CICLISMO
Crónica del día | Giro de Italia 2021. La batalla de Gaviria, un halcón con las alas rotas
El colombiano no pudo disputar el esprint de la segunda etapa del Giro por un malentendido con su compañero Juan Sebastián Molano. La etapa la ganó el belga Tim Merlier, del Alpecin.
Cuando Fernando Gaviria tenía 7 años de edad, se sentó frente al televisor de su casa, junto a su padre Hernando, y se puso a ver el Tour de Francia. Era la primera vez que veía una carrera de ciclismo importante y quedó sorprendido. No cerró la boca durante las dos horas de la transmisión, pero tampoco pronunció una sola palabra. Vio la carrera de pie y, cuando terminó, dijo categóricamente: “Papá, yo quiero ir a Europa y correr esas carreras. Quiero ir al Tour y al Giro”.
Sabía montar bici desde los dos años, edad en la que obtuvo su primera bicicleta. Estaba caminando con su padre y su hermana por Villa Lorca, en La Ceja, oriente antioqueño, y de un momento a otro, mientras Hernando Gaviria recibía una llamada, Fernando se escapó.
Juliana, su hermana, comenzó a gritar: “Papá, papá, Fernando no está”. Corrieron a buscarlo y lo encontraron en la casa de un profesor. Resulta que Fernando había visto pasar al señor con su hijo, quien iba en una bicicleta muy bonita, de manubrio colorido y marco rojo.
Casualmente, Hernando conocía al profesor y le preguntó por la bicicleta. “Es de mi hijo, pero se la puedo vender”, le dijo el amigo.
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“Listo, se la compro”, replicó Hernando.
Esa bicicleta costó 18 mil pesos y en ella aprendieron a montar Juliana y Fernando.
Hoy, en la salida de la segunda etapa del Giro de Italia, entre Stupinigi y Novara, sobre 179 kilómetros, en territorio piamontés, Gaviria parecía haber vuelto a su niñez. Se paseaba por la zona de equipos con una patineta, saludando a los aficionados y bromeando con sus compañeros y colegas. Se hizo selfies, estrechó manos y se dejó vitorear por los italianos, quienes lo quieren desde su debut en 2017, cuando ganó cuatro etapas y se vistió de ciclamino.
Ganó una más en 2019, antes de la arremetida de la covid-19, enfermedad que lo golpeó dos veces, diezmándolo física y psicológicamente. Fernando tuvo que quedarse meses en Emiratos Árabes encerrado en el cuarto de un hotel, hablando con sus familiares, haciendo ejercicios en el piso y jugando PlayStation.
No gana desde el Giro della Toscana, en septiembre de 2020, y traía sangre en el ojo. Está harto de que le digan que “ya no sirve”, que “ya está acabado”, y en Novara, tierra que durante siglos ha tenido que defenderse de invasiones y guerras, veía la oportunidad para resarcirse consigo mismo.
“Siempre hay velocistas muy fuertes en las carreras de tres semanas. Este Giro no es la excepción, pero confío en mis capacidades”, dijo el antioqueño en la presentación de equipos. Desde entonces habló poco con la prensa, concentrando en sus piernas, en los watts, en la estrategia.
El UAE Team lo trajo como una de sus principales banderas y lo rodeó con los mejores soldados: Richeze, Molano...
Salió con ánimo de Stupinigi, manteniéndose agazapado en el lote cuando era necesario, y ubicándose en la vanguardia cuando los leños quemaban. Sus compañeros lo arroparon y lo fueron subiendo a la punta de carrera cuando ya escaseaban los kilómetros. Los demás velocistas, entre ellos Merlier (Alpecin) y los italianos Nizzolo y Viviani, traían miradas amenazantes. Gaviria no se dejó amedrentar y organizó su tren. Richeze y Molano fueron sus puntas de lanza y el esprint se abrió de cara a la recta final.
Merlier azuzando, Caleb distraído, Viviani y Nizzolo más fuertes que nunca y Sagan, el poderoso Sagan, ahí no más, al acecho.
En el último tramo del remate, la tragedia. Molano, apurado por dejarle una línea libre para el esprint, terminó cerrándolo. Gaviria, demostrando toda su experticia, se salvó de una caída que habría sido dramática, y se mantuvo sobre los pedales. No pudo competir por la victoria, que finalmente terminó en manos de Merlier, y tampoco pudo entrar entre los diez primeros.
Un duro golpe para el colombiano, que sigue buscando salir a flote después de sus largos padecimientos con el coronavirus. Tendrá más oportunidades, lo tiene claro. No será mañana rumbo a Canale, que será una jornada propicia para las fugas, pero sí podrá soñar con una nueva victoria en la quinta fracción, con llegada en Cattolica, una hermosa ciudad a orillas del mar Adriático, aguas en las que Gaviria, un halcón con las alas rotas, querrá renovarse para volar de nuevo.