Crítica de cine

‘Cake’, una receta incompleta

A pesar de contar con un tema poco explorado, la más reciente película de Daniel Barnz se queda corta. Entre personajes poco creíbles y una trama predecible, la calidad de esta producción opaca hasta a Jennifer Aniston, su protagonista.

María Camila Pérez B.
1 de julio de 2015
Cake (2014)

Cake (2014) presenta una Jennifer Aniston despojada de maquillaje, con un pelo grasoso y una actitud detestable, muy diferente a Rachel, el personaje que la hizo famosa. Claire, el nombre de dicha protagonista, es una mujer adicta a los medicamentos de prescripción que se obsesiona con el suicidio de Nina (Anna Kendrick), una integrante de su grupo de apoyo para personas que sufren de dolor crónico. Desde un principio, el personaje de Aniston irrumpe en la escena cargada de odio, con una mirada despectiva que enmarca lo que será el resto de la cinta: un recorrido por la infeliz vida de Claire que, después de sufrir un accidente, vive asilada en una casa a las afueras de Los Ángeles.

La historia tiene como eje central la fuerte obsesión de Claire con el suicidio de Nina. El espectador acompaña a Claire al puente del que saltó su compañera, donde conversa con uno de los guardas y hace preguntas cargadas de morbo sobre la forma en la que cometió el acto. Además, en un momento crucial para la protagonista, visita el hogar de Nina donde conoce y establece una extraña relación con su esposo Roy (Sam Worthington) y su pequeño hijo. La relación entre Claire y Roy parece construirse sobre un cliché fílmico, pues el personaje de Worthington se convierte, en una movida típica de películas como esta, en el empujón necesario para sacarla de su desdichada condición.

Por otro lado, la obsesión de Claire también se materializa en las alucinaciones ridículas en las que Nina aparece nadando en su piscina, junto a ella en la sala del hospital con una torta o en el auto-cine acostada sobre los rieles del tren. Jugando con la dualidad realidad-ficción, el “fantasma” de Nina se convierte en el subconsciente de Claire, que la empuja cada vez más a cometer el acto final: suicidarse.  


Jennifer Aniston es casi irreconocible en su papel como Claire.

La trama también rompe con el esquema de la película con instancias que parecen estar ahí solo para cumplir con una cuota de tiempo. La aparición del personaje interpretado por William H. Macy resulta abrupta y su único propósito parece ser recordarle al espectador que Claire es una mujer que no solo sufre por su dolor físico, sino que también lleva consigo una carga emocional y una culpa que la atormenta. Aunque nunca se menciona de manera directa lo sucedido en el accidente, el espectador lo descubre rápidamente a través de pistas más que obvias. Si lo que Barnz quería era generar un aura de misterio, es evidente que no llega muy lejos. Por otro lado, en una de las escenas finales, Claire recoge a una joven en la carretera que termina robando su dinero, no sin antes cocinar un pastel ordenado por Claire en una alusión al título de la película. Este personaje, al igual que el de Macy, aparece fugazmente y no parece cumplir un propósito explícito, simplemente está ahí para confrontar a Claire con su realidad y desaparecer. 

Resulta triste que la mayoría de las actuaciones son poco memorables por la falta de credulidad que le brindan a la historia y su esporádica naturaleza. A pesar de esto, la película sí deja un personaje destacable: Silvana (Adriana Barraza), la empleada doméstica que acompaña a Claire. Esta mujer, que debe soportar día tras día la actitud problemática y los deseos suicidas de Claire, es el personaje más memorable de cinta, pues no solo le brinda un toque de comedia necesario a la historia, sino que Barraza se apropia de su personaje y establece un vínculo con la audiencia que se fortalece a medida que avanzan los hechos. A diferencia de Claire, Barraza es directa y sincera sin recurrir al insulto o a la lástima, sirviendo como la antítesis de la protagonista.

Aniston, por su lado, se queda corta. Acostumbrada a papeles distintos al que interpreta en Cake, la actriz no logra transmitir el dolor indescriptible que aqueja a Claire y su sufrimiento se queda en los suspiros quejumbrosos que emite, una y otra vez, a lo largo de la película. A diferencia de Charlize Theron en Monster (2003), con quien fue comparada a principios de año durante los Golden Globes, Aniston a duras penas se mantiene a flote entre una trama que es más maquinaria que sentida. Recurriendo a comentarios sarcásticos, mentiras vacías y quejas, el personaje de Aniston se transforma lentamente en una caricatura de lo que es una persona en una condición de dolor crónico. 

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