DEBATE
“No tienen valor artístico ni patrimonial”: así va la pelea de Peñalosa contra el CNP por los columbarios
El alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, insistió esta mañana en entrevista con Blu Radio en su desacuerdo con la decisión de designar los columbarios del Cementerio Central como patrimonio cultural. Afirmó que el lugar, que alberga una obra de Beatriz González, es “tan memoria histórica como la casa en la que vive cualquiera de nosotros”.
Los ataques públicos que el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, emprendió la semana pasada contra el Consejo Nacional de Patrimonio (CNP) se han seguido intensificando. Hasta la mañana del martes 15 de octubre, había trinado 34 veces contra la decisión de declarar bien de interés cultural para el ámbito nacional los columbarios del Cementerio Central y la obra Auras anónimas, de Beatriz González.
La declaración frustró un plan que el alcalde había estado cocinando desde su primera administración: demolerlos y construir, en su lugar, un parque público para la comunidad de Los Mártires.
En 1998, durante su primer mandato, adquirió un lote de 2,6 hectáreas que pertenecía a Inravisión, en la calle 26 con carrera 22, y más adelante exhumó los cadáveres de los columbarios e hizo “una acera grande, el comienzo del parque, y luego hice una reja de hierro forjado”.
Desde entonces, Peñalosa ha defendido la idea de que los columbarios y la obra de González no tienen mayor valor, y esta se tradujo en un esfuerzo concreto el pasado 28 de febrero, cuando a través de un acta de la Alcaldía de Bogotá se dio a conocer un proyecto para “desafectar el carácter patrimonial del espacio” y construir el parque. En ese momento, algunas figuras de instituciones del sector cultural ejercieron presión y lograron detener la iniciativa.
Ahora, sin embargo, con la decisión del CNP, será casi imposible que Peñalosa pueda sacar adelante su proyecto, pues el distrito queda obligado a cuidarlo, protegerlo y restaurarlo.
Un parque en vez de columbarios
“Desde antes de llegar a la alcaldía pasada, yo veía esos lotes y yo soñaba con volverlos parques, porque los parques son de lo más escaso que hay en la ciudad”, dijo Peñalosa en entrevista con Blu Radio en la mañana del martes. “Si se logra construir un parque para que la gente lo disfrute por los próximos mil años es una felicidad”.
Agregó que “con la decisión de convertir en Patrimonio Nacional unas tumbas desocupadas construidas en 1945 (no se trata por supuesto del Cementerio Central) en vez de un parque con campos deportivos, habrá menos niños y jóvenes deportistas y más caerán en la drogadicción”.
Sus intentos de deslegitimar la medida del CNP han ido más allá del argumento sobre la necesidad de un espacio recreativo para la comunidad de Los Mártires. En la entrevista, también puso en duda el valor histórico tanto de las estructuras arquitectónicas como de la obra de González. Con el argumento de que hasta su intervención en 1998 nadie sabía de ese lote, Peñalosa cuestionó la intención de volverlo un espacio de interés patrimonial o un lugar de memoria.
“En mi ignorancia no había visto lo que vieron los sabios del Consejo Nacional de Patrimonio: que estos dibujos tenían la importancia del Coliseo de Roma y debían preservarse eternamente en un lote de 80.000 millones de pesos, en vez de hacer allí un parque recreo deportivo para niños y jóvenes”.
Entre sus sentencias más llamativas en la conversación radial se encuentran: “Es tan memoria histórica como la casa en la que vive cualquiera de nosotros” / “Son unas tumbas desocupadas, un cementerio popular, que no tiene nada que ver con el 9 de abril ni nada” / “Los columbarios esos no tienen ningún valor artístico ni patrimonial ni nada: las hizo un personaje común y corriente, un contratista del distrito” / “No son pinturas en las tumbas: son seis dibujos de los que se imprimieron 8.000 láminas que se pusieron en las tumbas, y las tumbas no son ninguna antigüedad especial, fueron construidas por un contratista anónimo hace setenta años”.
Los columbarios y la memoria de la violencia
Los columbarios, ubicados al lado del Cementerio Central, sobre la calle 26 al costado sur, entre las carreras 20 y 22, son edificaciones fúnebres que, durante los años cuarenta y hasta la década pasada, sirvieron como un cementerio popular. Allí se llegaron a albergar restos de las víctimas mortales del Bogotazo y las violentas revueltas que le siguieron al asesinato de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948.
