CARTAS
Cartas
La doble moral
No podía creer lo que leí en SEMANA edición n.°1862, en los Confidenciales, ‘¿Otro inocente?’ Releí tres veces, pues era difícil que fuera cierto: quien pagó cárcel por delinquir con la trampa del cohecho para dar lugar a la reelección del segundo gobierno de Uribe, espurio por las varias trampas, “tuvo la satisfacción [¡!] de que todos los presentes se pararon y lo ovacionaron”. ¿Dónde? En un sitio que se supone reúne a la elite social y económica colombiana como es el Gun Club. ¡Qué vergüenza!, pues no era un salón de billar de algún barrio o pueblo desconocido.
Ese afrentoso hecho es similar a la calurosa bienvenida que con ovación incluida y de pie dio buena parte del Congreso de la República a tres criminales paramilitares el 28 de julio de 2004, Salvatore Mancuso, Ramón Isaza y Ernesto Báez, comandantes de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, quienes minutos después les echaron en cara que el 33 por ciento de ustedes es nuestro, pues nosotros los pusimos ahí.
Al igual que muchos colombianos que no sufren del síndrome de la doble moral, el entonces embajador de Estados Unidos, William B. Wood, se refirió a ellos como “narcoterroristas, ladrones y asesinos, no patriotas”. ¿Hasta cuándo seguirán tantos y tantos colombianos jugando el fatídico y perverso juego de ‘mi delincuente predilecto’?
Camilo Mendoza Laverde
Bogotá
Desviación pura
Su artículo de portada ‘Prieto en la mira’ (SEMANA, n.° 1862) revela que habrá imputación de cargos para el señor gerente de la campaña, pero me dejó desconcertado a dos niveles. En primer lugar, porque si bien en el continente el escándalo Odebrecht ha tumbado peces grandes, aquí le resbala incluso a exgerentes de campaña.
En segundo lugar, porque lo van a juzgar por un lobby ante la ANI para la firma de un millonario subcontrato de una firma privada. ¿La conclusión? Si va a delinquir impunemente en Colombia, hágalo con peces grandes y nada le será imputado.
Julián Soto Navarro
Pasto
Una literal ‘nota’
No soy fan del reguetón, no creo que la calidad se pueda medir en cifras o en clics de YouTube, pero quiero expresarles que valió la pena empezar el año con la revista por el informe ‘Colombia suena en el mundo’ (SEMANA, n.°1862). Me pareció una radiografía pertinente, entretenida e, incluso, educativa.
Juan Bernardo Camacho
Bogotá
A pasos agigantados
Apenas con su edición n.°1862 comienza este año de consolidar cambios, como oportunamente se evidencia en su sección Vida Moderna. No pretender tener 12 deseos sino mejor precisar en tres, uno laboral, uno personal, uno económico, concretos y específicos con metas en el tiempo es más oportuno, puede evitar dispersión mental o frustración permanente durante 2018.
Ver la realidad sin mentiras es vivir en el camino conveniente, creando hábitos como la autorregulación y fortalecerla mediante el autocontrol postergando gratificaciones por un objetivo mayor, es urgente hoy día.
Esta época de tanta información en la que estamos saturados de exceso de estímulos y opciones, bien su artículo destaca que debemos encauzar y armonizar deseos y propósitos. pues tanta intolerancia e indiferencia crea más separación que avance.
Debemos respetar la naturaleza, dignificar a la raza humana y a todo ser vivo plantas y animales-, pues la cultura y civilización avanzan a pasos agigantados.
Diego Casabianca Escallón
Bogotá
Excepto esta
Soy lector asiduo de la revista SEMANA, especialmente de su columnista Daniel Coronell, quien por sus investigaciones en el ámbito político es consultado y seguido por miles de colombianos a los que nos gusta que la verdad sea revelada a pesar del peligro que ello implica en una sociedad polarizada como la nuestra.
He estado de acuerdo con la casi totalidad de sus columnas, excepto con la de esta semana (n.° 1862) en lo relativo con el abogado Abelardo de la Espriella Otero, pues sacar a la luz pública sus activos como el poseer un jet privado y un reloj caro no son ningún delito en Colombia ni en el mundo, máxime si el valor de los mismos provienen de las asesorías que él presta como abogado reputado. No veo por qué se escandaliza Coronell si estos bienes que posee el señor De la Espriella los ha adquirido con el valor de los ingresos provenientes de los millonarios contratos que presta a importantes personalidades y empresas públicas y privadas
Otra cosa es que estos bienes hubiesen sido robados o producto de actividades ilícitas o no declaradas ante el gobierno colombiano, lo cual no ha sido probado ni ocurre en este caso. El señor De la Espriellla, como todos los colombianos, puede visitar Cuba, Venezuela, Bonaire, París, Roma, etcétera, si tiene dinero para ello como también puede negarse a responder preguntas impertinentes o de su ámbito privado como no dar el nombre de sus socios, contratistas o amigos.
Fredi Becerra Mosquera
Bogotá
Independientes o no
El artículo sobre las llamadas librerías independientes,(SEMANA n.° 1858) me parece sesgado, parcializado, falto de equidad y discriminatorio. Eso de librerías independientes me suena a racismo librero.
No sé qué quiere significar lo de ‘‘librerías independientes’’. Que yo sepa, salvo la librería del Fondo de Cultura Económica, que está subsidiada por el gobierno mexicano y tal vez alguna librería perteneciente a las instituciones del Estado, todas las demás librerías en Colombia son de propiedad particular.
Ya sea como empresas de una sola persona, tal cual la Panamericana, que pertenece a un solo propietario, o la Librería Nacional, que pertenece a un grupo familiar. Ninguna es propiedad de multinacionales, ni franquicia de nadie, ni reciben ayuda estatal, ni nada por el estilo.
Es decir, son independientes en su concepción y formación como empresas. No nacieron siendo grandes. Empezaron siendo pequeñas y crecieron con el tiempo, gracias a un arduo trabajo, a una labor ingente y tenaz, para salir adelante y progresar. Por supuesto con conocimiento de la profesión de librero y con dominio y experiencia comercial.
Esas librerías grandes también hacen labor cultural. No es que solo les interese la parte económica. La Nacional, por ejemplo, realiza actividades de lectura con niños todos los meses, hace firmas de escritores en sus librerías, (hasta premios nobel han firmado en la Nacional), patrocina un premio literario para jóvenes talentos, a fin de estimular a los escritores que se inician, dona libros a la red de bibliotecas que maneja la Biblioteca Nacional y patrocina y atiende la parte logística de los libros, en el Hay Festival de Cartagena.
Esta labor la realiza de manera callada, sin pregones ni trompetas. Toda librería, por el solo hecho de servir de vínculo entre el autor y el lector, ya está haciendo labor cultural. Si esta se ha realizado, como es el caso de la Nacional, por más de 75 años, pues más meritorio entonces.
Estoy seguro de que la Panamericana también realiza eventos culturales. Entre otros, publicar libros de escritores colombianos y difundir su obra.
El gremio del libro afronta muchos problemas y dificultades, que se deben analizar para encontrarle soluciones.
Pero este análisis y ese trabajo de mejorar el sector debe hacerse de manera conjunta, no divididos, como si no perteneciéramos todos a una sola cofradía: la de los libreros.
Felipe Ossa
Bogotá