Según los investigadores de Inbiotech, para combatir la calvicie se requiere volver a nutrir los folículos pilosos. | Foto: fotografía_ iStock

DERMOCOSMÉTICA

Con biotecnología y maleza combaten la calvicie

La empresa manizaleña Inbiotech usa la biodiversidad, mediante procesos de alta tecnología, para atacar enfermedades de la piel. Así mezcla ciencia y negocios.

19 de febrero de 2020

Una familia que sufría problemas de alopecia, tanto en hombres como en mujeres, inspiró y le dio vida a Inbiotech. Esta compañía de biotecnología nacida en Manizales se ha convertido en embajadora de la ciencia colombiana.

La mamá del ingeniero de alimentos Jorge Mario Giraldo, CEO de la compañía, así como él mismo estaban perdiendo grandes cantidades de pelo. Eso lo motivó a convocar a algunos de sus compañeros del grupo de investigación agroindustrial de la Universidad de Caldas para buscar una solución no química para esta enfermedad de los folículos pilosos.

“Con ese grupo de ‘ñoños’ nos pusimos a investigar por qué se cae el pelo y luego cambiamos la pregunta a por qué deja de crecer. Nos dimos cuenta de que era por la falta de unos nutrientes que no funcionan en los alopécicos, así que la respuesta estaba en tratar de encontrar una forma de nutrir los folículos. Al mismo tiempo empezamos a estudiar la maleza, que logra sobrevivir a condiciones adversas. Por más herbicidas que le apliquen vuelve y nace y se vuelve a parar”, recuerda Giraldo.

El siguiente paso fue separar la enzima que le permite a la maleza regenerarse (en especial trabajan con romero, diente de león, uña de gato y ortiga). Con la enzima aislada crearon un champú que probaron con éxito la mamá de Giraldo y él mismo.

Jorge Mario Giraldo CEO Inbiotech

Para obtener la materia prima empezaron a comprar la maleza de los cultivos de café, los más usuales en su departamento. Como la necesitaban en estado puro, debían pedirles a los cultivadores que la dejaran crecer hasta cierto punto y además que no la fumigaran. Convencer al primero fue lo más difícil, pues este sentía que dejar crecer la maleza terminaría por dañar sus matas de café. Pero cuando vio que la podía dejar crecer y el cultivo quedaba orgánico, le empezó a encontrar valor al negocio. Hoy Inbiotech les compra a 42 caficultores y el kilo de ortiga pasó de $8.000 que pagaban en 2006, cuando iniciaron la empresa, a $40.000 hoy.

Luego del desarrollo biotecnológico vino la parte comercial. Decidieron que no iban a producir un champú para vender en tiendas naturistas o góndolas de supermercados, sino por recomendación médica. Y así empezaron primero por ‘venderles’ el producto a los dermatólogos. Su canal de ventas son las tiendas dermatológicas y de cuidado de piel.

Del champú pasaron a desarrollar una cera que reemplaza el gel para cabello y de allí la siguiente área de investigación consistió en crear un producto sin corticoides para personas con dermatitis, en especial niños.

Con la maleza como insumo, elaboraron un jabón de baño que regula la acidez de la piel y ayuda a evitar alergias. Luego pasaron a una terapia antioxidantes para frenar el envejecimiento y ahora trabajan en dermocosmética.

Exportaciones y quiebra

Este combo de ‘ñoños’, como ellos mismos se denominan, se ha concentrado en investigar y sacar los principios activos de la maleza y un maquilador les hace los productos finales. Primero se expandieron a nivel nacional y en 2013 empezaron a exportar.

Comenzaron por México, pero allá no envían el producto terminado, pues por peso resulta muy costoso, sino el principio activo o extracto natural.

Después llegaron a Corea del Sur, un gran consumidor de dermocosmética, pero les costó dos años de negociaciones hasta poder enviar el primer cargamento. Actualmente exportan una tonelada de principio activo al mes y su meta es llegar a 7 toneladas en 2021.

No obstante, llegar a este punto no fue fácil. Cuando comenzaron, su investigación le representó a Manizales una competencia de emprendimiento llamada Masschallenge, en Boston (Estados Unidos).

Esta empresa nació en el laboratorio de investigación agroindustrial de la Universidad de Caldas.

Todo pintaba bien hasta que en 2007 quebraron y, para volver a empezar, pasaron por un reacomodo societario; entraron unos socios y salieron otros. Hoy tres de los fundadores tienen 87% de lnbiotech y el resto está en manos de otros accionistas. También consiguieron financiación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Sena, Innpulsa y Manizales Más, entre otros.

En 2010 volvieron a punto de equilibrio. En 2014 contrataron su primer visitador médico y en 2015 ya contaban con una fuerza de ventas propia. Hoy emplean a 27 personas y no reparten utilidades sino que las reinvierten tanto en investigación como en reclutamiento, dado que necesitan personas altamente calificadas.

Aunque trabajan con investigación y desarrollo no han sacado patentes. Prefieren manejar la figura de secreto industrial, que les resulta más costo-efeciente.

Giraldo comenta que ahora estudian el mercado chileno. También trabajan en desarrollar fórmulas magistrales a partir de los mismos principios activos, para tratar otras enfermedades como lupus, fibromialgias, la vena várice y la degeneración macular.

Sus investigaciones en el caso del champú les tomaron cinco años. Con ellas buscan sacarle jugo a la biodiversidad del país, y utilizar las últimas herramientas como la nanotecnología o las células madre.

Inbiotech demuestra que en Colombia sí hay innovación, que la biodiversidad es un buen negocio y que los hijos no solo vienen con el pan debajo del brazo, sino con soluciones a diferentes problemas, incluida la alopecia.