¿Qué hacer con la plata?

6 de septiembre de 2002, 12:00 a. m.

Hasta hace poco, la tarea de invertir podía ser relativamente sencilla para aquellos a quienes no les gustaba el riesgo. Siempre era posible encontrar alternativas seguras con rendimientos conocidos, en papeles de deuda del gobierno colombiano (bonos de Tesorería TES o bonos yankees), en la imparable economía de Estados Unidos o en otros países. Hoy, en cambio, ni siquiera los inversionistas más conservadores encuentran dónde poner la plata. Lo que antes parecía seguro ha dejado de serlo, como lo pueden confirmar quienes acaban de registrar cuantiosas pérdidas en sus inversiones en TES. La situación es única en décadas, pues es muy difícil encontrar dónde poner la plata, ni siquiera para cumplir un objetivo que hace poco habría parecido risiblemente modesto: conservar el valor real del dinero.



El riesgo, que durante años fue una variable ajena a las preocupaciones de la mayoría, se ha convertido en elemento central en cualquier decisión de inversión. La incertidumbre reina en todos los frentes. Desde las dudas sobre la economía de Estados Unidos, donde abundan los indicadores contradictorios, hasta las relaciones de contagio que aparecen sorpresivamente entre cosas como la crisis de Brasil y los precios de los TES en Colombia, la lectura del panorama exige una habilidad extraordinaria. En este informe, Dinero da respuestas a los interrogantes que hoy acosan a la mayoría de los inversionistas.



¿Por qué hay tanta desconfianza en los mercados?



Que en este momento haya desconfianza no sorprende. Tan solo en las bolsas de Estados Unidos, los inversionistas han perdido más de US$7 billones (US$7 millones de millones) en los últimos 30 meses. Las razones son múltiples. Primero, las expectativas sobre las empresas de tecnología se vinieron a pique y dejaron en la ruina a muchos. Luego, la economía de Estados Unidos empezó a debilitarse. A esto se sumaron los ataques terroristas del 11 de septiembre del año pasado, que partieron en dos la historia de Wall Street, así como la del resto de las bolsas del mundo. A partir de este día, la incertidumbre y el riesgo se tomaron los mercados y las perspectivas de futuro dejaron de ser claras.



Los escándalos financieros de empresas que fueron las estrellas de los 90, como Enron y WorldCom, y las dudas que aparecen sobre otras firmas que tuvieron una imagen intachable durante décadas, han dado un golpe extraordinario a la confianza. Este ha sido el factor de mayor impacto, porque lleva a los inversionistas a pensar que el problema no es que nos encontremos en una fase mala del ciclo, sino que los fundamentos mismos del mercado están afectados por la podredumbre. Los números de las empresas se miran con desconfianza y nadie sabe cuál es el verdadero valor de las acciones, o si están baratas o caras. Los criterios conocidos para decidir el momento de comprar o vender están en entredicho.



Para que la actividad vuelva, se necesitan buenas noticias al menos en tres frentes. Primero, que la desconfianza en los mercados no se transmita a la economía y afecte su recuperación. Segundo, que las empresas vuelvan a crecer y a mostrar resultados positivos. Y tercero, que haya señales creíbles de que hacia el futuro no habrá más escándalos financieros en las compañías. Todo indica que esas condiciones van a tomar tiempo para cumplirse.



¿Por qué lo que pasa en el resto del mundo afecta las inversiones en Colombia?



Es un cliché afirmar que la economía se globalizó y los mercados están interconectados. Cada día son más diversos y sofisticados los caminos por los cuales la economía colombiana recibe impactos del exterior. Para los inversionistas, sin embargo, lo difícil es saber mediante cuáles canales se va a manifestar la conexión, y cuándo, dónde y con qué fuerza van a ocurrir los efectos más sustanciales.



La ruta por la cual se transmite el impacto de los cambios en la tasa de interés, por ejemplo, es cada vez más incierta. Cuando la Reserva Federal de Estados Unidos decide bajar las tasas de interés en su país para estimular el crecimiento de la economía, los efectos llegan casi instantáneamente hasta Colombia. Si el Fed reduce la tasa de interés interbancaria de corto plazo, se reducen también las tasas sobre los bonos del Tesoro y las tasas del resto de los bonos que se transan en el mercado de Estados Unidos. A partir de ahí, el impacto se siente en países como Colombia, pues las tasas de los bonos de deuda externa de estos países se fijan tomando como referencia los bonos del Tesoro estadounidense.



