Galerías y galeristas
El alma de la feria
A pesar de que en Colombia no ha habido una larga tradición de galerías, la historia parece estar cambiando por la apertura y el intercambio con espacios similares de todo el mundo que vienen gracias a ArtBo. La feria de arte de mayor impacto en el país tendrá lugar del 27 al 30 de octubre.
La historia del coleccionismo en Colombia está llena de discontinuidades y vacíos. Lo paradójico es que sin personas que buscan configurar rutas e intereses, espacios como ArtBo no tendrían sentido. La primera feria de arte del país, nacida hace once años, ha cobrado una importancia indudable en la última década: no solo por su crecimiento, sino porque al lado de ella la capital colombiana se acostumbró a ver surgir otros espacios expositivos, y a convertir octubre en el mes dedicado a la internacionalización del arte colombiano.
La historia de los coleccionistas en nuestro país inició a mediados del siglo XIX y principios del siglo XX cuando comenzaron a intercambiarse y a comprarse obras de la mano de reconocidos filántropos y sibaritas como José Manuel Groot, Alberto Urdaneta o Rufino José Cuervo, inspirados por las Grandes exposiciones de Londres, París y Nueva York. Personajes como ellos trajeron un nuevo aire de arte al país e implementaron una iniciativa que, versada en letras y patrimonio sinuoso, marcó la manera en que el país entendió la cultura por varias generaciones.
Durante medio siglo, las exposiciones estuvieron divorciadas de la venta de obras. El interés predominante en el coleccionismo fue la filatelia, piezas arqueológicas, numismática —o coleccionismo de billetes— y objetos históricos que eran abarrotados en grandes salones sociales acompañados de jarrones brillantes, mesas Luis XV y alguna pieza inventada, heredada del gusto alquimista, como huevos de dragón que en realidad venían de especies como avestruces, o colecciones producto de la comisión corográfica e investigaciones científicas.
Los palacios de cristal inspiraron a Andrés de Santamaría en el diseño de la Exposición del Centenario, en 1910. Le siguieron las convenciones políticas de mediados del siglo XX, y los salones internacionales que crearon un escenario fértil de exhibición y negociación de obras de arte estable sin muchas variaciones. Solo hasta 1950, con la consolidación del arte moderno en Colombia, a través del grupo de Marta Traba y las galerías que surgieron por aquella en época, las artes plásticas se divorciaron de otros tipos de coleccionismo, lo que abrió a un mercado especializado que se afianzó hasta la década del ochenta.
Con la conformación de las tendencias contemporáneas en el mundo, apareció la primera Feria de Arte de Colonia, en Alemania. Su vocación era permitir la venta de obras de arte que normalmente no tenían visibilidad, tal como hicieron los marchantes en Avignon o Florencia.
Antes de que existirán las ferias en Colombia, el Museo Nacional en cabeza de Emma Araújo de Vallejo, y el Museo de Arte Moderno bajo la curaduría de Eduardo Serrano empezaron a crear dinámicas participativas que incentivaran la producción de arte moderno y que permitieran acercar al público a un contexto de la producción de obras de manera mucho más amplia.
Hasta entonces, el arte era visto como algo ajeno, solo para los más afortunados. El público estaba acostumbrado a coleccionar imágenes en la memoria. La manera más fácil para acceder al arte era a través de la Feria del Libro o las ferias de artesanías, por mencionar algunas.
Entonces comenzó ARTBO
En 2005 se creó en Colombia la primera feria de arte, ArtBo. Según explica el crítico y curador Jaime Cerón, “el inicio tuvo una apuesta centrada en estructurar un mercado que les permitiera a los artistas subsistir desde su propia actividad. Con el paso del tiempo, esa labor se ha extendido paulatinamente hacia el apoyo de la actividad desarrollada por los distintos actores sociales que integran el campo del arte”.
