NARCOTRÁFICO

El enlace perdido de los narcopilotos

Las autoridades de Guatemala capturaron a Byron Ruiz, la conexión entre los Pelusos y las disidencias de las Farc con el cartel de Jalisco Nueva Generación. Enviaban la droga vía aérea a través de pistas clandestinas en Venezuela. Así operaba la red.

7 de abril de 2018

Byron Ruiz era el hombre de las mil caras. Su habilidad para improvisar con diferentes atuendos y rasgos de personalidad le permitió escabullirse en el tenebroso mundo de la mafia. Sin embargo, ningún retoque esconde la naturaleza del hombre, y menos la de un mafioso. Lo entendió así este individuo de 30 años cuando las autoridades guatemaltecas lo sorprendieron en elmomento en que se desplazaba a encontrarse con su familia. Sentía pasos de animal grande y quería proteger todo lo que tenía.

Sus sospechas eran ciertas, pero sus cálculos errados. El camino al lugar del encuentro resultó el escenario perfecto para la conclusión del operativo que las autoridades colombianas desplegaron desde el año pasado. Allí, parado en una carretera del departamento de Zacapa (Guatemala), se le cayó la máscara y tuvo que reconocer que no se llamaba José Manuel Fúnez Suárez como decía su identificación.

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‘Cayó hondureño investigado por más de 100 crímenes’, titularon los principales medios en Centroamérica. No era para menos. Ruiz no solo trabajaba con varias organizaciones en facilitar las pistas para el aterrizaje de avionetas y luego el transporte de carga, sino que también se le sindica por varios asesinados y una masacre ocurrida en Gracias a Dios el 12 de junio de 2015 en la que murieron nueve personas. Quetzalcoatl o Mochacabezas le decían a este temido jefe del narcotráfico que se encargaba de recibir e introducir los cargamentos por Chiapas y Oaxaca hasta llevarlos a Estados Unidos. Los narcotraficantes colombianos le tenían mucho miedo porque cada vez que salía un cargamento, como seguro uno de ellos debía acompañar el viaje y otro quedarse hasta que coronaran el envío.

Ruiz cayó en medio de una operación que desde octubre pasado lidera la Policía Antinarcóticos de la mano con la DEA y las autoridades inglesas. Buscan golpear una gran red internacional que facilita el transporte de la droga y ayuda a reclutar pilotos en la región.

La estrategia de la banda es fácil y efectiva. La aviación sigue ofreciendo el camino más seguro y rápido para llevar la cocaína. Por eso, al estilo de su primer mentor, Amado Carrillo Fuentes (el Señor de los Cielos), Ruiz se dedicó a construir un emporio calculado en millones de pesos. Solo de la pista en Venezuela, identificada por dos agentes colombianos infiltrados desde Norte de Santander, las autoridades colombianas descubrieron que salen dos narcoaviones a la semana rumbo a Centroamérica. Esto, sin contar centenares de pistas clandestinas ya referenciadas. En Brasil, por ejemplo, días antes del operativo, cayó un cargamento de dos toneladas que Ruiz pretendía mandar a Centroamérica.

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En su mayoría bolivianos, colombianos, mexicanos y venezolanos pilotean las aeronaves de diferentes clases. Las autoridades han logrado identificar pilotos experimentados que muchas veces han desertado o son pensionados de la Fuerza Aérea mexicana. De hecho, no hace más de dos meses detuvieron al coronel del Ejército guatemalteco Otto Fernando Godoy Cordón cuando se encontraba custodiando uno de los descargues. Pero también es cierto que el negocio está lleno de jóvenes novatos que no calculan los riesgos. Por eso, los carteles suelen, como parte de su modus operandi, pagarles el estudio a algunos pilotos hasta obtener sus licencias de vuelo.

En el caso de Colombia la mayoría de los pilotos dedicados a estas actividades históricamente provienen de los Llanos Orientales, y este detalle tiene una explicación. Uno de los pioneros y más importantes jefes de estas operaciones de transporte es un hombre al que las autoridades antinarcóticos en su momento identificaron como Juan Ramírez, conocido con el alias de Manicomio por su forma arriesgada de volar. Nació en Villavicencio y comenzó en el mundo de las narcoavionetas a los 20 años. Primero, trabajó como ayudante de tripulación de los aviones que sacaban droga de los frentes 10 y 16 de las antiguas Farc desde Vichada hacia Venezuela y Surinam. En poco tiempo pasó a pilotear las aeronaves y empezó a trabajar con el narcotraficante Daniel ‘el Loco’ Barrera.

Aunque los carteles robaban la mayoría de las aeronaves en Brasil o Venezuela, desde hace un tiempo las compran en México por la vía legal cuando están a punto de caer en desuso. Una vez en sus manos comienza el ‘enchonche’. Es decir, les quitan las sillas y equipos para abrir el espacio necesario para cargar la coca. Así, acondicionan la aeronave con mangueras para que pueda aprovisionarse de combustible en pleno vuelo con canecas con gasolina desde la cabina. De esa manera los narcotraficantes garantizan que pese a su tamaño puedan hacer un viaje largo sin necesidad de exponerse a ser atrapados.

Como las usan una sola vez, los narcotraficantes suelen dejarlas abandonadas o incineradas cuando ‘coronan’. Cargan la droga en pistas muy cerca de la frontera con Venezuela, con el fin de poder llegar al espacio aéreo de ese país en pocos minutos y así evitar, de ser detectados, que la FAC los pueda interceptar. De hecho, según pudo conocer SEMANA, en varios países acostumbran no solo pagar por una ruta que nunca se cumplirá, sino también para que las fuerzas estatales no operen cuando el avión esté en el aire.

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“Estamos trabajando con el Comando Sur y la DEA en Estados Unidos para poder tener más control en aguas internacionales”, le informó a SEMANA el brigadier general Fabián Laurence Cárdenas, director de la Policía Antinarcóticos. Y es que más que golpear el número de cargamentos enviados por los narcotraficantes, las fuerzas de la ley vienen tratando de romper la cadena. Esto explica por qué las autoridades colombianas decidieron ir más allá y trabajar en conjunto con las de Estados Unidos y Europa para dar golpes más efectivos a las estructuras.

Con la captura de Byron Ruiz las autoridades quebraron una de las principales conexiones entre los carteles que se mueven en el Catatumbo (Norte de Santander) y los mexicanos, que desde hace un buen tiempo se vienen haciendo al negocio no solo de producción, sino también de tráfico. Por eso, claman porque se ejerza un duro control para blindar a la aviación de las tentaciones del narcotráfico. Los colombianos incautan uno de cada cuatro kilos que caen en el mundo o suministran a sus pares del extranjero. De ahí la importancia de maximizar operaciones en el exterior como las que permitieron la captura del temido capo Byron Ruiz y del general guatemalteco.