POLÍTICA
Los desencuentros de Peñalosa y Rey
Cada vez es más evidente que las políticas del alcalde de Bogotá y del gobernador de Cundinamarca van por caminos diferentes.
Tres días después de ser elegidos alcalde de Bogotá y gobernador de Cundinamarca, Enrique Peñalosa y Jorge Emilio Rey se reunieron para compartir sus visiones sobre la ciudad y el departamento. La jornada fue calificada de amistosa, y según el gobernador sirvió para recuperar las relaciones entre esos dos entes territoriales. “Además de abordar temas de desarrollo, fue una cálida conversación de carácter personal. El doctor Peñalosa es un ser humano con altísima experiencia; interesante, amable y muy inteligente, con el que vamos a trabajar de forma armoniosa”, dijo Rey en un comunicado de prensa.
Pero de ese entusiasmo inicial hoy queda poco. Así quedó en evidencia la semana pasada cuando alcalde y gobernador se enfrentaron por el proyecto de tren de cercanías que impulsa este último pero que no convence a Peñalosa. Rey insiste en que el proyecto de tren ligero para conectar el occidente de Bogotá con Facatativá es importante para la región, tiene viabilidad y no le costaría un peso a la Nación. El alcalde cree que esa fórmula de transporte no es la más conveniente y que, para conectar la ciudad a la región, sería más útil expandir la red de TransMilenio por cuanto, a menor costo, puede movilizar cinco veces más pasajeros por hora que el tren.
Tal y como ha ocurrido con otras declaraciones del mandatario bogotano, lo que encendió la pelea fue el tono que usó para referirse al funcionamiento de los trenes de cercanías. “A un tren hay que ponerle una cerca de lado y lado. Y donde se pone una cerca de 40 kilómetros, separando la ciudad, empiezan a botar basura, fumar marihuana, a reciclar, y se desvaloriza todo como un cáncer alrededor”, señaló en una conferencia. Y aunque su equipo insiste en que no se refería específicamente a la propuesta de Rey, los medios y el gobernador entendieron que estaba desvirtuando su iniciativa.
La confrontación llegó a tal magnitud que el mismo vicepresidente Germán Vargas Lleras, quien había facilitado el primer encuentro entre Rey y Peñalosa, y cuyo partido le dio el aval a ambas candidaturas, llamó al orden al alcalde. Señaló que el tren de cercanías no tendría ningún costo para Bogotá y que solo se necesitaba que la ciudad diera los permisos para su tránsito.
A las pocas horas, Peñalosa trató de arreglar la situación y vía Twitter afirmó que un tren ligero como el que viene de Faca, “que no requiere muros ni cercas”, sería bienvenido en Bogotá. Pero ya era demasiado tarde para aclarar que su molestia se debió más a la posibilidad de que los trenes estén aislados con rejas, que al mismo medio de transporte. En ese momento las redes sociales ya le habían lanzado una lluvia de críticas por usar la palabra cáncer para calificar el impacto del tren, y el gobernador había organizado una gira de medios para mostrar su malestar con Peñalosa.
Los encontrones con Rey vienen de atrás. A pesar de varios intentos por unificar sus planteamientos, desde que ambos gobernantes se posesionaron han tenido choques en lo fundamental. El primero de ellos fue en enero y se centró en los peajes que quería cobrar Peñalosa en las entradas de Bogotá. A pesar de que esa fue una de sus propuestas en la campaña a la Alcaldía, y de que todas las capitales del país cobran peaje a la entrada, el gobernador Rey la recibió mal. “Estamos hablando de integración y no de segregación”, declaró, recordando que lo eligieron los cundinamarqueses y no los bogotanos.
Un segundo distanciamiento tuvo lugar en febrero. A Peñalosa no le cayó bien que en varios foros Rey cuestionara su propuesta de urbanizar parte de la reserva Van der Hammen para permitir a Bogotá crecer en el norte, y mucho menos que señalara que los motines en las estaciones de TransMilenio en Soacha se debieran a fallas en el funcionamiento del sistema y a una falta de información sobre el aumento de la tarifa. TransMilenio es y siempre será el proyecto consentido de Peñalosa.
Pero los encontrones entre ambos gobernantes van más allá de lo técnico y tienen que ver con diferencias en sus ambiciones y estilos. Por un lado, los altos niveles de apasionamiento de Peñalosa lo llevan a usar palabras inapropiadas: decir que los terrenos de la reserva son “potreros”, o que el tren puede ser un “cáncer” ha consolidado una imagen antipática. Por otro, mientras el alcalde ya cumplió su sueño de volver al Palacio Liévano y dice no tener más aspiraciones electorales, la vertiginosa carrera política de Rey apenas empieza.
Por ello, Rey siempre busca anunciar medidas populares y, sobre todo, presentarse como el protector de los alcaldes de la región. Ya en una ocasión, refiriéndose a la iniciativa peñalosista de expandir la ciudad hacia la frontera con Mosquera, el gobernador había insistido en que el alcalde del municipio es quien tiene la última palabra sobre lo que se puede hacer en su jurisdicción.
Mientras Peñalosa tiene obsesiones de urbanista, Rey tiene ambiciones de político. No en vano, en menos de cinco años pasó de ser alcalde de Funza, a gobernador de Cundinamarca, un cargo que según los políticos de profesión está entre los más difíciles de alcanzar. Y su paso por los escaños de poder ha estado caracterizado por la mezcla entre cuestionamientos a su gestión, éxitos electorales y altísimos niveles de popularidad.
Cuando fue alcalde de Funza, la Procuraduría suspendió del cargo a Rey por 30 días por haber cobrado plusvalía a los industriales de la zona, sin contar con los elementos jurídicos para hacerlo. Así mismo, estuvo en el centro de un escándalo por el cual un contratista del acueducto municipal habría aportado recursos a su posterior campaña al Congreso.
Después de salir de la Alcaldía, el entonces gobernador Álvaro Cruz nombró a Rey director del Instituto de Acción Comunal del departamento en 2012. Entonces, según el portal Las2orillas, el presupuesto anual del instituto pasó de 600 a 9.000 millones de pesos.
Del cargo en la Gobernación, Rey saltó al Congreso al ganar una curul de representante a la Cámara en 2014. A los tres meses de ser elegido, renunció para lanzarse a la Gobernación. Luego de una campaña que sus contradictores calificaron de ostentosa, estuvo basada en el apoyo de las juntas de acción comunal y de los alcaldes de los municipios de la sabana, logró convertirse en la autoridad máxima del departamento. Quienes lo conocen dicen que también tiene poder político en Bogotá, en donde –según varios concejales—apoyó indirectamente la candidatura del excontralor de Cundinamarca Nelson Rico, a la Contraloría Distrital. Esa jugada se le habría complicado con el concepto del Consejo de Estado, que forzó a la ciudad a elegir su contralor por méritos.
Los mandatos de Rey y de Peñalosa apenas acaban de comenzar. De ahí la necesidad de buscar fórmulas para llegar a acuerdos sobre los propósitos de la ciudad y el departamento. El alcalde y el gobernador han demostrado que pueden ponerse de acuerdo y lograr consensos en temas estratégicos como imprimirle velocidad a la construcción del tramo sur de la ALO, ampliar la autopista y avanzar en la construcción de las fases II y III de TransMilenio en Soacha. Ahora, ambos gobernantes tienen el reto de articular esfuerzos para sacar adelante otros temas como las políticas compartidas de abastecimiento de alimentos, el cuidado de los cerros y la descontaminación del río. Y eso solo lo lograrán si ceden terreno y le quitan peso al protagonismo.