En 2011, María Paz Gaviria tomó las riendas de la feria y consiguió democratizar los criterios de inclusión de galerías y crear un proceso que vinculara a más profesionales del sector, donde ocurriera un verdadero movimiento en torno a las artes y la ciudad. Esto, junto con otras iniciativas del sector, abonó el terreno para la aparición de colectivos, espacios, publicaciones y exposiciones en Bogotá. Actores como el Banco de la República, que desde comienzos de los noventa había reformulado e incluido al arte contemporáneo del país en su agenda cultural, de la mano de Carolina Ponce de León y José Roca, o de la creación de iniciativas estatales como los Salones Nacionales, Salones Regionales o el Proyecto Pentágono, o de los emprendimientos independientes que abrieron espacios informales, en donde se mezclaba el esparcimiento con la actividad artística, contribuyeron a que ArtBo creciera de manera determinante en la ciudad.
Así mismo, galeristas que venían trabajando desde los años noventa, que se habían mantenido ajenos a las tensas relaciones entre el narcotráfico y el arte, comenzaron a formalizar o a ampliar sus espacios creando un terreno más fértil para el campo artístico: en Medellín, la Galería de la Oficina; en Bogotá, la galería Valenzuela Klenner; en Cali, la Galería Jenny Vilá, por solo mencionar tres casos paradigmáticos que aún siguen vigentes.
ARTBO empezó como una plataforma de circulación del arte, añadiendo cada año nuevos elementos que han permitido acercar a la gente. En las estrategias desarrolladas de la mano de la Cámara de Comercio de Bogotá y el comité de selección y curadores, se han creado secciones que le apuestan a la inclusión de públicos de otras maneras. Por eso en la feria, aunque el alma son las galerías participantes, el organismo funciona gracias a espacios como Artecámara: una convocatoria pública nacional que año tras año invita a un curador para que, a través de un enfoque, les dé visibilidad a artistas emergentes; Articularte, que convoca este año al colectivo Laagencia a crear un espacio pedagógico o de interacción con los visitantes; Foro, que busca reflexionar a través de acciones y conversaciones sobre temas de arte, y Sitio, que abre el espacio para intervenciones artísticas de gran formato dentro de la feria.
Este año participarán 74 galerías, 50 de ellas provenientes de 28 ciudades del mundo. Con un abanico de opciones compuesto por arte contemporáneo, moderno e histórico, “la variedad internacional es posible gracias a que Colombia ha demostrado tener un crecimiento en el interés por el coleccionismo y se ha convertido en un punto para compradores extranjeros”, explica Ignacio Liprandi, galerista argentino y participante de la feria.
La reivindicación del arte contemporáneo
“El modernismo reivindica el arte contemporáneo y viceversa”, así define León Tovar la importancia de la época moderna del arte en Latinoamérica. Este colombiano radicado en Nueva York celebrará los 25 años de la galería que lleva su mismo nombre, en la décimo segunda edición de la feria, con una nutrida selección de obras correspondientes a artistas cinéticos como Julio Le Parc, Jesús Rafael Soto, obras de artistas ópticos como Victor Vasarely, Luis Tomasello y Ómar Rayo, las abstracciones geométricas de Jorge Riveros, Fanny Sanín y Édgar Negret, y el surrealismo abstracto de Roberto Matta.
Por su parte, la Galería de las Misiones, de Uruguay, participará con una selección de Joaquín Torres-García, Carmelo Arden Quin —del movimiento Madí—, Javier Bassi, María Freire, José Gurvich, Ricardo Pascale y Augusto Torres.
Raquel Arnaud, de São Paulo, vendrá por primera vez a la feria con artistas contemporáneos y modernos y hará énfasis en las obras del constructivista Eduardo Sued y de Elizabeth Jobim, hija del reconocido cantautor Tom Jobim.
Este año, en ArtBo, además, habrá una gran participación brasileña, debido a la estrecha relación que se ha ido estableciendo entre el arte colombiano y el de Brasil. Vendrán Jacqueline Martins y sus artistas conceptuales; Vermelho, de São Paulo, con una tendencia a promover artistas jóvenes con un componente figurativo; Luisa Strina, que trabaja con diversos artistas hispanoamericanos; Blau Projects, de São Paulo; Galeria Athena Contemporânea, de Río de Janeiro, y la Galeria Raquel Arnaud.
