Arte
“Más claro no canta…”: una instalación para resensibilizarnos sobre las violencias silenciadas
La artista colombiana Lina Leal está presentando en el Museo Santa Clara una instalación transmedial donde la materialidad de la voz es transformada para resensibilizar a los espectadores sobre las violencias silenciadas hacia las mujeres.
Más claro no canta... es una intervención sonora y visual que la artista colombiana Lina Leal ha hecho en el interior barroco del Museo Santa Clara en Bogotá bajo la curaduría de Eduardo Serrano y que estará abierta al público hasta el 30 de junio.
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En cada parte del recorrido que compone la totalidad de la instalación hay diferentes manifestaciones que resultaron del proceso de experimentación que Leal hizo con los registros visuales y sonoros de las denuncias de mujeres víctimas de todo tipo de abusos y los cantos de diferentes tipos de pájaro.
En la nave central, el primer espacio que encuentra el visitante, cuelgan sobre el techo con un abovedado de cañón en madera y un artesonado de influencia mudéjar, rectángulos de licrilla traslúcida en distintas dimensiones que son atravesadas por un mismo haz de luz y que proyecta sobre la superficie de cada tela un video cuyas imágenes Leal obtuvo a partir de las vibraciones de los registros sonoros de dos testimonios de mujeres víctimas de distintos tipos de violencia.
A medida que el haz de luz atraviesa cada capa, la imagen se desvanece y da pie a la primera invitación de la obra. | Fotografía: Juan Camilo Cárdenas Urrego
A medida que el haz de luz atraviesa cada capa, la imagen se desvanece y da pie a la primera invitación de la obra. La naturaleza evanescente de la voz y, por lo tanto, el manto de silencio que puede caer sobre las voces de quienes buscan comunicarse. Este reconocimiento, el de la fragilidad de la voz y los testimonios que carga, es el punto de partida para que Leal articulara conceptos que ha trabajado en proyectos anteriores.
Sobre el génesis de la obra, Leal se remite al mito del rey Midas y las orejas de burro. Un episodio menos conocido del rey avaro en el que sufre una transformación —víctima de la rabia de Apolo— en las que sus orejas fueron reemplazadas por las de un burro. La única persona que estaba al tanto de este rasgo vergonzante del rey era su peluquero, a quien le costaba guardar el secreto. Para aliviar la angustia e insomnio que le causaba el querer compartir lo que sabía, el peluquero decidió cavar un hueco, donde exclamó “¡El rey Midas tiene orejas de burro!” y prosiguió a tapar el hoyo con tierra, creyendo así que expiaba su intranquilidad. Sin embargo, sobre la tierra creció un árbol que, siendo el hogar de los pájaros, les hizo saber lo que el peluquero había gritado. Fue así como los pájaros llegaron con su canto a un pueblo cercano, donde un solo hombre fue capaz de interpretar lo que comunicaban y revelar el secreto.
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Esta historia inspiró a Leal para proponer un proyecto en la población de Dorado en Puerto Rico, “Hay cientos volando”, sobre la identidad liminal de esta isla y los proyectos hoteleros que atentan contra el ecosistema de la isla. El proyecto original no se pudo concretar por la llegada del huracán María. Aun así, con la idea rondando en su cabeza y con la cantidad de testimonios que había registrado en una serie de investigaciones, empezó a perfilar lo que sería Más claro no canta….
Así describe el proceso: “Ya tenía una historia mitológica donde me interesaba la idea de que hubiera tan solo un intérprete el canto de los pájaros. Porque me di cuenta de que al recoger los secretos en mi labor de investigación estaba recolectando las crudas realidades que hay en nuestra ciudad, historias tan extremas que no han tenido un receptor, que tan solo han recibido una mirada distante que vuelve a estos testimonios un sonido sordo, es decir, un sonido que no llega a ningún lugar y se vuelve parte de paisaje. Ahí fue cuando dije: voy a hacer un lenguaje nuevo para responder a la pregunta: ¿Si ese pájaro me está hablando, qué me está diciendo?”.
A partir de este reconocimiento, nace la intención transportar las metáforas del mito así como los conceptos que había manejado en otros proyectos —como en su serie anterior Secretos, que incluía obras como Si las paredes hablaran y Secreter, que se presentó en el Museo Wilfredo Lam durante duodécima edición de la Bienal de la Habana— hacia lo plástico y sonoro.
Entonces, la artista decidió tomar los cantos de los pájaros —que se encuentran en la plataforma digital ebird, gestionada por el Laboratorio de Ornitología de la Universidad de Cornell— y superponerlos a los testimonios que ha recopilado de varias mujeres que han sido víctimas de diferentes tipos de violencia. Para hacerlo, se basó en la emoción que se expresa en el testimonio de la persona y la emoción que, ella interpreta, el pájaro está expresando y según el tono y la frecuencia de cada onda sonora se encargó de hacerlos coincidir para tener una mezcla de ambos registros.
