FÚTBOL
El fútbol según el papa Francisco
Carlos Novoa, profesor y doctor en Ética Teológica, cuenta su relación con el fútbol y aprovecha para compartir el mensaje del sumo pontífice.
Me encanta el fútbol y, por supuesto, mi equipo preferido es la Selección Colombia. En mi casa, donde vivo con 20 queridos hermanos religiosos jesuitas, no nos perdemos un partido de nuestro onceno nacional. En la sala de reuniones instalamos la pantalla grande, reservamos una buena cantidad de maíz pira toteado, lo acompañamos con un traguito, y con la camiseta amarilla puesta gritamos los goles como locos y regañamos al árbitro cuando nos parece que lo hace mal. El balompié es una pasión maravillosa, un ámbito en el que las diferencias que nos pueden separar se esfuman. Todos nos creemos ‘expertos’ en este deporte. Hablamos y ‘pontificamos’ de él con el taxista, el portero, la señora de la cocina, el médico, el colega; con quien sea.
El fútbol propicia la comunicación entre las personas, nos acerca, cultiva la solidaridad y la alegría, fomenta un conjunto de valores profundamente humanos y evangélicos, que nos urge cultivar en un país a veces atravesado por odios, resentimientos y exclusiones. ¡Cómo sufrimos nuestra clasificación para el Mundial de Rusia 2018! Y en este empeño sí que nos hemos hecho uno, bien sabemos lo importante que es para una selección nacional el apoyo de sus compatriotas.
Todo lo "auténticamente humano es cristiano", es una característica evangélica que nos recuerda el Concilio Vaticano II. Y en esta óptica se ubica nuestro querido papa Francisco en su espléndido Mensaje al Mundial de Fútbol 2014 en Brasil, donde destaca cuatro características enriquecedoras del balompié: entrenarse, el juego limpio, el respeto al adversario y la solidaridad. El obispo de Roma es un gran aficionado a este deporte, de joven lo jugó como muchos de nosotros, y es gran hincha y socio con carné del equipo argentino San Lorenzo de Almagro. Revisemos las cuatro características de las que habla.
Entrenarse
El buen futbolista trabaja todos los días a fondo, con una gimnasia muy estricta gana velocidad, resistencia en la carrera, agilidad, y en la formación técnica mejora el toque de pelota, perfecciona los más diversos tipos de pases y planea cómo entrar con los suyos en el terreno contrario en un esfuerzo de gran creatividad. Y así debe ser una vida exitosa, sea uno cocinero, camionero, escritor o médico, solo se lograrán buenos resultados si en nuestra labor hay disciplina, constancia y actualización permanente.
Juego limpio
Qué espectáculo tan pobre es un partido lleno de faltas, tarjetas amarilla y rojas. Pero qué agradable es un encuentro jugado con entrega y limpieza. En nuestra sociedad sí que hace falta ese juego limpio. La corrupción rampante, pública y privada, nos hiere cada día, como lo dijo nuestro papa argentino es “ese cáncer social que nos mata”. El fair play, que tanto se exige en el fútbol, también lo pedimos para todos en el mundo, en estos momentos aciagos que vivimos.
Respeto al adversario
El otro, el diferente a mí, el contrario, es el que garantiza en la confrontación gallarda y respetuosa, un partido para el recuerdo. A diario olvidamos que la diferencia es la que nos hace crecer. Nuestro ego, mal manejado, nos engaña de forma grave y nos anima a imponer nuestra voluntad a cualquier costo. Pero lo que nos hace crecer y lo que ayuda al avance de la humanidad es lo opuesto, la emergencia de lo nuevo y valorar a quienes nos enriquecen con su variedad en todo sentido.
La solidaridad
El entrenamiento, el juego limpio y el respeto por el adversario van de la mano con la solidaridad. Solo el equipo en el que todos son para uno y uno para todos, logra anotar en el arco rival y resiste con eficacia los embates del contrincante más aguerrido. Eso sucede en la cotidianidad, solo cuando dejamos de mirar al otro por encima del hombro y construimos una auténtica hermandad, podemos superar las odiosas diferencias sociales y la violencia que tanto dolor nos traen. Estos son los valores humanos y cristianos del balompié. El evangelio y el fútbol tienen mucha relación entre sí. Todo esto es lo que cultivan nuestros técnicos y jugadores, cuando se echan la bendición al inicio del partido o cuando meten un gol.
*S.I. Profesor titular y doctor en Ética Teológica de la Universidad Javeriana.