CICLISMO
Crónica del día | Giro de Italia 2021 | El ocaso de la Corsa Rosa
Se acerca el final del Giro de Italia. Quedan dos etapas de montaña y la contrarreloj de Milán, tres fracciones que prometen batalla en la ronda transalpina. Egan sigue de líder y espera llegar así hasta el final.
Se acerca el verano en Italia y eso lo saben los 147 corredores que todavía soportan la dureza del Giro 104, el segundo de la pandemia y el que rinde homenaje a la maglia rosa en sus 90 años de existencia.
Se acerca el verano y los mares son cálidos en las tardes. Soplan vientos suaves desde las montañas y los Alpes esperan, como ancianos gigantes y de mechones blancos, atados a la tierra por profundas raíces de magma, a que lleguen los retadores de sus colmillos grisáceos, para bautizarlos de héroes eternos, como las rocas fecundas que han dado vida al Rin y al Danubio.
Y con el verano tan cerca, todos se quieren ir de vacaciones, incluyendo a Simon Pellaud, el suizo con acento reguetonero, y Alberto Bettiol, el italiano con pinta de modelo de Calvin Klein, ganador de la etapa 18, quien, tras cruzar la meta, dijo: “Es un honor haber ganado una etapa en el Giro que ganará Egan Bernal, porque él es un corredor que pasará a la historia, como Pantani o Hinault, y es lindo ser parte de esa historia”.
Pellaud, en cambio, manifestó su deseo de que se acabe la “gara”, para así poder volver a su montaña, a Medellín, para comerse una arepa caliente con mantequilla o aguacate.
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“Ya quiero vacaciones, y no soy el único. Ya quiero volver a mi cabaña”, expresó.
También quiere irse para su hogar Bettiol, compañero de Rigoberto Urán en el Education First, y gregario de lujo de Hugh Carthy, británico que todavía aspira al podio en Milán.
“Hoy me siento feliz, pero mañana tendré que ayudar a Carthy en la montaña. No puedo celebrar como quisiera, pero me siento contento por estar en este equipo y tener aspiraciones”, afirmó el italiano, muy aplaudido por sus coterráneos en la meta de Stradella, una ciudad ubicada sobre un montículo tan viejo como los Cárpatos, y tantas veces destruido como el Imperio romano.
El cansancio de tantos días se nota en las caras de los ciclistas, que ya ni encuentran sosiego entre sus familiares, y tampoco entre los cientos de aficionados que los vitorean en cada etapa. Hasta eso los cansa, los elogios, los mimos, y todos sueñan con playas, con bosques, con lugares alejados del bullicio.
Pero el Giro no ha terminado. Queda poco, eso sí, pero no ha terminado. Mañana y el sábado se vivirán las dos batallas alpinas, en Alpe di Pera y Alpe di Motta, y luego la contrarreloj, la dura contrarreloj, donde Bettiol, el héroe de la jornada de hoy, también es favorito.
Quisiera irse, ya mismo, Egan Bernal, con su reluciente maglia rosa y con su trofeo Senza Fine, ese que ayer acarició cuando le fue presentado por la madre de Marco Pantani, Tonina. Lo encontró tan brillante, tan cercano, que no pudo aguantarse las ganas de tocarlo, de casi besarlo con las yemas de sus dedos.
Las vacaciones para Egan, sin embargo, tardarán en llegar. Mañana y el sábado lo atacarán desde varios frentes, y él deberá resistir y sufrir, como en Sega de Ala, porque también los campeones sufren, y más si quieren derribar el umbral de la eternidad.
“Estoy tranquilo, y esperando. Sé que mi equipo me apoyará y haremos lo mejor posible en lo que resta. Estas carreras son duras hasta el final”, dijo el colombiano, todavía con el recuerdo fresco del rostro de Daniel Martínez tirándolo de las venas de su corazón: “Vamos, vamos, vamos capo”.
Ya llega el verano, sí, pero primero, la caravana del Giro tendrá dos días de invierno, y de infierno, allí donde Italia llora el accidente del funicular, y allí donde se forjan las leyendas: los Alpes.
“Es tierra conocida por los colombianos, es tierra vencida también”, expresó Oliverio Rincón cuando se le preguntó por el final del Giro. “Ya hemos ganado allí, y Bernal puede volver a hacerlo”, añadió el boyacense, ganador en Schnalstal, en el Giro de 1995.
Vacaciones, todos quieren vacaciones. Ya son 18 etapas sobre las espaldas, 18 etapas que pesan en las piernas, pero aún queda terreno y trabajo, y el sol tardará en brillar, tardará hasta el último pedalazo en la capital lombarda, el domingo, cuando los arreboles lleguen para ruborizar el ocaso de mayo, y el final de la Corsa Rosa.