Revuelta de dolor en el suelo, Amparo está a punto de morirse de un cólico, como dicen que se pueden morir los caballos cuando las punzadas se hacen terribles en el estómago. Minutos antes estaba tratando de hacer una aguasal con plátanos en una lata de leche en polvo, pero de repente el malestar se le hizo insoportable y tuvo que salir del cambuche de dos metros cuadrados, piso de tierra y estera, y se tiró en un tierrero en posición fetal hasta que llegó Libardo, popularmente conocido como el Animal —entre muchas cosas dice la RAE del animal: Ser orgánico que vive, siente y se mueve por propio impulso—, y no le creyó tanto dolor y la dejó ahí tirada, tiritando de fiebre entre arbustos y tierra seca.La escena es de la última película de Víctor Gaviria —digamos por si hace falta: director de cine, director de Rodrigo D no futuro, La vendedora de rosas, Sumas y restas— La mujer del Animal, quien dice que cuando escuchó la historia de Margarita, su secuestro y violación, su maltrato casi hasta la muerte por un hombre al que llamaban en el barrio el Animal, sintió un desazón suprema, pero la desazón se hizo más angustiante cuando Margarita le dijo entre llanto que nadie creía eso que le había sucedido, y que hasta sus familiares se negaban a la idea de que estuvo secuestrada, pues creían que todo ese dolor sucedía con su consentimiento.La película, entonces, cuenta la historia de Amparo —que en la vida real es Margarita—, una muchacha que a los 18 años se escapa del internado donde estudiaba, pues las monjas con su estricta disciplina le imponían castigos humillantes. Así llega a la casa de su hermana, en el barrio Popular Uno, en el oriente de Medellín, un barrio por entonces convulso donde crecían algunos de los cuchilleros de la ciudad en esos años, los años setenta, entre ellos está uno despiadado, ladrón con experiencia, temido por el resto: el Animal, quien se enamora de Margarita, la secuestra y la viola ante el silencio de los testigos, algunas de ellas mujeres que no veían en eso una injusticia, un crimen, sino el destino, la voluntad de un dios extraño.Es la historia de un maltrato, pero a la vez es la historia de cómo se ha hecho del abuso de la mujer un tema común y corriente, como de puertas para adentro se convirtió en normal el acto abominable de pasar por encima del otro. Quizá lo más difícil en la película no sean los golpes, sino la indiferencia de los testigos: una mujer humillada en público, sacada de los pelos de una taberna, y todos en silencio, como si todo fuera un paisaje atroz y común.

“Entrevisté un día a una niña, estaba cubierta todo el tiempo hasta el cuello, y era porque tenía 105 cicatrices de puñaladas, nos mostró el cuerpecito y nos echamos a llorar, y todo porque no quiso ser novia de un miembro de un organismo de seguridad del Estado, y el hombre contrató a cinco malparidos para que la mataran, pero ella sobrevivió”, recuerda Víctor Gaviria, que aunque en la película cuenta la historia de una sola mujer, quiso mostrar la vida de muchas que han soportado en silencio el dolor: “A medida que íbamos investigando nos dábamos cuenta que animales hay muchos, y todos muy crueles, todos terribles: tíos, abuelos, padres”.“No podemos negar que el maltrato a las mujeres existe en nuestra sociedad, en los barrios, en las familias, no hay que buscar mucho para encontrar un Animal. Es algo que realmente sucede y que no es orgullo para nadie y para nosotros tampoco; quisimos mostrar con tanto realismo un tema que a veces sucede en silencio, y queremos que se adquiera conciencia, que las mujeres enfrenten, denuncien y que los testigos también actúen. Había situaciones donde me sentía muy sucio, me sentía mal. Hubo momentos en que me dolía la cabeza, tenía que salir a respirar. Pero entendí que tenía que ser así, que tenía que ser con esa fuerza y esa realidad, luego retomás y comprendés que estás haciendo un trabajo, una obra de arte. Son muchas sensaciones, nosotros somos actores naturales y no estamos muy involucrados con la técnica. A mí me pasa que a veces veo pedazos de la película y logra impactarme, me genera sensaciones difíciles, se siente la fuerza del personaje, y que uno no se reconoce ahí. Aun siendo yo, logra trasmitirme como si fuera otra persona”, dice Tito Gómez, el actor que interpreta al Animal que, entre otras cosas, es rapero, camionero, ganadero, agricultor, actor en ciernes, actor natural porque una vez más Víctor Gaviria quiso la espontaneidad para su película.En un momento de la película Mercedes Gaviria —la hija de Víctor, que estudió Cine en la Universidad del Cine y que se convirtió en la asistente del director para La mujer del Animal— le dio luz a su padre, le enseñó caminos, permitió la comunicación entre los diferentes realizadores de la película. “El cine de Víctor tiene algo muy particular, y es que alimenta el cuadro de pantalla con la realidad, y lo que muchos quieren hacer es sacar el encuadre a la realidad. Yo quería aprender cómo era trabajar con actores naturales, por qué a Víctor le gusta tanto la idea. Y entendí por qué un actor como Tito no se leyó nunca el libreto, y es porque ellos ya están inmersos en ese mundo que muestra Víctor, ellos ya lo conoce, ya lo saben, no es es una actuación, es una vida”.La película habla de una idea: la sociedad como validadora del maltrato a la mujer; la sociedad como validadora del más fuerte, del más cruel; la religión como validadora del destino, sea cual sea el destino. Una vez Víctor Gaviria pone el dedo sobre una herida que sangra, y más en un país donde cada tanto hombres rocían ácido sobre las caras de mujeres que, por ejemplo, nunca se enamoraron de ellos.“Después de decirme que yo iba a ser la protagonista, Víctor me llamó y me citó, me contó más de cerca la historia y de qué se trataba, la semana que seguía conocí a Margarita, que es la protagonista, y en media hora nos contó toda la película. Fue muy duro y ella lloraba, y yo decía que en qué me había metido. Había escenas muy fuertes en las que había que parar, porque en la historia de Margarita hay mucho dolor, así que se llora en casi toda la película y ya no me salían lágrimas, me tocaba parar, me daban tiempo para trabajar interiormente. Una escena muy difícil sucedió en una taberna: Amparo va con el Animal mientras ve mujeres desnudas y a ella un extraño le brinda una cerveza, eso se le vuelve un problema y la golpean delante de todos, yo sentí esa humillación como propia. Ese día salí muy traumada, no quería volver”, dice la actriz principal Natalia Polo después de una proyección de la película. Es difícil ver a Natalia después de tanta violencia sobre su cuerpo, tanta violencia actuada, tanta violencia tan real.En su famoso ensayo Nuestro lado oscuro, editado por Anagrama, Élisabeth Roudinesco dice del mal: “No sólo constituye un hecho humano presente en todas las culturas, sino que supone la existencia previa del habla, del lenguaje, del arte, e incluso de un discurso sobre el arte y sobre el sexo”. En La mujer del Animal se muestra el mal rotundo, el mal inapelable, el mal sin razones. Y después de verla, queda lo que queda de este poema de Héctor Viel Temperley: “Si fuera un charco de agua, un alambrado, /si fuera cualquier cosa, una bota en su estribo / –con espuela sería demasiado–, / si fuera cualquier cosa menos esto / no tendría este asco”.