ENTREVISTA

“Cambiamos de Carta Política pero el país sigue anclado en 1886”

Héctor Pineda, exconstituyente, señaló tres grandes vacíos de la Constitución del 91: la falta de reforma de las fuerzas armadas, el reconocimiento de la juventud y una mención sl Libertador.

Gabriel Bustamante Peña*
7 de abril de 2011, 12:00 a. m.
Héctor Pineda, exconstituyente y vocero del proceso de paz con el M-19.

Héctor “Tico” Pineda, Vocero del proceso de paz con el M-19; Constituyente de 1991, columnista de diversos medios y consultor en temas de paz y convivencia pacífica, contó cómo se desarrolló el proceso de deliberación y consenso al interior de la Asamblea Nacional Constituyente. En entrevista con el jurista Gabriel Bustamante, a juicio de Pineda, esta ha sido el órgano más diverso y representativo que ha tenido Colombia.

Gabriel Bustamante Peña: Como barranquillero Usted hace parte de la representación costeña en la Asamblea Nacional Constituyente, ¿Cuál cree que es el principal aporte que llevó el Caribe a la construcción constitucional de 1991?

Héctor Pineda Salazar
: Precisamente todos los constituyentes del Caribe: Orlando Fals Borda, Eduardo Verano, Juan B. Fernández, Carlos Rodado, Jesús Pérez, Julio Salgado, unidos por un gran sentimiento de regionalización, nos reunimos en enero -paradójicamente en la Casa del Cabrero, que fue donde vivió Rafael Núñez- y sin pedirle permiso a los partidos ni a nadie suscribimos el llamado Consenso Constituyente del Caribe o Consenso de Cartagena. Documento que hablaba de regionalización, autonomía territorial, de construcción de indicadores de necesidades básicas insatisfechas como fundamento del situado fiscal y logramos que se incluyera en el texto constitucional. De ahí que el espíritu de la Constitución del 91 esté permeado de autonomía regional y descentralización, que es una diferencia absoluta con el modelo de Estado central autoritario de la Carta del 86.

G.B.P.: Además de la representación costeña, la Asamblea Constituyente fue una expresión amplia e incluyente de nuestra diversidad regional, étnica, política y cultural. ¿Qué fue lo más destacado de esta composición?

H.P.S.:
La Asamblea fue un espacio único de unidad nacional, ahí había costeños, cachacos, vallunos, ex guerrilleros, todos los colores de piel, todas las tendencias políticas, todas las miradas de país, desde el anaco y la cosmovisión de los indígenas hasta el paño y el discurso acartonado de los cachacos. En la Asamblea se reflejó el país entero con todas sus luces, incertidumbres, sus chistes, sus tragedias y sus reclamos no resueltos. Estar ahí era ver materializado el sancocho nacional del que habló Jaime Bateman unos años atrás. Pero además, la Asamblea fue un paradigma de reconciliación, no sólo por darle cuerpo al proceso de paz con el M-19, el Quintín Lame, el EPL y el PRT, sino por todas las manifestaciones históricas y antagónicas que confluyeron en su composición y que se vieron reflejadas en el posterior articulado. El 4 de julio de 1991, al entregarle al país la nueva Constitución, Álvaro Gómez Hurtado, líder histórico del Conservatismo y ex secuestrado por el M-19, se funde en un abrazo con Antonio Navarro Wolf, ex guerrillero y con Horacio Serpa, líder del Partido Liberal.

G.B.P.: Pero, ¿Cómo se logró que esas grandes diferencias ahí representadas no fueran obstáculo en la tarea de diseñar conjuntamente una nueva Constitución?

H.P.S.:
Porque a pesar de que en la Asamblea se dio un choque de perspectivas ideológicas y conflictos históricos, las discusiones se dieron bajo un espíritu de consenso permanente que hizo que las diferencias no fueran causantes de rupturas sino de complementariedades.

G.B.P.: ¿Cómo se consiguió organizar el trabajo de redacción con un grupo tan diverso y qué insumos utilizaron para la construcción de la nueva Carta Política?

H.P.S.:
Primero, porque la Asamblea fue un espacio de reconocimiento de sectores que, hasta ese momento, habían sido invisibles para el conjunto de la sociedad colombiana. Segundo, porque las reglas de juego con que funcionamos fueron incluyentes de la voluntad popular, por ejemplo, recogimos, analizamos e integramos más de mil mesas de trabajo organizadas a lo largo y ancho de Colombia. Mesas que iban desde las establecidas por el gobierno, las universidades o los partidos, hasta las espontáneas que se realizaban en los barrios y donde era común ver a las amas de casa dictando cátedra de cómo deberían ser los derechos de las mujeres vulneradas. La Constituyente mandó el mensaje de que no era necesario ser doctor en derecho para redactar la Constitución, sino tener sentido común y dolerle el país.