Desde 2003, las estructuras ya habían sido reconocida como bienes de interés cultural al ser parte del Conjunto Funerario del Barrio Santafé, considerado “único en la ciudad y en el país”. Ese mismo año, la artista Doris Salcedo propuso una intervención artística y convenció al entonces alcalde Antanas Mockus de detener la primera intervención que Peñalosa había intentado adelantar desde su primera alcaldía. Esto llevó a que en 2005 los restos humanos fueran retirados del lugar y los sepulcros quedaran abiertos y vacíos.
Beatriz González dice que, en ese entonces, cuando pasó el lugar sintió la necesidad de tapar esas “auras al aire”. La experiencia inspiró el título de la obra que sacó adelante con el apoyo de Salcedo y Mockus: Auras anónimas, una instalación que consistió en hacer nuevas placas funerarias con siluetas humanas para reemplazar los nombres de los muertos, muchos de los cuales eran cuerpos no identificados del 9 de abril.
De las siete estructuras originales se conservan cuatro. Las lápidas tienen grabados que representaban a cargueros de la muerte, que usaban técnicas de todo tipo para transportar a los fallecidos en el siglo XIX. Según ha explicado la artista, se trata de un lugar para hacer duelo por las víctimas anónimas del conflicto armado en Colombia.
Humberto Junca, artista plástico de la Universidad Nacional, también dijo en su momento que la importancia de esta obra era el valor de la memoria, “de decir esta guerra es nuestra y estos muertos son nuestros”.
“Élite de sabios” vs. “Niños y jóvenes”
Para defender la idea de demoler al menos el 80% de los columbarios, Peñalosa ha decidido, al parecer, plantear el debate como una lucha injusta entre los intereses de ciertas élites culturales y las necesidades más básicas de la gente de Los Mártires.
Según él, por un lado, está el bienestar de los “niños y jóvenes” supuestamente afectados por la declaración de los columbarios como patrimonio y, por otro, el beneficio de “una élite de sabios” o “élite intelectual” de “artistas e intelectuales chapinerunos”, cuyas decisiones no toman en cuenta las necesidades particulares de los habitantes de la localidad.
Pero Peñalosa también ha dejado ver que le interesa el provecho económico que podría representar ocupar el lote. “(Se trata de) un terreno que es oro en polvo, de 80 mil millones de pesos, uno de los terrenos más valiosos de Colombia”, dijo en la entrevista con Blu Radio.
Sobre esto, Beatriz González le dijo a ARCADIA en una entrevista: “Peñalosa decidió presentar sus objeciones como una ‘lucha social’: un grupo de gente elitista que hace obras de arte que son ‘sofisticadas’, enfrentados a él, que se presenta como el defensor de los niños, que quiere que jueguen fútbol y que supuestamente iba a invertir 80 mil millones de pesos en eso. Pero la verdad es que estaban dejando caer los columbarios. Yo vi unos huecos muy sospechosos, que seguro estaban haciendo para que se derrumbara, porque es muy raro que empiece eso a dañarse cada vez más”.
La insistencia del alcalde en el caso y su entrevista en Blu han multiplicado las críticas en su contra. La Facultad de Artes y Humanidades de la Universidad de los Andes se pronunció a través de un comunicado diciendo que “rechaza las declaraciones del alcalde Enrique Peñalosa sobre la comunidad académica, artística, la decisión del Consejo y su forma de referirse a la obra de la maestra Beatriz González”.
Los voceros de la facultad recordaron, además, los argumentos con que en otras oportunidades los profesores de la Universidad de los Andes Mario Ómar Fernández y David Cohen habían defendido la obra González: “El fraccionamiento de la pieza urbana, con la incorporación de usos derivados e incompatibles con su carácter simbólico y cultural, podría generar un impacto negativo en la preservación de los valores de cada cementerio y del conjunto, ya que se perdería su integridad.”
Según la facultad, proteger los columbarios es importante, entre otras cosas, “porque se trata de un proyecto urbanístico de la Revolución en Marcha (1934-1938), porque tienen un valor histórico por haber albergado a los muertos del 9 de abril de 1948, porque allí se hizo el duelo por los muertos de la explosión del Club El Nogal en el año 2005, porque presentan en su fachada la obra conceptual de Antanas Mockus La vida es sagrada, porque son un complemento ideal al Centro de Memoria Paz y Reconciliación”.
¿Puede convivir un parque con un lugar de memoria?
En medio de la controversia, algunas personas se han preguntado si es posible pensar en un escenario que concilie el proyecto urbanístico de Peñalosa con la conservación y restauración del lugar de memoria. En otras palabras: ¿No sería posible hacer el parque para los niños y a la vez conservar los columbarios y la obra Auras anónimas?
