Berlinale 2017
'T2' Trainspotting: el regreso de Renton
El infame cuarteto de las novelas del escritor Irvine Welsh son retomados por el cineasta Danny Boyle. El largometraje se estrenó en el marco de la Berlinale de este año.
"Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia.”
Dos décadas luego del icónico monólogo de Trainspotting, vuelven Renton (Ewan McGregor), Spud (Ewen Bremer), Sick Boy (Johnny Lee Miller) y Begbie (Robert Carlyle). Pero esta vez, Sick Boy prefiere que lo llamen Simon. Begbie, que parecía indestructible, tiene un hijo que a la vez es su punto débil y su antítesis. Renton busca redención y Spud cambiará su adicción a la heroína por otra más sensata que terminará dándole sentido a su vida y a la historia misma. Curtidos, maduros y enfrentados a un sinnúmero de situaciones que solo llegan con los años. El infame cuarteto de las novelas Trainspotting y Porno del escritor Irvine Welsh, son retomados por Danny Boyle en T2.
Boyle entró a una sala de prensa donde no cabía una persona más, pues era el realizador más esperado de la Berlinale. Entre bromas y anécdotas el carismático cineasta se ganó a la multitud. Con ese mismo encanto, el británico ganador del Oscar por su dirección en Slumdog Millionaire construye la narrativa de T2. Hace referencias sutiles al paso del tiempo y presenta un mundo que es totalmente diferente al de hace dos décadas. Al utilizar de metraje real grabado por circuitos cerrados de televisión, nos recuerda el auge de la videovigilancia en los últimos años. Nos habla también del actual panorama europeo, cuando, al regresar a Edinburgo, Renton es bienvenido a su ciudad por una chica con un marcado acento de Europa del este. Además, el filme incorpora Instagram, Facebook y el filtro del perro de Snapchat; y hasta nos habla de gentrificación, la palabra de moda en los países del hemisferio norte. La estética se conserva: cinematografía alucinante cortesía de Anthony Dod Mantle (127 horas, El Último Rey de Escocia), montaje acelerado, colores saturados, shots que rompen las convenciones del cine, imágenes impecables y una música omnipresente prometen tensionar, alegrar y hasta estremecer al espectador.
Pero, ¿por qué vuelve Renton? Hace 20 años este “petulante”, como lo define Boyle, huyó triunfante después de haber engañado a sus amigos. Lo vimos partir con doce mil libras en mano esperanzado en la utopía noventera que tanto criticó, pero el Renton que regresa a sabiendas que esto le puede costar la vida, es otro. Lo seguimos en su camino redentorio y en una de las escenas más bellas y paradójicamente más grotescas de la película, se encuentra con un Spud que ha perdido todo impulso por vivir. El reencuentro con Simon vendrá más tarde y como es de esperarse, no será nada acogedor, pues al haberse llevado el dinero, también le robó su vida. Paralelamente, nos enteramos, sin gran sorpresa, que Begbie lleva varios años en la cárcel, pero no por muchos más, pues quiere venganza. Con el tiempo, este deseo solo avivó su gusto por la sangre.
Poco a poco, entre drásticamente reducidos robos, estafas y droga, nos sumergimos en un relato sobre la amistad, el engaño y la venganza, pero sobre todo, el envejecer. Diálogos que una y otra vez aluden a lo mismo e imágenes en Super 8 de niños jugando al fútbol o riéndose, aparecen como memorias, reforzando el impacto emocional de la historia, y es ahí, cuando entendemos por qué Renton ha regresado: “Nostalgia. Por eso volviste. Eres un turista en tu propia juventud” - le dice Simon.
“La primera película habla sobre la irresponsabilidad de la adolescencia, cuando nada te importa un carajo, mucho menos el tiempo - o al menos eso crees. La segunda invierte esto: pues es al tiempo a quien no le importas” anota Boyle. No es redención a su culpa lo que busca Renton, sino redención del tiempo perdido. Lejos de la locura e insensatez de la juventud, nos reencontramos con unos antihéroes adictos ya no a la heroína, sino al anhelo de un pasado que quizás pudo ser mejor.