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La nueva cara del cine colombiano
Con la nueva imagen Cine Crea Colombia-Colombia Crea Cine, Proimágenes Colombia, el Consejo Nacional de las Artes y la Cultura en Cinematografía —CNACC—, el Fondo para el Desarrollo Cinematográfico y el Ministerio de Cultura quieren potenciar la producción cinematográfica nacional para que el cine en el país sea un motivo de orgullo “como el café” y un producto de exportación al mismo nivel de la esmeraldas.
Tuvieron que pasar más de cien años para que el cine en Colombia se consolidara como industria. Más de cien años para que nuestras películas obtuvieran la calidad técnica y la variedad temática necesarias para que se proyectaran como un acervo cultural de alto nivel. Tuvieron que pasar más de cien años para que los más exigentes espectadores internacionales pusieran aquí su mirada, para que los realizadores pudieran vivir de ello, para que hacer películas en Colombia no pareciera un sueño imposible.
Las raíces del cine en Colombia se remontan a 1897, cuando llegó el primer cinematógrafo al país. Si bien en ese momento en Colombia era una novedad, el cine ya estaba conquistando el mundo desde 1895, cuando los hermanos Lumière mostraron la primera grabación de la historia: esa pequeña pero significativa proyección en París de la llegada de un tren. Nuestra producción cinematográfica nacional, por su lado, también avanzó en forma lenta pero constante gracias a otros hermanos, los hermanos Di Doménico, que arrastraron su cinematógrafo desde Italia hacia el trópico para narrar historias costumbristas y de la sociedad colombiana de comienzos del siglo pasado.
No fue sino hasta mediados de los setenta y ochenta que el cine colombiano realmente vivió un grueso impulso gracias al Grupo de Cali y la mirada aguda de Luis Ospina y Carlos Mayolo, quienes decidieron retratar y contar a través de su lente las historias que el cine había evitado hasta ese momento. Así, reinterpretando nuevos modelos narrativos, empezó el impulso del cine colombiano hacia su internacionalización.
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Cannes y la irrupción de los marginados
En los albores de los noventa, Colombia (y, en especial, Medellín) vivía uno de sus periodos más violentos a causa de los efectos de la guerra contra el narcotráfico. El mundo miraba horrorizado lo que pasaba en el país y el gobierno, incapaz de contener la ola de muertes, luchaba por mantener el control del territorio. De este contexto, que desató incontables esfuerzos desde el arte por dimensionar y comprender los horrores, emergió Rodrigo D. No futuro (1990), la primera película del antioqueño Víctor Gaviria y el primer largometraje colombiano en llegar a Cannes. La cinta cuenta la historia de Rodrigo, un joven paisa que, tras la muerte de su madre, pierde interés en todo lo que lo rodea y solo encuentra salida en un punk radical que encara a esa sociedad antioqueña de los noventa.
La película obtuvo reconocimiento mundial, marcó el inicio de la carrera de Víctor Gaviria y atrajo las miradas de los grandes circuitos cinematográficas hacia el país. Eso aún con una historia que retrata una realidad tan lejana a la europea, interpretada por actores naturales y con un presupuesto bajo. Gaviria volvería a repetir la hazaña en 1997 cuando, junto a una Lady Tabares descalza, caminó por la alfombra roja de la costa francesa en busca de la Palma de Oro por la historia de una niña que, en medio de la violencia, vendía rosas para poder sobrevivir en la duras comunas de la Medellín de finales de siglo. La vendedora de rosas (1998) no solamente consagró la carrera del director paisa a nivel internacional, sino que apuntó definitivamente el reflector sobre una forma particular de narrar nuestro propio contexto con calidad y sin ignorar esas existencias particulares del margen, sus modos de vivir y su crudeza.
Lo que La vendedora de rosas y Rodrigo D. No futuro lograron fue demostrarle a los colombianos que no solamente el cine nacional era valioso sino que, además, las historias que hasta ese momento habían sido ignoradas, las historias de los marginados eran necesarias para construir país.
