POSCONFLICTO
¿Cómo está ayudando el posconflicto al turismo en Colombia?
Los aciertos en la promoción y planeación estratégica y, por supuesto, el posconflicto, han permitido un crecimiento acelerado del turismo.
En turismo, Colombia encontró la fórmula mágica. Los ingredientes: una política de promoción internacional, el acompañamiento constante al sector, beneficios tributarios, capacitación a prestadores de servicios turísticos y presencia del Estado en las zonas rurales. Todo servido en el mejor plato: un país que ya no está en guerra.
Esta fórmula permitió que el turismo creciera el 187 por ciento en los últimos siete años y que cada vez más extranjeros incluyan a Colombia dentro de sus opciones como destino de vacaciones, negocios, convenciones o eventos empresariales. Además de la gente, los paisajes son el gran atractivo. Este es un territorio diverso y rico en recursos naturales, con escenarios en medio de la selva, el desierto y junto al mar que parecen de película y que cada vez son más reconocidos en todo el mundo.
Prueba de ello fue la reciente declaración del Parque Serranía de Chiribiquete como Patrimonio Mixto de la Humanidad por parte de la Unesco. Esta decisión garantiza la protección de los valores culturales y naturales del pulmón de la Amazonia colombiana.
En estos lugares y muchos otros que ya es posible recorrer por cuenta del posconflicto, el Estado ha concentrado mayores esfuerzos. ¿Cómo? Rescatando su potencial turístico, reconstruyendo el tejido social resquebrajado por la guerra y el aislamiento que padecieron hasta hace poco. Hoy, sus habitantes conocen la oportunidad que representa ese territorio al que se aferraron en medio de las balas, entienden el valor de los recursos naturales con los que cuentan y los embarga el deseo de compartir con otros su paraíso.
El programa ‘Turismo y Paz’, del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo coordina la preparación de esos territorios por medio de una estrategia que contempla esa reconstrucción del tejido social, la transformación productiva de las dinámicas de las comunidades, el desarrollo de entornos de paz y la sostenibilidad como principio fundamental para la conservación.
Esta iniciativa ha llegado a 132 municipios de 27 de los 32 departamentos del país: Caquetá, Guainía, Vichada, Casanare, Putumayo, Meta, Magdalena, Córdoba y Bolívar, todos escenarios del conflicto y hoy territorios de reconciliación. Para cada uno de ellos se diseñaron acciones concretas de acuerdo con sus necesidades específicas, que incluyen asistencia técnica, ejecución de proyectos turísticos y acompañamiento a las familias interesadas en hacer del turismo un motor de progreso para sus comunidades.
La Macarena da ejemplo
Son 630.000 hectáreas que antes de 2009 se recorrían con miedo, pero en las que hoy operan 520 empresas familiares –agrupadas en 14 asociaciones– que viven del turismo. La Serranía de la Macarena es considerado uno de los refugios naturales más grandes del mundo. Aunque su fama nació de Caño Cristales, por aquí corren otros cuerpos de agua maravillosos como los ríos Duda, Cafre, Correntoso y La Ceiba.
Desde hace 30 años Henry Quevedo encontró en el turismo la manera de sacar adelante a su esposa y sus dos hijos. “En esa época no sabíamos nada y, además, teníamos el problema del conflicto armado”, recuerda. Hace unos ocho años las cosas comenzaron a cambiar y junto con otros 34 habitantes de La Macarena iniciaron un proyecto de prestación de servicios ecoturísticos. La idea ha funcionado gracias a cuatro elementos: la terminación del conflicto armado, la presencia del Ejército, un decidido apoyo estatal y la organización por parte de la comunidad.
Y las cifras corroboran este éxito. Hace una década hasta este rincón de Colombia llegaban 700 turistas al año. En 2017 fueron casi 15.000. De ellos, 2.500 eran extranjeros provenientes de 53 países. Con la seguridad, llegaron las capacitaciones técnicas, mejoras en infraestructura y un acompañamiento permanente por parte del ministerio y de otras entidades estatales. Todo esto contribuyó a disparar el turismo en la región.
“En estos últimos cuatro años, el programa ‘Turismo y Paz’ nos ha permitido aprender el valor del territorio, las dinámicas de la industria del turismo y la conservación del medioambiente. Tenemos un proyecto sólido con mucho futuro”, comenta emocionado Quevedo.
La Macarena demostró que sí es posible que un territorio víctima del conflicto renazca para convertirse en epicentro del turismo. Esto no sería posible sin un trabajo de equipo entre los prestadores de servicios turísticos y las autoridades locales, tanto administrativas como ambientales. Y mucho menos si la población no hubiera tenido la voluntad de organizarse y prepararse para brillar como un modelo del turismo comunitario, sostenible e incluyente.
De combatientes a promotores turísticos
Imagínese reunir en el mismo lugar a víctimas del conflicto, excombatientes de las Farc, miembros de la comunidad LGBTI y otros integrantes de la sociedad y hacer que todos trabajen en armonía en proyectos productivos del sector turismo. ¿Imposible? Al principio lo parecía pero funcionó. Su nombre: Proyecto Teyuna. Dónde: en Ciudad Perdida, en medio de la selva y el mar Caribe.
Esta región montañosa del departamento del Magdalena sufrió durante décadas la zozobra e inestabilidad generada por la violencia. Se convirtió en el hogar de cientos de desplazados. Luz Zenith Cañas, una de ellas, madre cabeza de hogar y líder comunitaria, se convirtió en la coordinadora de ese sueño, del Proyecto Teyuna.
“Somos la demostración de que la paz sí sirve para reconstruir. Hoy se benefician más de 3.500 personas con la industria del turismo; nuestros muchachos se capacitan y, con el acompañamiento constante del gobierno, hemos podido dinamizar y articular el trabajo con la comunidad y las autoridades locales”. En el proyecto participan siete empresas prestadoras de servicios turísticos y varios excombatientes. ¿Cuántos? Luz Zenith siempre contesta lo mismo: “No lo sé, pero tampoco nos preocupamos en saberlo. Si queremos reconstruir el tejido social, tenemos que hacerlo entre todos”, sin discriminar a nadie por su origen o su pasado.
A partir de 2014, con el apoyo del Viceministerio de Turismo, el programa ‘Turismo y Paz’ apoya la construcción de acuerdos internos de regulación entre las comunidades. En un trabajo constante para garantizar la inclusión de las mujeres, la comunidad LGBTI y la reconciliación entre víctimas y victimarios.
“La educación es la mejor herramienta para alejar a las personas de la guerra, les abre un mundo desconocido. Lo he visto en los jóvenes que trabajan con nosotros: estudiar los transforma, les cambia la vida”, reflexiona Luz Zenith.