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Lo que significa el sacrificio de un ciervo sagrado
El cineasta griego Yorgos Lanthimos presenta una nueva y bizarra meditación filosófica sobre la justicia, la libertad, las obligaciones de familia y la individualidad en un largometraje protagonizado por Colin Farrell y Nicole Kidman.
El sacrificio del ciervo sagrado –The Killing of a Sacred Deer es su nombre original– es la película más reciente del director griego Yorgos Lanthimos, reconocido principalmente por Kynodontas (2009), Alpeis (2011) y The Lobster (2015). El universo de Lanthimos es de historias con evidentes búsquedas filosóficas y, en este caso, de la idea de justicia como un imposible que está en constante tensión con la libertad individual y la existencia humana.
La película, más allá de dar una respuesta a estas inquietudes, impone unos supuestos y plantea preguntas y distintos escenarios que obligan al espectador a incomodarse en su pasividad frente a la pantalla. En El sacrificio del ciervo sagrado un padre ve cómo sus hijos sucumben ante una inexplicable enfermedad por lo cual él debe asumir responsabilidades que superan su racionalidad para frenar la catástrofe.
Barry Keoghan interpreta a Martin, un niño de dieciséis años que llega a la familia de Steven (Colin Farrell) y Anna (Nicole Kidman), padres de Bob y Kim, como un mensajero que comunica una extraña sentencia y es, a la vez, un elemento de ruptura de la unidad familiar. Su presencia es inquietante y a veces pareciera más ser una figura propia de la psique de la familia que un individuo real, por el grado de intimidad con el que se relaciona con los padres y los hijos. Su existencia parece determinada por su rol de heraldo del dolor y la desesperación, de la soledad y la búsqueda de sosiego de quienes conforman la sociedad.
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Los personajes de Farrell y Kidman se comunican con miradas profundas y expresiones neutras, como si estuvieran derrotados por la vida y la rutina. Tanto así que sus palabras y acciones perturbadoras tienen un ritmo pausado y quedan suspendidas en un remolino de preguntas que van naciendo y persiguiendo a los personajes y al espectador mismo. La justicia se teje como una realidad imposible que contribuye a que se formen y deformen relaciones de deuda sin conclusión entre ellos y a su alrededor.
Y lo imposible no nace de la amenaza de una enfermedad desconocida, ni de una serie de eventos que auguran lo peor para Steven y su familia. Lo imposible se da en situaciones muy humanas que parecen espejo de la realidad, donde cohabitan distintos espacios, donde sincrónicamente se presentan lo que se ve y visiones distorsionadas del entorno.
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Existe un espacio lleno de preguntas entre la realidad y la ficción. La fuerza en las películas de Lanthimos está en que sus mundos no están de ninguno de los dos lados sino entre ambos, no hay respuestas sino una tensión constante entre ciertas preguntas que se encadenan formando una vorágine. Cada largometraje del director es un ejercicio de excavación de la mente humana a partir de unos supuestos que pueden parecer absurdos, pero que a la larga son fácilmente asimilables. Y el examen a sus personajes es también para el espectador mismo. Sus películas generan incomodidad porque nadie quiere responder con sinceridad qué sacrificio estaría dispuesto a hacer para romper una maldición y nadie quiere decir en voz alta cuál es su secreto más oscuro. A veces parecemos vivir en una novela victoriana donde las adicciones, los fetiches y la masturbación son placeres ocultos y su discusión abierta es para muchos inconcebible.
La fuerza de El sacrificio del ciervo sagrado reside en el poder de sus planteamientos y suposiciones. El perdón nunca es suficiente para hacer compatible la idea de justicia con la mera existencia humana. La ley es, entonces, una construcción que no juega ningún rol real para sanear infinitas relaciones de deuda encadenadas. Lanthimos hace evidente lo más oculto pero también lo más obvio de los individuos y la sociedad en su día a día, en todo su universo cinematográfico. En su película más reciente hay algo más de dinamismo que en las anteriores, un ritmo más desenfrenado y, como los espacios son múltiples, algunos espectadores pueden sentirse decepcionados por la sensación de duda que deja. Pero en esto se encuentra la razón misma de la cinta: generar inquietud psicológica y filosófica para buscar un público activo que se deje de sentir tan seguro y plácido en su realidad rutinaria.
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