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¿Por qué caen las remesas de Colombia hacia Venezuela?
Pese al creciente número de migrantes venezolanos, los giros de dinero de Colombia hacia el vecino país –al menos según las cifras oficiales– vienen en descenso. ¿Qué está pasando?
Desde hace tres años, cuando llegó a Colombia, María, quien trabaja como manicurista, envía religiosamente dinero a su natal Venezuela.
Los primeros receptores eran sus hijos y su mamá, pero ahora que ya todos viven en Bogotá, quien recibe la remesa es uno de sus vecinos. Él es uno de los pocos que sigue viviendo en el conjunto residencial en donde está el apartamento de María. Se encarga de apagar y prender luces, para simular que la vivienda está habitada y evitar que de ella se apropien personas ajenas. Por este trabajo, sus vecinos en el exilio le pagan un dinero, que llega en forma de remesa.
Como María, en Colombia se estima que hay más de 750.000 venezolanos trabajando formal o informalmente y con la clara intención de enviar dinero a sus familiares. No obstante, las cifras oficiales del Banco de la República sobre giros de remesas de Colombia hacia el exterior muestran una fuerte caída de esos recursos, que en 2012 sumaban US$600.000, en 2016 ya iban por la mitad y al cierre del año pasado fueron tan solo US$100.000.
La firma Econanalítica calcula que en 2018 entraron US$2.400 millones en remesas a Venezuela.
La cifra es extremadamente baja, si se tiene en cuenta que a países vecinos como Panamá y Ecuador se giraron US$15 millones y US$16 millones, respectivamente, y que a Malasia, Nigeria, Aruba y Líbano se envía más dinero que a Venezuela, algo que suena muy raro, dado que la migración desde esos países no tiene comparación con la que llega a diario por los puentes de frontera.
La explicación de este fenómeno no es otra que el gran diferencial cambiario que existe en Venezuela entre el dólar oficial y el dólar negro y la tasa de cambio peso–bolívar está mediada por la cotización del billete verde en el vecino país.
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Así, si un venezolano gira dinero por los intermediarios cambiarios oficiales, que son los que le envían información al Banco de la República, este lo pagarían a la tasa de cambio oficial, que es de 3.300 bolívares por dólar, mientras que si lo hace por canales informales, cada dólar lo pagan a más de 4.500 bolívares.
Por WhatsApp
La solución para este problema se ha convertido en un negocio para personas, de ambos países, que ahora se dedican a realizar giros internacionales de manera informal.
La mayoría de sus clientes los contactan a través de WhatsApp y los giradores les piden que les consignen el dinero que quieren enviar a Venezuela en cuentas que tienen en bancos colombianos o que se los giren a través de plataformas postales como Efecty, Sured o Supergiros (la mayoría de estos ‘empresarios’ están en Cúcuta).
Una vez tienen el dinero en su poder, entran a las sucursales virtuales de bancos venezolanos y hacen la transferencia al familiar del venezolano que trabaja en Colombia.
De esta manera, la transacción se hace en minutos y el migrante logra que su remesa se pague al mejor precio posible.
Los ‘nuevos empresarios’ de giros, por su parte, se ganan un diferencial por hacer la transacción. Por ejemplo, al cierre de esta edición cada bolívar tenía en Cúcuta un costo de $0,85 y los giradores informales lo pagan a $0,90 o $0,95.
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“Con el que yo envío, que hasta ahora ha sido muy cumplido, incluso tiene ‘hora loca’, que es cuando paga un poco más y entonces yo aprovecho”, dice Juana, una venezolana que trabaja como empleada doméstica en una casa bogotana y que gira mensualmente $400.000, que para su familia son 375.000 bolívares. Esa suma equivale a unos 20 salarios mínimos, cantidad que por la elevada inflación alcanza para muy poco.
¿Y la plata?
Aunque la forma como los migrantes venezolanos envían el dinero a su país ya está clara, lo que no es muy transparente es la forma como quienes están dedicados a este negocio convierten los pesos que reciben en bolívares para mantener con saldo sus cuentas bancarias venezolanas y luego poder hacer las transferencias a los receptores de las remesas.
Una primera hipótesis sería que el dinero nunca sale de Colombia, sino que estas personas se dedican a vivir aquí con los recursos que les depositan los venezolanos y cuando pueden envían por la trocha o vías ilegales bolívares que previamente han cambiado en Cúcuta.
Otra teoría menos optimista establece que el dinero que honradamente consiguen los migrantes es posteriormente usado por toda la ilegalidad que se mueve en la frontera.
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Como sea, lo cierto es que se está registrando un creciente flujo de recursos, que no tiene control y con el cual los migrantes sufren otra discriminación, pues deben pagar comisiones no reguladas por cada giro.
“Esto se ha convertido en un gran negocio para muchos, que le sacan jugo al diferencial cambiario”, dice un cambista de Cúcuta y prueba de ello es que cada vez más en las calles de las principales ciudades del país se ven letreros anunciando giros a Venezuela.
Por ahora son una alternativa para los migrantes, ojalá a futuro no se les convierta en otro dolor de cabeza.