Relaciones con el vecindario
Los desaciertos diplomáticos en el tema de la autorización a Estados Unidos para utilizar bases aéreas en Colombia, originaron un gran daño económico en su momento, además de los males ocasionados a nuestras relaciones con los países de Suramérica.
Fue muy acertada la medida que tomó el presidente Álvaro Uribe de no asistir a la cumbre de Unasur en Quito, en donde le esperaba una encerrona de consecuencias impredecibles para Colombia. Se le abona también la decisión de visitar personalmente a casi todos los Presidentes de las naciones suramericanas para explicarles la determinación de profundizar el Plan Colombia mediante la autorización del uso de varias bases aéreas en nuestro territorio por parte del ejército de los Estados Unidos. En igual forma, fue acertado excluir de la visita a los presidente Chávez y Correa; se trataba de un asunto de dignidad y respeto. Además, con el Ecuador las relaciones diplomáticas están rotas por iniciativa de su Presidente.
Es totalmente incomprensible e inaceptable la manera agresiva y ofensiva como se refieren los presidentes Chávez y Correa cuando aluden al presidente Uribe y al gobierno de Colombia. Él es nuestro Presidente, elegido democráticamente por una inmensa mayoría. Él representa al pueblo de Colombia y solamente él tiene la potestad de manejar las relaciones exteriores, según nuestra Constitución. De igual manera, se le reconoce la prudencia como ha manejado su temperamento, a pesar de las injustificadas provocaciones.
Las relaciones diplomáticas proactivas, como la visita a los Presidentes del continente, para explicarles que nuestro convenio con los Estados Unidos no representa ninguna amenaza para nuestros vecinos, deberían haber sido realizadas con anticipación y no como una reacción a un problema inminente. Prevenir es mejor que curar o tener que lamentar.
Internamente, en nuestro país ha faltado una explicación más amplia de lo que significa el convenio. El objetivo general es claro, pero el contenido de temas específicos de interés para todos lo colombianos no ha sido divulgado con la claridad debida. ¿Cuál es el tiempo de duración del acuerdo? ¿Cuál es el papel específico de los militares norteamericanos, etcétera?
No se ha entendido por qué no se convocó a la Comisión de Relaciones Exteriores con la debida anticipación, con el propósito de consultar un tema de tanta trascendencia con los ex presidentes y los ex cancilleres. Escuchar sus comentarios en una reunión es más prudente y útil que oírlos en entrevistas por la televisión o la radio, o leerlos en la prensa, sin disponer de la suficiente información. Se debería haber buscado una mayor solidaridad interna y de esta manera evitar las intervenciones, a todas luces inconvenientes, de personas sin la representación oficial. La Comisión de Relaciones Exteriores se instituyó precisamente como un foro de la más alta autoridad en el país, para discutir temas importantes y delicados. La autorización de la presencia y la actuación de militares norteamericanos en siete bases aéreas colombianas justificaban plenamente la convocatoria de dicha Comisión, a su debido tiempo.
Tampoco es comprensible la actitud del gobierno norteamericano. Se supone que este sugirió la posibilidad de establecer el convenio después de que el Ecuador no quiso renovar su permanencia en Manta. Washington, junto con la Cancillería colombiana, hubieran podido cumplir con el objetivo de explicar, utilizando las vías diplomáticas, un convenio cuyo propósito es el de luchar contra el narcotráfico y el terrorismo en la región y por lo tanto no representa ningún riesgo para nuestros vecinos del sur. Es un propósito de mutua conveniencia. El gobierno de los Estados Unidos también debería haber actuado e informado, con mayor razón cuando se ha manifestado claramente, que se trata de una presencia de características y condiciones muy distintas a las que existieron en las bases militares norteamericanas, primero en Panamá y posteriormente en Ecuador. Solamente después de que se prendió la mecha, Washington comenzó a informar sobre el espíritu del acuerdo.
Infortunadamente, estos desaciertos diplomáticos originaron un gran daño económico en su momento, además de los males ocasionados a nuestras relaciones con los países de Suramérica. Ha existido una rectificación a la actuación, tanto por parte del gobierno de Colombia, como del de los Estados Unidos, sin embargo, los perjuicios que se causaron son irreversibles.