Leal decidió tomar los cantos y superponerlos a los testimonios que ha recopilado de varias mujeres víctimas diferentes tipos de violencia. | Fotograma del vídeo por Salvador Arbeláez Jaramillo
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Sobre este proceso, Leal explica: “La forma en que se comunican los pájaros está clasificada en dos grandes categorías: llamado o urgencia, canto o trino. Y esas grandes categorías se van dividiendo de acuerdo a la situación que vive el pájaro y se va creando el banco de sonidos que los ornitólogos los han clasificado. Yo traduzco esta idea de “de acuerdo a la situación que vive el pájaro” a que está viviendo una emoción. Entonces, lo que hice fue coger los cantos de los pájaros reconociendo lo que yo siento en cada uno: miedo, angustia, un llamado de auxilio...”.
A continuación, el recorrido lleva al espectador al corredor paralelo a la nave central que comunica la antigua sacristía, al lado del presbiterio, con el coro bajo y el coro alto. Al lado derecho del corredor están empotrados, en los antiguos confesionarios de la vieja iglesia, una serie de audios acompañados por las visualizaciones de sus ondas de frecuencia respectivas. Al otro costado del pasillo hay una serie de videos donde se ve a las mujeres contar sus testimonios traslapados con los cantos de los pájaros y el ruido de ambiente que se obtiene al sustraer la voz humana de cada uno.
Piezas gráficas creadas creadas a partir de las ondas sonoras de los cantos de pájaros al ser intervenidos por un modulador de voz | Fotograma del vídeo por Salvador Arbeláez Jaramillo
Al final del recorrido, el visitante encuentra con piezas gráficas creadas por la artista a partir de fotogramas del video que se obtuvo de las ondas sonoras de los cantos de pájaros al ser intervenidos por un modulador de voz en una nueva instancia visual, donde se ahonda en la posibilidad de concebir cómo se puede hacer contacto con el fenómeno que son estos ‘secretos’.
En el mismo espacio está dispuesta una instalación que utiliza las latas con alambres que se usaban como juegos de niños para simular un teléfono rudimentario como una invitación lúdica en la que el participante ve su voz traducida a los cantos de los pájaros. El juego, según lo plantea Leal, es una puesta en escena para reflexionar sobre la proposición 5.6. de la más reconocida obra de Wittgenstein, el Tractatus logico-philosophicus, de 1921: “los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo” (Die Grenzen meiner Sprache bedeuten die Grenzen meiner Welt).
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Fotografía: Juan Camilo Cárdenas Urrego
Al ser parte del antiguo convento de la Orden de las Clarisas —localizado en la actual calle 9 con carrera 8— es inevitable que la instalación suscite diálogos con diferentes dimensiones de las dinámicas de género que han existido dentro de las paredes de la iglesia. Tan solo basta con el hecho de que algunas de las piezas que componen la instalación estén empotradas en los confesionarios de la antigua iglesia, para empezar a dilucidar las diferentes lecturas que suscita la obra de Leal. Sobre a las dinámicas de género en su obra, Leal tiene una posición clara: “No me enfoco solo en género porque para mi el origen del problema es en si hacer la clasificación de hacer la separación entre géneros”. Sobre este tema, expande: “Yo llego a las comunidades y hablo con todos. Pero entre todas las investigaciones que he hecho para mis diferentes proyectos, las únicos que me dan secretos me dan las mujeres. Tan solo un hombre cubano me contó su secreto”.
En su totalidad, Más claro no canta... es una serie de testimonios visuales y sonoros donde los secretos siguen sin ser audibles pero cuya superposición con el canto de los pájaros hace desvanecer al referente semántico y da luz a una dimensión afectiva del lenguaje sonoro. Así, la instalación toma el carácter de un proceso alquímico donde la materialidad de la voz —y los secretos que carga— se transmuta en diferentes posibilidades plásticas. Ese horizonte permite entrar en contacto con un fenómeno que ya deja de ser anecdótico y puede entrar en dimensiones afectivas que dan cuenta de las violencias que durante tanto tiempo han quedado silenciadas.
Al ser testimonios afectivos, nos acercan a un lenguaje de una experiencia más primigenia. | Fotograma del vídeo por Salvador Arbeláez Jaramillo
El objetivo de Leal, en últimas, no radica en sumir al oyente/espectador en una red de testimonios que denuncien de manera llana y anecdótica la violencia sufrida por estas mujeres. En cambio, al ser testimonios afectivos, nos acercan a un lenguaje de una experiencia más primigenia, a un lenguaje más directo que no requiere de referentes que tantas veces, como lo cree Leal, banalizan el sufrimiento de los otros. Así, Más claro no canta… busca escapar de las distracciones que hacen, tanto del canto de los pájaros como las denuncias y testimonios de violencia que vivieron de estas mujeres, “parte del paisaje”.
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