Reseña
De cómo la película ‘El Insulto’ es una reivindicación de lo humano
El pasado 17 de mayo se estrenó en Colombia ‘El insulto’, del director libanés Ziad Doueiri, nominada al Óscar por Mejor película extranjera. La cinta reivindica a las personas en su humanidad e intimidad, en contraste con un mapa geopolítico que hace todo lo contrario.
En 1932 el filósofo alemán Carl Schmitt escribió que toda oposición religiosa, moral, económica, étnica o de cualquier otra clase se transforma en oposición política cuando gana la fuerza suficiente como para agrupar de un modo efectivo a los hombres en amigos y enemigos. Su consecuencia extrema es la lucha real, y es esa posibilidad que la vida del hombre adquiere una dimensión absolutamente política. En ese contexto, el Estado termina determinando quién es el enemigo para impartir justicia; una justicia evidentemente sesgada, imposible.
El insulto, primera película libanesa nominada a los premios Óscar, muestra cómo un incidente entre un libanés cristiano y un palestino refugiado alrededor de un edificio termina destapando heridas históricas. Los procesos íntimos de Tony y Yasser son independientes de los procesos de la justicia y tienen que ver con el sistema moral de cada uno. El orgullo va más allá de lo expresable, las acciones y reacciones de cada uno son apenas lo que se ve de su desarrollo como individuos en una comunidad política. La justicia como una idea y como una búsqueda irrealizable a veces atraviesa la esfera individual de cada uno.
El libanés Ziad Doueiri (West Beirut, The Attack) es el guionista y director de esta cinta que cuenta con las actuaciones potentes y transparentes de Adel Karam y Kamel El Basha en los roles protagónicos. El elenco lo refuerzan las actrices Diamand Bou Abboud y Rita Hayek.
Alrededor del drama íntimo de los protagonistas toman forma otras búsquedas de justicia, otros llamados a la reconciliación. Wajdi Wehbe es el abogado que decide encargarse del caso de Tony, pidiendo a Yasser que pida perdón por haberlo golpeado. Nadine, su hija, lo enfrenta en los estrados, por convicción ideológica pero también para resolver temas con su padre. Al mismo tiempo Shirine espera un hijo de Tony y quiere lo mejor para su hijo, quiere direccionar la mirada de su esposo hacia su familia y alejarla de conflictos de dimensiones inabarcables, de conflictos que desestabilizan su hogar.
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La Guerra Civil Libanesa duró más de quince años, tiempo en que el país estuvo en el foco del conflicto de Oriente Medio entre facciones cristianas, musulmanas y seculares. Y esta guerra sigue y es multidimensional pues se ubica en el pluriverso político y la definen picos de la máxima expresión del antagonismo entre las partes. Pero en la guerra se rechaza la humanidad como concepto, porque se rechaza y se lucha contra el otro, contra el extraño. La fuerza de El insulto, en este contexto, está en que presenta la humanidad detrás del mapa geopolítico, y reivindica a los individuos y a sus procesos íntimos, porque en ellos está la respuesta a tanta confusión.
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El insulto es una película que despierta emociones, genera identificación y sobretodo hace un trabajo de concientización en el espectador, sobre la justicia, sobre el perdón que la encarna en alguna medida y sobre la fuerza de lo humano. Detrás de las guerras, los fanatismos y los múltiples sistemas morales hay individuos chocando constantemente. Las tensiones son inherentes a las comunidades políticas así como la constante búsqueda de la justicia. Su imperfectibilidad es evidencia de que el perdón no es infinito pero es necesario, de que los escenarios que la buscan son también medios para que coincidan los procesos íntimos de los individuos involucrados, procesos muchas veces más perfectibles que los de los estrados. La consciencia de esto está en El insulto, en sus imágenes impactantes y cautivadoras, así como en el magnetismo de sus personajes, que desnudan su intimidad en una historia que plasma lo más humano en proporciones épicas.