes del dogma: Un cielo bajo sospecha
Nuestra historia ha sido escrita sobre la historia de las imágenes. Durante siglos las religiones las han utilizado para reforzar sus creencias. La exposición “La Persistencia del Dogma”, propone "resignificar" un importante conjunto de obras precolombinas, religiosas y coloniales del país.
La Persistencia del Dogma -exposición que hace parte de la nueva Sala de Diálogos Decoloniales del Museo de Antioquia-, exhibe en un mismo espacio un importante conjunto de obras precolombinas, religiosas y coloniales, con el trabajo de artistas contemporáneos. La apuesta de los curadores Sol Astrid Giraldo y Jaime Humberto Borja era proponer un nuevo diálogo.
El cielo bajo sospecha
Oscar Wilde afirmaba que todos llevamos dentro el cielo y el infierno. Para un escritor de novelas como El retrato de Dorian Gray, el cielo se podía interpretar como la placidez que ofrece la armonía, la abundancia material y la estética de las cosas. Por otra parte, el infierno ha sido interpretado como el peso de una vida llena de sufrimientos, enfermedades, desequilibrios o culpas.
Una vida en orden, el orden de la iglesia y el orden del estado, es lo que encontramos en la primera parte de esta exposición, donde temas como la distribución territorial, la familia como estructura social, el culto a los padres fundadores, la pareja como orden sacro, el culto a la madre celestial que exalta la blancura, la juventud, la virginidad y la obediencia, se han impuesto como ejemplos sociales que deberían seguir tanto hombres como mujeres para no caer en la desgracia del desorden y el “pecado”.
Con lo anterior, advertimos en la curaduría aquella noción que articula lo político con el arte. El pensador francés Jacques Rancière la definía como “La repartición de lo sensible”: donde el orden político de las imágenes está respaldado desde un lugar común en el que se definen los modos del hacer, el decir y el pensar.
Sobre esto, Regis Debray señala: “El ¿Para quién? Responde al ¿Para qué? El espíritu del sistema dice: el gobierno del arte pertenece, dentro de cada época, a un grupo mediador central […] La iglesia ha administrado a Dios y la salvación, las cortes el poder y la gloria, las burguesías, la Nación y el progreso.” El valor unificador de lo sagrado social es impuesto por las imágenes.
El orden de ese cielo que vemos revelado en la exposición a través de las imágenes de La Sagrada Familia, La Virgen con el niño, retratos de héroes y heroínas, contrastan formalmente con los trabajos de los artistas Patricia Bravo, Donaldo Zuluaga, Juan Camilo Uribe, Natalia Giraldo, Evelin Velásquez, Luigi Baquero y otros. Sus imágenes aparecen, no como representaciones que perpetúan un orden, sino como enunciados que rompen el paradigma y presentan una particular sospecha de inseguridad, inestabilidad, ficción o derrota.
En la obra de Juan Camilo Uribe, Homenaje (1976), la repetición del rostro de Jesús como estrategia formal que enfatiza un discurso sobre el agotamiento. El soporte ovalado o mandorla usada en la tradición budista y cristiana, y las franjas que contienen los colores de la bandera nacional, parecen hablarnos de una extenuación de los dogmas religiosos y patrios. Con un giño desde estrategias propias del arte Pop, nos advierte que la imagen de Jesús se ha convertido en un producto de consumo occidental, donde lo que se repite empieza a parecernos banal.
Por otro lado, la obra de Natalia Giraldo Re-arqueología (2016-2019), presenta la cabeza fragmentada de una virgen de sal, aludiendo a la temporalidad, al fracaso de las tradiciones religiosas y a la ficción de la eternidad. Al estar elaborada con sal, nos recuerda aquel relato bíblico donde una mujer, justo por su “desobediencia,” fue transformada en estatua. Así, la imagen de la madre de Jesús obediente y abnegada se contrasta con la imagen de una cabeza de sal que no es otra cosa que la respuesta a una imposición social hacia las mujeres que hace tiempo está siendo rechazada.
Por su parte, la fotografía de Evelin Velásquez Virgen de los lirios, 2013 y Familia Costeña 2007 de Luigi Baquero, enuncian aspectos sustanciales sobre el delirio entre la realidad y la ficción, así como los fetiches y las fantasías culturales.
El resultado de tales contrastes entre las obras de la colección del museo y los trabajos de artistas contemporáneos nos advierte que el discurso actual no parece simpatizar mucho con los antiguos dogmas. A fin de cuentas, la condición humana nunca ha podido ser ordenada desde los archivos que han contenido los valores procedentes de la inclinación hacia lo “elevado, lo correcto y lo noble.” Por lo general, las pasiones por “lo elevado, lo bueno y lo noble” esconden intenciones que no son buenas, ni nobles, y que mucho menos han sido capaces de procurarnos un cielo en la tierra que no sea sospechoso.
*Úrsula Ochoa es crítica de arte, columnista en El Mundo y El Espectador, y docente de cátedra.