‘Truth or consequences’ y la mercantilización del futuro

Truth or consequences es una ciudad ubicada en el Estado de Nuevo México, Estados Unidos, que parece haberse detenido en el tiempo. Varios de sus habitantes dieron forma al documental dirigido por Hannah Jayanti. En éste -que lleva por nombre el mismo que tiene la ciudad-, los protagonistas revelan sus cicatrices y hablan de las experiencias que las causaron. A pesar de que sus historias de vida no guardan otra conexión distinta a la de haber ocurrido en Truth or Consequences, el documental es una excusa que las pone en diálogo, siendo el espectador el responsable de unirlas, y darles significado.

El tiempo -que parece haberse detenido en esa ciudad- es el marco de referencia desde donde se ubican las posturas de los protagonistas, siendo no solo un elemento al que se alude en el discurso reiteradamente, sino que entra a definir lo situado de las experiencias de este grupo de personas. En este sentido, las generaciones y las expectativas de vida que se ven representadas en pantalla se confrontan y se interrumpen por el advenimiento de la promesa de llevar comercialmente vuelos al espacio.

Truth or consequences no es solo una ciudad fantasma en el suroeste estadounidense que se edifica en las vidas de sus habitantes. En ella se sitúa el Puerto Espacial América, un complejo turístico que prestidigita los viajes al espacio como único tratamiento para sobrevivir al fin del mundo. Preparándose para un futuro en donde la tierra se haya consumido a sí misma, los viajes al espacio se pronostican en este lugar, como una alternativa que nos ubica como especie en otros planos inhóspitos y recargados de recursos por explotar. A través del pronóstico, se utilizan imágenes que sobrepasan los confines del documental: la producción de la película altera la realidad paisajística a través de efectos de virtualización y de animación que solo logran confrontar la ruina del presente con un futuro que excluye.

Es difícil determinar qué tan lejos está el final de la vida terrestre que se vaticina al interior del Puerto Espacial, lo que sí deja claro el documental, es lo lejano que están estos dos mundos de comprenderse. El Puerto poco o nada responde a las necesidades de los habitantes de la ciudad. Dos mundos, el del futuro y el del presente compiten en una batalla encarnizada en donde se nos recuerda a los espectadores lo esencialmente humano de nuestras tragedias.

En las mentes de estas personas, ya sea por la edad mayor o por la precariedad socioeconómica que en que viven, la idea de los viajes espaciales ni se asoma. Ese futuro es ciencia ficción que se desfigura en la cotidianidad de sus pesares, en la incapacidad de verse absorbidos por una lógica mercantil que es la misma culpable de su transmutación a fantasmas errantes. De esta forma, el documental cuestiona la idea misma de una real democratización de la vida y muestra cómo los habitantes de esta ciudad están abandonados a su suerte, obligados a apelar a una resiliencia que se construye a pulso de tragedias y placeres reales.

*Esta reseña fue elaborada en el marco del Taller de Crítica del Programa académico BIFF BANG!, organizado junto con la Maestría de Creación Audiovisual y el Centro Ático de la Pontificia Universidad Javeriana.

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