CRÓNICA
María Antonia y Rufina, dos colombianas con más de 110 años de vida
Ambas gozan de buena salud y el cariño y la compañía de sus familias les ha permitido mantenerse activas y sobreponerse a los días de aislamiento. Para este especial recuerdan su infancia, hablan del amor y comparten los secretos de su longevidad.
A sus 119 años, y con la amenaza del coronavirus creciendo, a María Antonia Cuero lo que más le preocupa es no haber podido cumplir la promesa de ir en julio a su pueblo, a orillas del Pacífico, a participar en la balsada sobre el río Mayorquín para la tradicional adoración a la Virgen del Carmen, su patrona.
En cambio doña Rufina Rosero se siente resignada. Sabe que no podrá celebrar su cumpleaños 111 el próximo 18 de octubre como acostumbra: rodeada de sus 9 hijos, 36 nietos, 42 bisnietos y 15 tataranietos. Esta será una celebración virtual, como todas las reuniones a las que ha asistido en los últimos cinco meses.
María Antonia nació el jueves 18 de octubre de 1901 en un caserío a orillas de la desembocadura del río Mayorquín, en el Pacífico del Valle. Tuvo 15 hermanos y 8 hijos. Hasta hace cinco años se montaba sola en su canoa y salía a pescar río arriba. Rufina nació también un 18 de octubre, pero de 1910. Conoció a su marido a los 13 años. Enrique Argote fue su primer y único hombre.
María Antonia es liberal, devota de San Antonio, le gusta el biche, y lava su ropa. Rufina es devota del Señor de la Misericordia, se entretiene viendo telenovelas y noticias, ve la misa por televisión, duerme tres horas de siesta todas las tardes y el cuy que cocina es famoso en su familia.
CUIDADOS Y CARIÑO
María Antonia asegura que el secreto para mantenerse sana y activa con más de 100 años de vida es “comerse dos o tres bananos medio verdes y cocidos todos los días”. Para Rufina es poder “vivir tranquila y comer bien, no esa comida contaminada que se come ahora”.
Cuando María Antonia, a sus 53 años, tuvo a la última de sus hijas, se la entregó envuelta en hojas de plátano a Ana Rosa Moreno de Balanta, la única maestra de Mayorquín. La bebé tenía 2 o 3 meses. La profesora crió a la niña, la bautizó Delcy, le enseñó a leer y a escribir. Delcy se hizo docente y ya de adulta conoció a su madre biológica, quien vivía sola en un rancho. Hace tres años Delcy, retirada ya del magisterio, recibió a María Antonia en su casa en Cali. Algunas nietas le ayudan a cuidarla cuando no están trabajando. María Antonia está afiliada a Coosalud y asiste cumplidamente a los chequeos médicos. Hoy pesa 47 kilos, cuando la trajeron a Cali estaba en 44.
Rufina vive desde hace varios años rodeada de hijos, nietos, bisnietos y tataranietos. Las mujeres le dedican más tiempo. Cariño le sobra y lo que más le molesta es la visión. Come de todo y le gusta ir de paseo a Popayán. Tiene buena memoria y recuerda quién le prometió llevarla a comer helados y quién de su familia le debe dinero.
También es afiliada a Coosalud. Hace cuatro años le practicaron una cirugía en el Hospital Departamental del Valle para extraerle un mioma y a los tres días ya estaba de regreso en su casa. La cuarentena más larga del mundo la ha pasado muy juiciosa, en el barrio Tequendama de Cali con una de sus hijas y un nieto.
María Antonia camina derechita, cocina, se hace sus trenzas y si antes se distraía viendo bajar el río, ahora se entretiene mirando a los carros desde la ventana. Su problema es la presión arterial, la tenía en 230, pero los doctores del Hospital Departamental del Valle, Peter Vargas y Bernardo Herrera, lograron estabilizarla en 170/110. Cuando va al internista o al nefrólogo siempre le dicen: “Pero vos estás mejor que yo, María Antonia”. “Los médicos y enfermeras se toman fotos conmigo y me abrazan”, comenta. Hace tres años la operaron de cataratas y le pusieron audífonos, pero casi no los usa porque le da miedo que llueva y se le mojen. Los médicos le advierten que si controla la presión va a vivir otros cinco o diez años. Y María Antonia se ríe.
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