En principio, las menores tasas de los papeles del Tesoro deberían reflejarse en menores tasas para los papeles de deuda colombiana y un menor costo de esta deuda. Sin embargo, el efecto en esa dirección se perdió por la complicada situación que viven América Latina y Colombia. Los spreads (puntos de interés que se deben pagar por encima del rendimiento de los bonos del Tesoro) de los bonos de deuda brasileña han aumentado sustancialmente, como consecuencia de la desconfianza de los inversionistas frente a la posibilidad del triunfo en las elecciones presidenciales de uno de los candidatos de la oposición. Esto llevó al aumento de los spreads de los bonos de deuda de los demás países de América Latina y, por supuesto, de Colombia.



El efecto sobre Colombia llegó a un punto crítico a mediados de agosto. La volatilidad de los precios de los papeles de deuda externa colombiana (los bonos yankees) puso en estado de alerta a las entidades financieras del exterior, que retiraron sus líneas de crédito a muchos operadores que usaban sus posiciones en yankees como colateral para fondearse. Puesto que el 70% de los tenedores de estos papeles son colombianos, en especial entidades financieras y fondos de pensiones, no tuvieron más remedio que salir a buscar los recursos en el mercado interno. Para hacerlo, liquidaron posiciones de TES para comprar dólares y fondear la operación en el exterior. El resultado fue la caída del precio de los TES, el aumento de su tasa de interés y el aumento del precio del dólar.



Al mirar atrás es claro que al mismo tiempo que ocurría un hecho positivo, como la caída de las tasas de interés en Estados Unidos, se acumulaba un efecto negativo que tendría un impacto mucho mayor sobre Colombia, representado por la pérdida de confianza en la deuda pública de Brasil y también en la colombiana. Las fuerzas en conflicto eran claramente identificables, pero el momento en que estallarían era impredecible.



¿Hay más caminos para impactos desde el exterior?



Los movimientos de la tasa de cambio también están teniendo gran importancia. La debilidad de la economía de Estados Unidos y su incapacidad para dar señales claras de recuperación han llevado a la desvalorización de su moneda. En los últimos tres meses, el dólar se ha devaluado un 10% frente al euro y un 5% frente al yen.



Colombia se ve afectada por estos movimientos, pues el peso tiene como referencia principal al dólar y nuestras exportaciones dependen en un 50% del mercado de ese país. Pero no solo nos afecta el dólar, sino también el bolívar. En la medida en que la moneda venezolana se devalúa más rápidamente que el peso, este último tiende a revaluarse con lo cual se reduce la competitividad de las exportaciones colombianas.



En suma, los movimientos de estas monedas extranjeras, que están por fuera del control de Colombia, afectan la competitividad de nuestro país. La devaluación del dólar frente al euro y al yen hace que los productos colombianos resulten más baratos en Europa y Japón. Lamentablemente, nuestras exportaciones hacia esos países no responden muy rápido a cambios de precios. Al mismo tiempo, nuestra deuda en euros y yenes se hace más cara, y los rendimientos en pesos de las inversiones en esas monedas aumentan. Por su parte, la depreciación del bolívar se ha reflejado en una caída de nuestras exportaciones hacia Venezuela en este año.



¿Qué puede esperarse de las tasas de cambio y de las tasas de interés externas e internas?



Es muy posible que el Fed reduzca en su reunión de septiembre una vez más las tasas de interés de corto plazo en unos 25 puntos básicos. Esta entidad ha sido enfática en afirmar que no quiere ser responsable del estancamiento de la economía de Estados Unidos, de modo que, ante las dudas que aún persisten sobre una segunda recaída de la misma, está dispuesta a seguir aflojando la política monetaria.



En cuanto a las tasas de interés internas, aunque la política de la autoridad monetaria ha sido mantenerlas bajas, lo más probable es que empiecen una tendencia hacia el alza. Los problemas de financiamiento del gobierno central, tanto internos como externos (ver página 28), seguirán presionando hacia arriba las tasas. El Banco de la República enfrentará presiones cada vez mayores. En comparación con lo que viene, los últimos 12 meses serán recordados como una época de tranquilidad para esa entidad. No había presión por la inflación, ni interés por el dólar pues se estaba revaluando, mientras que la demanda de TES descansaba en la certeza de que este vehículo de inversión era seguro y confiable. Ahora entramos en una fase de alto nerviosismo, en la cual los inversionistas van a tender a sobrerreaccionar ante los hechos y el Emisor tendrá que esforzarse al máximo para mantener la estabilidad en los mercados.



En cuanto a los tipos de cambio, mientras persistan las dudas sobre la capacidad de la economía estadounidense de recuperarse de una vez por todas, el dólar estará cerca de la paridad con el euro y tenderá a devaluarse frente al yen. El peso, por su parte, continuará subiendo, pues no se ven razones que apunten en el sentido contrario. Qué tanto se devaluará el peso depende de los flujos de capital externos hacia el país, los cuales están determinados por el acceso a los mercados financieros externos, las exportaciones y los préstamos de las multilaterales. El escenario básico hacia los próximos 18 meses en todos esos frentes no es positivo.