PSIQUIATRÍA

¿Familia unida? Eso es un mito

Aunque los padres y hermanos son el mejor apoyo de un individuo, cortar vínculos con los seres queridos es más frecuente de lo que se cree. El médico psiquiatra José A. Posada Villa cuenta cuáles son los mitos y realidades de las relaciones entre miembros de un mismo clan

25 de enero de 2018
| Foto: Ing Image

Se nace en el seno de una familia y pertenecer a ella es una cuestión de vida o muerte. Sin la atención, el cuidado y el amor de un adulto, no se logra sobrevivir. La institución familiar es la primera forma de comunidad y gobierno y como dijo alguien, la primera, mejor y más original secretaría de salud, de educación y de bienestar que se conozca.

A pesar de las funciones tan importantes que tiene la institución familiar para la sociedad, no faltan las dificultades. Una de las preocupaciones de los profesionales de salud mental es el denominado alejamiento familiar, pues según investigaciones recientes es más común de lo que se piensa, es un fenómeno que no surge de la noche a la mañana y no ocurre por capricho.

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El alejamiento familiar es un fenómeno en el que al menos un miembro de la familia ya no desea y busca poner límites a su relación con otro miembro de la familia debido a experiencias negativas, y ese hecho tiene importantes implicaciones físicas, mentales y sociales.

Cuando ocurre el alejamiento familiar, en especial entre padres e hijos, el fenómeno es muy diferente a otras rupturas afectivas, pues las relaciones familiares no tienen un carácter voluntario y se supone que, ya sea bueno o malo el vínculo que existe, no se debe romper nunca, cosa que no ocurre con las relaciones de amistad o las  relaciones románticas.

Investigaciones recientes sobre el tema muestran que es un fenómeno que se presenta con mayor frecuencia con los hijos adultos y que estos se alejan de sus padres generalmente por sufrir abuso físico, psicológico o sexual, porque los padres son demasiado críticos, manejan exageradamente la culpa o porque tienen expectativas inadecuadas en relación con los roles y obligaciones familiares.

También se sabe que en la mayoría de los casos la decisión es tomada por los hijos, que es más frecuente entre los 24 y 35 años, que deciden el distanciamiento  después de múltiples intentos para lograr una buena relación con los papás y que la gran mayoría piensan que nunca más podrían tener una buena interacción.

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Los padres que se alejan de los hijos generalmente presentan un perfil diferente, pues aproximadamente el 15 por ciento piensan que es imposible mejorar la relación. Esto se podría explicar porque los vínculos de los padres con los hijos son los más poderosos, con la posible excepción de las relaciones con su pareja. Los hijos tienen lazos muy fuertes con los padres, pero en el curso natural de la vida, cuando a su vez tienen descendencia, este vínculo se vuelve más fuerte con sus propios hijos. Generalmente cuando padres e hijos se alejan, el padre pierde una relación primaria y el hijo una relación secundaria en importancia. Por eso, el alejamiento de los hijos para los padres es más difícil, y si hay nietos, el efecto se incrementa considerablemente.

También se ha documentado que los hombres tienden a huir de las dificultades familiares y al no afrontar la situación, el alejamiento es más duradero e intratable. En cambio, las mujeres tienen la tendencia a manejar el estrés buscando el acercamiento y al abandonar la relación familiar, generalmente, sienten necesidad de restablecerla.

Uno de los problemas más importantes inherentes al alejamiento familiar es la estigmatización que con frecuencia se produce cuando familiares y amigos culpabilizan con comentarios basados en la creencia de que la familia es para siempre y que es malo, en cualquier circunstancia, alejarse de ella.

No se puede elegir a la familia, pero si se puede decidir cómo los miembros de la familia afectarán su vida. Reconocer y respetar los derechos y por supuesto los deberes de cada persona en la dinámica familiar es el primer gran paso hacia una convivencia armoniosa y saludable.

Aquí se perfila como una tarea trascendental la educación desde la niñez en habilidades para la vida,  una estrategia propuesta por la Organización Mundial de la Salud que permite mejorar la capacidad para vivir una vida familiar más sana y feliz, intervenir sobre los determinantes del alejamiento familiar y participar de manera activa en la construcción de familias más justas, solidarias y equitativas.

Estas habilidades para la vida son:

-La empatía, que permite sentir cómo es el mundo desde la perspectiva de la otra persona para poder entender mejor las reacciones, emociones y opiniones ajenas, e ir más allá de las diferencias, lo que nos hace más tolerantes en las interacciones sociales.

-La comunicación asertiva para expresar con claridad lo que se piensa, siente o necesita, teniendo en cuenta los derechos, sentimientos y valores de las otras personas.

-La capacidad de establecer y conservar relaciones interpersonales significativas, así como ser capaz de terminar aquellas que afectan el crecimiento personal.

-Actuar de manera proactiva para hacer que las cosas sucedan en vez de limitarse a dejar que ocurran como consecuencia del azar o de otros factores externos.

-No huir de los conflictos pues estos dan oportunidades de crecimiento y cambio.

-Usar la razón, las emociones y la imaginación para ver la realidad desde perspectivas diferentes.

-Analizar experiencias e información y ser capaz de llegar a conclusiones propias sobre la realidad.

-Aprender a navegar en el mundo de las emociones y sentimientos, logrando mayor sintonía con el propio mundo afectivo y el de los demás.

-Saber reconocer las distintas manifestaciones de estrés dañino, para encontrar formas de  eliminarlo o contrarrestarlo de manera saludable.

Por supuesto, es necesario tener en cuenta que a veces el comportamiento inadecuado de un familiar podría tratarse de un trastorno de personalidad grave o un trastorno mental que requiere de ayuda de un profesional.

La familia perfecta no existe. Una familia es un sistema complejo y cuando una persona deja de jugar el rol habitual que le ha sido impuesto, generalmente experimenta algún grado de desequilibrio o caos. El conflicto puede servir para mejorar si sus integrantes están dispuestos al aprendizaje y al crecimiento o en un intento de resistir al cambio, la familia intenta controlar y termina maltratando al individuo que quiere crecer. En ocasiones alejarse es la única opción si la relación es inadecuada o abusiva y no se logra solucionar.