A pesar de no haber ganado, las dos cintas de Víctor Gaviria lograron llevar el cine hecho en Colombia hacia circuitos globales. Eso y la recién aprobada Ley del Cine pondrían definitivamente al país en el mapa de la cinematografía mundial.
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La Ley de Cine: el despertar del cine colombiano
El 7 de agosto de 1997, luego de varios debates y de la insistencia de diferentes sectores a nivel nacional, por medio de la ley 397 se crea el Ministerio de Cultura y, junto a él, Proimágenes, la entidad que reemplazó a FOCINE y que tiene como labor principal fomentar el desarrollo de políticas públicas de la industria cinematográfica en Colombia.
Claudia Triana, su directora, lleva toda su vida dedicada al cine. Primero se desempeñó como directora de la Cinemateca Distrital y desde ahí comenzó su incansable lucha por crear una política pública que apoyara la producción nacional. Según ella, desde el nacimiento de la entidad se ha logrado aumentar la producción de cine nacional a tal nivel que solo en 2017 fueron estrenadas 44 películas colombianas (una cifra que contrasta ampliamente con las una o dos que se producían hace 20 años). Eso porque cada año desde su creación, se están entregando más de 20 mil millones de pesos en estímulos a través del Fondo Para el Desarrollo Cinematográfico, al igual que estímulos para la formación, la investigación y las coproducciones minoritarias.
En total, cuenta Triana, Proimágenes entrega estímulos nueve modalidades para los realizadores nacionales. Pero, ¿de dónde vienen esos recursos? La respuesta está en la Ley 814 de 2003, mejor conocida como Ley de Cine, que dio una vuelta de tuerca: ofrecer los recursos necesarios para darle al cine en Colombia una verdadera capacidad de competencia frente a las industrias de otros países.
Cine Crea Colombia—Colombia Crea Cine
Después de ese largo camino para demostrarle a los realizadores en Colombia que hay respaldo para emprender proyectos cinematográficos, Proimágenes Colombia, Consejo Nacional de las Artes y la Cultura en Cinematografía —CNACC—, el Fondo para el Desarrollo Cinematográfico y el Ministerio de Cultura construyeron la nueva imagen Cine Crea Colombia—Colombia Crea Cine, que tiene como objetivo hacer que las los colombianos sientan por su cine lo mismo que sienten cuando se refieren al café o a las esmeraldas. La idea de Cine Crea Colombia—Colombia Crea Cine es la de lograr mostrarle a los colombianos que el cine nacional está contando historias locales, que ya no es la mirada de un extranjero sobre el país sino que son los ciudadanos narrándose a sí mismos y su entorno.
Logo de Cine Crea Colombia-Colombia Crea Cine.
“Colombia tiene claro que el talento nacional es todavía una piedra en bruto, pero que los realizadores están contando unas historias que crean país. De ahí viene el nombre: Cine Crea Colombia—Colombia Crea Cine. Si no hubiera todas esas historias y esa maravilla biodiversa que tiene este país, pues jamás podríamos estar contando lo que cuentan los creadores hoy”, agrega Triana. Esta nueva imagen pretende acentuar dos aspectos: el cine como creador de una imagen del país y de una identidad nacional y el cine como industria en crecimiento, que genera ingresos para el país y cientos de empleos alrededor de la producción, grabación, posproducción, distribución y lanzamiento de una película.
Ese auge en la producción y ese cambio de mirada ha acercado a nuevos realizadores de todo el país, de todas las edades, a la creación audiovisual. Películas recientes como las de Laura Mora, Daniela Abad o Santiago Caicedo muestran que ese impulso ha dado nuevos aires, ha pluralizado las voces creadoras y, en últimas, está tejiendo con firmeza una industria en crecimiento con la construcción de una identidad colombiana; una que, además, se está esforzando por rescatar esas historias, espacios y personajes que habían permanecido lejos de la gran pantalla.
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