Opinión

El caso Detroit

Los medios dan cuenta de la historia de una ciudad que fue próspera por varias décadas y hoy parece una ciudad fantasma. Detroit se desarrolló por la industria automotriz y por ella está en quiebra. ¿Dónde estuvo la visión a largo plazo de los empresarios, su compromiso con la sostenibilidad y el bienestar de la comunidad que le permitió crecer? Un caso para analizar.

13 de agosto de 2013
| Foto: Archivo Particular

“La mayor quiebra municipal de Estados Unidos”.  “Ícono del poderío industrial automotor en el siglo XX y motor inagotable de la economía y el progreso de Estados Unidos se declaró en quiebra”.  “La mayor ciudad que se declara en bancarrota en la historia de Estados Unidos”. “Detroit, la ciudad que se quedó sin gasolina”…

Los titulares de hace unos días en diferentes medios internacionales y nacionales con respecto a la quiebra de Detroit, la ciudad de Michigan que fue muy próspera por varias décadas y hoy está en la quiebra absoluta, me recordó la primera imagen que vi de esta ciudad en el 2009.

Vivíamos con mis hijos y mi esposo en Ann Arbor, una pequeña ciudad universitaria a 40 minutos de Detroit, y decidimos conocerla.  Sabíamos que estaba en desgracia, pero no imaginamos que lo fuera tanto. El centro parecía una película de ciencia ficción, de esas en las que los extraterrestres o los zombies llegan y asustan a los pobladores, de tal manera que salen huyendo dejando sus pertenencias.

Los hermosos edificios se veían desolados, abandonados.  Las calles estaban solas y en los pocos carros que se veían estacionados había gente viviendo allí. Se sabía porque tenían ‘todo’ adentro. Unas pocas pertenencias que llevan de lado a lado, como si fueran caracoles. Los estudiantes de la Universidad de Michigan  sabían que durante sus vacaciones debían dejar todo muy bien guardado para no tener sorpresas cuando regresaran, pues era probable que vecinos de Detroit se llevaran objetos que parecían no tener dueño.

El contraste de todo esto se veía en el  Instituto de las Artes de Detroit. Un hermoso museo en el que se conoce la historia de la que alguna vez fue una próspera ciudad por cuenta de la industria automotriz. Allí se pueden ver los más bellos y más grandes murales del artista mexicano Diego Rivera, encargados por los magnates empresarios de dicho sector. En él está una de las mejores colecciones de Estados Unidos, con cerca de 65.000 obras. Rembrandt, Rubens, Van Gogh, Degas y Cézanne, por ejemplo, están en sus diferentes recintos.

Qué tristeza pensé entonces y lo vuelvo a pensar ahora. Una industria próspera que prometía mucho y que dio mucho fue la desgracia de sus pobladores. Detroit llegó a tener 2 millones de habitantes y hoy solo tiene 700.000. El 80 por ciento de ellos eran blancos y hoy ese mismo porcentaje son de raza negra.
 
No hubo integración racial, de culturas, ni tampoco prosperidad para unos o para otros. Llegaron los carros asiáticos que consumen menos gasolina y son fabricados con menos garantías para los trabajadores y acabaron con todo. Los carros fueron la gracia y la desgracia de Detroit.

Por cuenta de ello, la ciudad tiene hoy un índice de desempleo de 20 por ciento, más del doble del promedio nacional, y debe 18.500 millones de dólares. “Llegó a ser la cuarta urbe en importancia en Estados Unidos después de Nueva York, Los Ángeles y Chicago y fue el símbolo por excelencia del desarrollo industrial de esa nación, al ser la sede de las tres grandes compañías de la industria automotriz: General Motors, Chrylser y Ford”, señaló Semana cuando dio la noticia de la quiebra.

¿Qué pasó con la visión a largo plazo de los exitosos empresarios? ¿En dónde quedó su compromiso con su entorno, con sus empleados, con la comunidad de la ciudad? ¿Tenían interés por compaginar la rentabilidad con la calidad de vida de los diferentes públicos que impactaban, con los que tenían alguna relación? ¿Entendieron la importancia que tenían para la supervivencia de la ciudad? Claramente no.

Creo que Detroit es en la era moderna un ejemplo perfecto para mostrar el concepto de desarrollo sostenible. Un caso que reúne todo para mostrar aquello que no se debe hacer cuando se quiere alcanzar la riqueza a toda costa.

*Periodista, especialista en Organizaciones, RSE y Desarrollo. Gerente de RS de Jerez&Sandoval. constanza.jerez@jerezsandoval.com