En conversación con ARCADIA, Manuel Sevilla, profesor de la Universidad Javeriana de Cali e integrante del CNP (como representante de las universidades) aclaró que Consejo no se opone, en general, a la construcción de parques, pero dejó claro que la declaración prioriza “la idea de un espacio en el cual se pueda reflexionar sobre la vida, la muerte y la memoria de las personas que estuvieron allí”.
Sobre la posibilidad de combinar la propuesta del alcalde y la conservación de los columbarios, Sevilla dice que “la propuesta del parque no va en concordancia con la naturaleza que tomó este espacio desde hace muchos años. Es un espacio para la memoria”.
Agrega que existen múltiples modalidades para hacer parques hacia la reflexión, el silencio y el disfrute del verde: “Es decir que no necesariamente todos los parques deben tener canchas sintéticas de fútbol, por ejemplo”.
Por su parte, el crítico de arte Halim Badawi dijo en una larga publicación en Facebook que no entiende “la incapacidad de Enrique Peñalosa de conciliar los valores ambientales y culturales del lote de los columbarios intervenidos por la artista Beatriz González. Cualquier arquitecto o urbanista contemporáneo (al menos con un mínimo de formación) estaría feliz de plantear un proyecto de parque que concilie la memoria de la violencia, un espacio de duelo, una intervención artística y también zonas verdes para la recreación pasiva, incluso fuentes de agua o columpios para los niños. La única diversión que existe (para ‘sacar a los niños de las drogas’, como plantea el alcalde) no es la de los polideportivos, las casetas de empanadas y las canchas de fútbol. También la contemplación y la reflexión histórica sirven para escapar de los horrores del mundo”.
¿Por qué conservar una obra efímera?
Otro argumento de Peñalosa contra la decisión del CNP tiene que ver con que la instalación de González había sido concebida como una obra efímera y por ende estaba prevista para que durara, según él, por un periodo máximo de dos años.
“¿Qué tal que Doris Salcedo se hubiera ofendido porque los señores del Tate no le dejaron la grieta por los próximos cincuenta mil años”, dijo en la entrevista con Blu Radio. Se refería a la obra Shibboleth de Salcedo, que consistía en una grieta instalada en el piso de la sala principal de la prestigiosa Tate Gallery de Londres y que, al final, fue tapada.
Manuel Sevilla ve aquí un problema de comprensión de la finalidad de la declaratoria de patrimonio, pues está relacionada con los columbarios, es decir, con la estructura.
Esto significa que lo central no es la obra de la artista. Esta podría no estar en los columbarios, y sin embargo la declaratoria del CNP seguiría manteniendo vigencia, sobre todo porque se relaciona con el valor simbólico del lugar como uno de memoria.
“El alcalde pierde el foco del debate. Pensar que el patrimonio se circunscribe a los edificios o a ‘los dibujos’ es una visión bastante estrecha del patrimonio. El patrimonio cultural combina las dos dimensiones: la material, pero quizá la más importante que es la dimensión inmaterial, que es lo que representa en términos de memoria”.
Además, Sevilla recordó que cuando pidió que los columbarios fueran declarados patrimonio la artista no lo hizo para proteger su obra sino para garantizar la conservación de los sepulcros. “Ella nos dio un argumento muy poderoso: Colombia tiene decenas de festivales para celebrar la vida, pero muy pocos espacios para reflexionar sobre sus muertos, sobre el dolor, para hacer duelo”.
En sentido similar se pronunció la alcaldía de Bucaramanga, ciudad de origen de González: “Su obra Auras anónimas resulta fundamental en un país que debe propiciar reflexiones colectivas sobre el horror y el dolor de la violencia que, en medio de la inclemente indiferencia por el duelo de las víctimas, asedia su historia. En este sentido, debe ser motivo de esperanza, y no de irritación clasista, que los artistas contribuyan a la construcción y conservación de la memoria nacional y que su trabajo, libre y auténtico, sea protegido por el Estado”.
Con el tiempo, los columbarios y la obra de González se han deteriorado. Hay grietas, los techos amenazan con colapsar y algunas lápidas se han caído. Si no se toman medidas reales, la declaratoria nada podría hacer para detener los daños en la estructura y la obra de González.
El alcalde ya expresó, sin embargo, su decisión de seguir luchando por llevar a cabo su proyecto, a pesar la obligación de preservar el lugar de memoria y de que está en la recta final de su administración. A los periodistas de Blu Radio les dijo que, como último recurso, va “a explorar si existe la posibilidad de que algunos ciudadanos puedan entablar una acción judicial contra estos seres superiores de la sociedad colombiana que tomaron esa decisión”.