G.B.P.: Pero surgieron momentos críticos y discusiones espinosas de difícil concertación…

H.P.S.:
Claro, por ejemplo, la alusión de Dios en el preámbulo de la Constitución fue un debate teológico con los cristianos y el Partido Conservador, por un lado, y con los laicos, otras confesiones religiosas y las cosmogonías indígenas, por el otro. Fue una discusión dura y casi paralizante que se resolvió con un consenso donde quedamos todos igualitariamente inconformes: ahí quedó un dios que será el que quiera cada espiritualidad o cosmovisión, dándole paso a un Estado laico y que garantiza la libertad de cultos. Otro momento de extrema tensión fue cuando en plena deliberación constituyente se presentó el conflicto del cierre del Congreso. Ante la negativa de muchos de los parlamentarios, Navarro anunció que iba a llegar a la plaza de Bolívar con tracto mulas llenas de firmas para revocarlos y Martín leyes y Roberto Gerlein anunciaron una guerra civil si se cerraba el Congreso. Al final, ni llegaron las tracto mulas con las firmas, ni hubo guerra civil. Se hizo un pacto político por el cual se convocó a nuevas elecciones y se inhabilitó a participar a los constituyentes. El resultado fue un nuevo Congreso con las mismas mañas y vicios políticos, por lo que alguien dijo que era Vino viejo en recipiente nuevo.

G.B.P.: ¿Qué presiones externas sufrió el proceso de construcción constitucional?

H.P.S.:
Como en todo escenario de poder hubo un intenso lobby de todos los intereses existentes desde federaciones de gobernadores que presionaban para que no se disolvieran los departamentos en el proceso de descentralización hasta familiares de presos en el exterior que buscaban usar la Constituyente para repatriarlos.

G.B.P.: Con el tema de la extradición se ha especulado mucho de que el narcotráfico permeó la Asamblea para su no aprobación…

H.P.S.:
Es una infamia que quieran presentar a los constituyentes como unos vendidos al narcotráfico, una malintencionada malformación del momento histórico. En el momento en que se discute la extradición cerca del 90% de la gente estaba en contra de esta medida, nosotros como AD-M19 nos oponíamos por un sentimiento de soberanía nacional. En un momento en que no se había construido aún una jurisdicción universal penal nos parecía indigno, denigrante que un juez extranjero juzgara a nuestros nacionales.

G.B.P.: Veinte años después, para usted ¿cuál es el gran vacío de la Constitución de 1991?

H.P.S.:
Tres grandes vacíos. El primero el no haber podido depurar y reformar las fuerzas armadas para colocarlas a la altura de la nueva Carta Política. Esa falta de consenso para lograrlo, la hemos pagado caro en todos estos años. La segunda un reconocimiento verdadero a la juventud, que fue el motor del proceso constituyente. Nosotros propusimos que el derecho al voto se otorgara a los 15 años y si Álvaro Leyva no se para a orinar a la hora de la votación lo hubiéramos logrado, por eso luego se han creado espacios de pseudo participación para los jóvenes que terminan por desmotivar la participación juvenil. Y tercero, el gran olvido de la Constitución Nacional es el Libertador Simón Bolívar, no existe ni una sola referencia a Bolívar en toda la Constitución, esto es una omisión imperdonable especialmente para los constituyentes del M-19 que no fuimos capaces de invocarlo en el texto constitucional a pesar de haber robado su espada como símbolo de inspirador de nuestra lucha. Por eso, en un esfuerzo histórico para enmendar este desagradecimiento, propongo buscar un consenso nacional para incluir por medio de un acto legislativo al Libertador en el preámbulo de la Carta Política.

G.B.P.: Por último, veinte años después, ¿qué destaca de la Constitución y que critica?

H.P.S.:
Destacaría que después de años de oprobio y exclusión la Constitución reconoció e invistió de derechos a los indígenas y a los afrocolombianos; destacaría la acción de tutela; el equilibrio de poderes que nos salvo de la reelección perpetua de Uribe; el reconocimiento de la soberanía popular, el concepto respetuoso e incluyente de familia; el Estado laico y multicultural; la protección del medio ambiente; los derechos humanos y todo el conjunto de derechos y garantías que no son postulados separados e independientes sino que configuran un conjunto de prerrogativas en las cuales a los colombianos se nos reconoce como ciudadanos y como sociedad. Y lo que criticaría es lo que ya había advertido Álvaro Gómez cuando terminamos la Constitución, al decirnos que íbamos a necesitar una enorme revolución cultural para armonizar la nueva Constitución con el alma de los colombianos. Hoy gran parte de la inaplicabilidad de la Constitución es porque tanto ciudadanos como gobernantes siguen con mentalidad centralista, autoritaria, intolerantes con la diferencia, insolidarios; mejor dicho cambiamos de Carta Política pero el país sigue anclado en la Constitución de 1886.
 


 
*Gabriel Bustamante Peña es asesor jurídico de la Corporación Viva la Ciudadanañía