CICLISMO
Crónica del día | Giro de Italia 2021: Egan y la ilusión de una familia colombiana
Martha Rangel y sus hijos, colombianos que viven hace 11 años en Gorizia, Italia, esperaron por horas para un autógrafo de Egan Bernal, y no lo lograron. Esperarán otra oportunidad, quizás en este Giro, que mañana tendrá su etapa “reina”.
Si la hubiera visto Egan. A ella, a Martha, que se paró desde la 1 de la tarde frente a las vallas, en la meta de la etapa 15, en Gorizia, esa ciudad mitad italiana y mitad eslovena, separada, durante los días más duros de la pandemia, como el Berlín de la Guerra Fría. Si la hubiera visto Egan, a ella, a la crespa, porque a Martha se le ven lindos los crespos, y por eso su esposo le pide que no se los quite nunca, porque “la hacen ver tan colombiana, tan hermosamente colombiana”, y ella se lo cree, y entonces se los arregla en los días especiales.
Y hoy era uno de esos días especiales, porque Martha vive en Italia, en Gorizia, desde hace 11 años, con sus dos hijos: Isabella y Valentino, una niña y un niño que solo han visto los paisajes del Friuli y escuchado los dialectos del noreste de Italia.
Si la hubiera visto Egan, arropada por la bandera de Colombia y vestida con la camiseta de la Selección Colombia. Y toda ella y sus hijos eran Colombia, una acuarela de la Colombia que por estos días se desangra, pero que siempre ha sido esa Colombia de múltiples colores y paisajes alucinantes.
Egan no la vio, porque en su afán de terminar la etapa, pasó raudo por la meta y ni miró hacia las vallas atestadas de aficionados. Solo miró la meta, y la cruzó con ganas de que fuera la etapa 21, y entonces irse para el podio a recibir su última champaña Astoria y su último peluche de recuerdo, y levantar los brazos con el ‘Senza Fine’, y que por fin pueda despertarse y convencerse de que todo esto no fue un sueño y que él, sí, él, un chico que vendía flores amarillas en Zipaquirá, es el nuevo campeón del Giro de Italia.
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Si lo hubiera visto Martha, a él, a Egan, rebosante de rosa y sentado en su poderosa Pinarello, cruzando la meta como una saeta, esperanzado en otro baño de gloria, aunque todavía faltan días, falta Giro, faltan sacrificios.
Quizá se vieron los dos, en algún momento. Dos miradas colombianas llenas de ilusiones diversas, diferentes, en la tarde lívida de una Gorizia en domingo, suspendida bajo un cielo de tenue melancolía.
Martha quería ver a Egan para que le firmara una foto. La lleva en su bolso desde hace cuatro días, cuando desde Bogotá le confirmaron que su cuñado, Enrique Peña, esposo de Pilar, su hermana, había muerto por covid, a los 59 años de edad. Y Enrique, que siempre amó el ciclismo, habría querido encontrarse con el campeón azabache de Zipaquirá. Y eso lo sabía Martha, y por eso imprimió su foto, en una papelería de la vía D’Alviano, frente al Auditorio de la Cultura Friuliana.
Sus dos hijos le ayudaron cuanto pudieron para que se diera el encuentro. Gritaron y pitaron con sus silbatos para que algunos de los ciclistas los miraran, pero ninguno se dio la vuelta. Luego corrieron hasta la zona de prensa para ver al campeón del Tour 2019 dando declaraciones, pero él no los vio.
Y no los vio porque era imposible ver algo en ese mar de gente delirante, de hinchas de todas partes del mundo con banderas, con camisetas, con carteles.
Egan, como los demás 154 ciclistas que quedan en el Giro, pensaba nada más que en el hotel, y en la jornada “reina” que se avecina, con cuatro puertos de montaña: tres de primera categoría y uno que está más allá de cualquier ecuación, el paso Pordoi, donde fue ubicada la ‘Cima Coppi’. Más de 5 mil metros de desnivel positivo en una jornada con 47,8 kilómetros de altísima montaña y con rampas de hasta el 18 %.
Pensaba en eso, y en terminar una jornada que comenzó accidentada, con una caída justo en el inicio, en que se vieron involucrados 60 corredores y que produjo el retiro de Emannuel Buchmann, del Bora, de Giaccomo Nizzolo del Qhubeka, de Jos Van Emden del Jumbo y de Natnael Berhane, del Cofidis.
Así y todo, la etapa siguió su curso por tierras eslovenas e italianas, y, como todos los días, la fuga firmó su compromiso con la victoria, y lo cumplió. Terminó ganando el belga Victor Campenaerts, excampeón europeo de contrarreloj, y Sebastián Molano fue el mejor de los colombianos, en el puesto nueve.
Y todo eso lo vio Martha Rangel, desde las vallas, como una niña que mira el parque solitario, desde su ventana, mientras cae la lluvia. En otra ocasión quizá pueda por fin encontrarlo y pedirle que le dé el autógrafo para su cuñado, y quizá, también, un abrazo bien colombiano, para recordar esa tierra que arde a nueve mil kilómetros de distancia.