Sofía Gómez durante una inmersión. | Foto: BBVA

MEDITERRÁNEO

Así es el Mediterráneo turco contado por Sofía Gómez

La colombiana, que rompió el récord mundial de apnea en ese mar, cuenta su experiencia en estas líneas.

Sofía Gómez*
24 de diciembre de 2018

Siempre pensé que el Mediterráneo era helado. Eso me inquietaba porque vivo en Dominica, una isla en el Caribe donde el mar permanece tibio durante todo el año. Para mí la temperatura es clave porque favorece los descensos en la apnea, un deporte que consiste en recorrer largas distancias debajo del agua sin respirar. El pasado mes de septiembre viajé a Turquía con ese temor pues mi propósito era participar en el tercer mundial de esta disciplina y, ¿por qué no?, tratar de romper un récord.

En medio de los entrenamientos, cuando descendí en el Mediterráneo, en la costa de Kas, un pueblo muy bello al sureste de Turquía, sentí que la superficie del agua estaba a 30 grados centígrados. Vamos bien, pensé. Sin embargo, cuando empecé a nadar hacia el fondo, la temperatura bajó muy rápido.

El cambio fue tan brusco que dos minutos y 57 segundos después sentí que la temperatura era menor de 18 grados. ¡Qué susto! Eso me generó shock en el cuerpo, pero aquella sensación fue también un llamado de alerta que me permitió controlar la presión del agua y dejarme llevar por el mar. Entonces me dejé impregnar de la belleza que me rodeaba.

Había escuchado que las aguas de Kas son unas de las más cristalinas del Mediterráneo. ¡Y sí que lo son! Tienen muchos tonos de azules y turquesas que contrastan con los montes Tauro, que rodean el paisaje y no son verdes como las montañas de Colombia, sino cafés y arcillosos. Estos colores se ven muy bonitos junto a las casas blancas que allí se construyen mirando al océano.

Es un paraíso mar adentro. Muy cerca está la isla de Kekova, en donde se encuentra la necrópolis de Selimne, una ciudad hundida por un terremoto hace más de 200 años, que conserva aún algunas de sus columnas y escaleras originales. Y a tan solo seis o siete kilómetros de Kas, se pueden ver arrecifes de coral que se formaron sobre restos de aviones y buques.

Con los ojos cerrados me dejé llevar por esa belleza, por un frío que me llenaba de calma. Desde antes de la inmersión me sentía viajando en el tiempo. Kas todavía mantiene la arquitectura de los antiguos griegos y cada esquina se siente tranquila. Desciendo un poco más con mi bialeta. Frío. Azul y turquesa. Tomo el testigo y, ¡récord mundial! ¡86 metros! Con mi país en mente impuse la marca que tenían las europeas Alenka Artnik y Natalia Sharkovaser, que habían descendido 85 metros. ¡Gracias, Turquía! ¡Gracias Kas!

*Apneista.