Fortes Vilaça, que viene por primera vez, es otra de las galerías brasileñas en ArtBo, y trae una propuesta de artistas que trabajan en sitio específico, interviniendo el espacio, con nombres como Sara Ramo, Cristiano Lenhardt y Los Carpinteros.
ArtBo se ha convertido en la puerta de entrada al mercado hispanoamericano, y algunas de las galerías que vienen a Colombia cuentan con el apoyo de la Agencia Brasileña de Promoción de Exportaciones e Inversión (Apex), debido a que es “considerada una de las principales ferias latinoamericanas”, según muestra la página de la agencia.
La lista sigue con las galerías que vienen por primera vez: Agustyna Ferreira, de Puerto Rico; Barro Arte Contemporáneo, de Buenos Aires; El Apartamento, de La Habana; Yautepec, de México D.F. De Estados Unidos vienen Adam Gildar Gallery, de Denver; GreenSpon Gallery, de Nueva York, y Mama, de Los Ángeles. De Europa estarán Galerie Jérôme Poggi, de París; Galería Moisés Pérez de Albéniz, de Madrid.
El arte subsahariano y africano estará presente en la feria a través de la galería madrileña Sabrina Amrani, especializada en arte que trabaja temas propios del conflicto en la ciudad o de víctimas de las guerras, y sus artistas representan la necesidad de reconstruir su realidad.
También artistas de Europa del este vendrán a la feria. Es el caso de Attila Csörgo, cuya mezcla de fotografía, escultura y dibujo le dan un especial sentido cinético a su trabajo; Marcius Galan, quien transforma los espacios a través de un pantone muy particular que da la sensación de que existiera otro espacio; también estarán Goran Petercol y Goran Trbuljak, entre otros, vía la galería alemana Gregor Podnar.
Evidentemente, no solo destacan estas nuevas presencias sino galerías como Peter Kilchmann, desde Zúrich; Rafael Pérez Hernando, desde Madrid, o Johannes Voght, desde Nueva York; así mismo, espacios innovadores como El Apartamento, de La Habana; NoMínimo, de Guayaquil, y Walden Gallery, desde Buenos Aires.
Así también, ARTBO ha sido constante en la inclusión de espacios nacionales que este año estarán representados por enfoques diversos, como Casas Riegner, La Cometa, Instituto de Visión, Plecto, Beta o Beatriz Esguerra Arte.
Por otro lado, el curador Jens Hoffmann, codirector de Front International: Exhibición para el Arte Contemporáneo en Cleveland (con Michelle Grabner) y reconocido por haber sido director de Exposiciones Especiales y Programas Públicos de The Jewish Museum de Nueva York, estará presente en la sección Proyectos, espacio al que se invita a las galerías a participar con un artista particular y que, para esté año, tendrán como tema central el figurativismo. El punto de partida de la exposición serán obras de Beatriz González y Débora Arango.
Para cerrar, los curadores Pablo León de la Barra y Ericka Flórez hacen una investigación en el acervo histórico de las galerías invitadas a ARTBO. Por medio de ellas construyen una muestra casi museal que explora esa delgada línea que se rompió en la época del boom latinoamericano cuando el arte dejó de ser moderno y comenzó a ser contemporáneo.
La publicación como obra de arte
El libro en sí mismo es un objeto artístico. La composición, el diseño, la impresión, los materiales y la edición son procesos que requieren de reflexión y que ofrecen una mirada particular de quien los edita y publica. Desde hace tres versiones, ArtBo abrió una sección dedicada a los libros sobre y de arte.
La sección Libro de Artista estará este año a cargo de Andrés Fresneda y Juan Pablo Farjardo, creadores de la editorial La Silueta, que desde hace una década se planteó como una oficina de proyectos tanto para hacer libros como para diseñar museografías y curadurías de exposiciones artísticas. Como curadores eligieron 15 proyectos editoriales, dos proyectos especiales y una obra in situ que realizará el artista Juan Mejía.