Arte y conflicto

Un mochuelo contra las políticas del olvido: el museo itinerante en Montes de María

El espacio político abierto por el proceso de paz, que permitió la consolidación de proyectos de memoria colectiva, es imposible de desmantelar. Ejemplo de ello es el Museo Itinerante de la Memoria y la Identidad de los Montes de María, El Mochuelo, inaugurado el pasado 15 de febrero en Carmen de Bolívar.

William López
16 de abril de 2019
Museo Itinerante de la Memoria de Montes de María El Mochuelo. Fotos: William López

Cada vez está más claro que lo que hoy está en juego para la ultraderecha en el poder en Colombia no es una política de la memoria sino la continuidad de la política del olvido que ha imperado de forma larvada, silenciosa y hegemónica desde, al menos, el Frente Nacional. Las cínicas evasivas del presidente Duque en el proceso de designación del nuevo director del Centro Nacional de Memoria Histórica, el final nombramiento de un converso político que prefiere renegar de su profesión como historiador antes que admitir el carácter contra factual de sus posiciones revisionistas, sumados a la organización de las unidades de “memoria histórica” del Ejército y la Policía, no sólo buscan establecer una estrategia negacionista con respecto a los graves y profundos efectos de la guerra de baja intensidad que ha vivido la sociedad colombiana en los últimos sesenta años, sino repotenciar la política de amnesia colectiva que se administró desde el Estado nacional, desde al menos mediados de los años cincuenta, a través de instituciones como el Departamento Administrativo de Seguridad –con todos los mecanismos, dispositivos y estrategias de dominación violenta y de exterminio de todas aquellas ciudadanías políticas que no surgieron del estrecho círculo de las grandes familias y clanes oligárquicos nacionales–.

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Sin embargo, el espacio político abierto por el proceso de paz, que permitió la consolidación de proyectos de memoria colectiva y resiliente de mediana y larga data, es imposible de desmantelar y difícil de ocluir. El ejemplo emblemático de la fuerza que tienen las iniciativas de memoria regionales, barriales y locales es el Museo Itinerante de la Memoria y la Identidad de los Montes de María, El Mochuelo, inaugurado el pasado 15 de febrero en Carmen de Bolívar. Esta nueva institución no sólo es producto de la gran valentía, lucidez y generosidad con que un grupo mujeres y jóvenes, liderado por Soraya Bayuelo y Beatriz Ochoa que, en comunicación directa y creativa con sus comunidades, lograron establecer estrategias de sanación colectiva, lejos de la retórica mesiánica de los connotados artistas nacionales, sino de la articulación de varios actores que nunca antes habían actuado juntos de forma coordinada.

La nueva institución museológica no solo recoge dentro de su conceptualización el largo diálogo sostenido por la comunidad con ella misma, sino también aquel que ha tenido con diferentes instancias de la academia como el Centro Ático de la Universidad Javeriana, la burocracia de la memoria creada a través de la Ley de Víctimas –léase Centro Nacional de Memoria Histórica–, las organizaciones de derechos humanos y algunos actores internacionales como la Embajada de Francia. Se trata, entonces, de una organización museológica que, además de estar fuertemente enraizada en los procesos de construcción de la memoria situados en el corazón de grupos y actores de los municipios del Departamento de Bolívar como Mari´a La Baja, San Juan Nepomuceno, El Guamo, San Jacinto, El Carmen de Boli´var, Zambrano, Co´rdoba, y del Departamento de Sucre como San Onofre, Los Palmitos, Morroa, Chala´n, Coloso´, Ovejas, San Antonio de Palmito y Toluviejo, también es fruto de un sofisticado proceso de diseño organizacional, que busca rememorar las 104 masacres cometidas por los diferentes grupos armados en esta región, sino escenificar la dignidad de los actos de resistencia y sobrevivencia que la sociedad civil emprendió en medio de la guerra. Este espacioda cuenta de las audaces y creativas formas de acción individual y colectiva que la comunidad asumió para sobrevivir a la imposición de un conflicto fratricida, y también de las potentes estrategias de construcción de futuro de estas comunidades.

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Frente a la sorda monodia negacionista de los sectores más recalcitrantes de nuestra sociedad, este Mochuelo museológico acaba de emprender su vuelo, en una itinerancia que lo llevará hasta los más lejanos municipios de las sabanas del Caribe colombiano, sanando la peste del olvido que impusieron los guerreros y particularmente el Estado colombiano, y llevando un mensaje de restitución cultural fundado en actos de memoria y verdad colectivas.

No se puede cerrar esta columna sin citar al menos una de las décimas compuesta por Beatriz Ochoa para la sección inicial de la exposición: “Y como solo deseamos/ resaltar la identidad/ la palabra y la verdad/ ahora un museo hemos creado/ así como lo soñamos/ como ave de nuestro suelo/ que repare con su vuelo/ nuestro proyecto de vida/ le damos la bienvenida/ al viaje de este Mochuelo.”