CICLISMO
Crónica del día | Giro de Italia 2021: Van der Hoorn se quitó “un taco” de la garganta
Por fin celebró un triunfo el corredor neerlandés de 27 años, quien el año pasado salió del Jumbo Visma. Hoy, en Canale, por fin ganó en una carrera grande, y no hay mejor bautizo que ese para un ciclista profesional.
Nadie se esperaba un triunfo del Taco Van der Hoorn, ni siquiera él, un chico de Róterdam que quería ser futbolista, como Gullit, pero sin el afro, o como John ‘El Lobo’ de Wolf, pero sin el malgenio. Terminó siendo ciclista porque por su ciudad, en la Holanda meridional, pasaban cada semana los integrantes del Rabobank, y entonces se enamoró de esa vida trashumante, un tanto aventurera, libertina.
Sus inicios no estuvieron tan mal. Ganó una etapa en An Post Ras, en 2016, y la Schaals Sels en 2017. En 2018 ganó otra en el Binck Bank Tour y también la Primus Classic, todas ellas carreras de segundo plano. Lo fichó el poderoso Jumbo Visma, la versión moderna de aquel Rabobank que lo hizo soñar con una vida sobre los pedales, pero fue echado a comienzos de temporada por sus malos resultados.
Firmó con el Wanty, un equipo sin mucho presupuesto, pero con mucha valentía. Siempre habrá un Wanty en cada fuga ciclística, no hay remedio. Hoy fue su turno. Se sentía fuerte y esperanzado.
En la mañana se llenó de energía escuchando la guitarra de Mark Knopfler, de los Dire Straits, y luego hasta se dio tiempo para mirar algunas imágenes del ciclismo antiguo. Quería ver ataques de lejos, por si acaso, y encontró uno de Zdenek Stybar en la Vuelta a España, en 2013. Aquella vez, el checo venció al campeón del mundo, Philippe Gilbert, en un mano a mano emocionante luego de una larga fuga.
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“Pues bien, tendré que fugarme”, pensó, y en las primeras de cambio se unió a la aventura de Ponomar, Zoccaratto, Albanese, Pellaud y compañía. Todos sus colegas de huida fueron cayendo uno a uno ante las arremetidas del lote, que comenzó a reducir las diferencias en Asti, al pie del puerto de Montegrosso.
En el lote, los colombianos resistían el ritmo del Bora y del UAE. Gaviria, tras la decepción de Novara, se cargó de energía en esos puertos de tercera y cuarta y no permitió que lo soltaran. Le ayudaron sus compañeros, comprometidos en el objetivo de darle una victoria, de verlo sonreír una vez más.
Pero Taco estaba convencido de su gesta y, aunque escaso de fuerzas y de oxígeno, el neerlandés se tragó cada kilómetro como si fuera el último de su vida, e ingresó a la recta final con menos de 10 segundos de diferencia. Cruzó la meta con las manos en la cabeza, en señal de incredulidad. Estaba feliz y casi morado por el sufrimiento.
Al final, solo le sacó cuatro segundos al hambriento pelotón, que pasó con la rueda de Davide Cimolai por delante. Gaviria terminó en un digno séptimo lugar.
El colombiano tendrá otra oportunidad en la etapa cinco, entre Modena y Cattolica. Taco, que hoy dijo en meta: “Por fin me siento un gran ciclista”, también volverá a intentarlo, pero en la segunda semana, pues con sus frases al natural, como siempre le ha gustado responder, señaló: “Me duelen las piernas, me guardaré hasta más allá de la etapa 10. Además, quiero celebrar con mis compañeros, tomándome unas cuantas cervezas”.
Avanza el Giro, avanza. Avanza como una fuerza que va colmándolo todo de alegría.