INCLUSIÓN

Los venezolanos que le aportan a Bogotá

Este un festival que muestra ideas creativas en cultura, gastronomía y emprendimiento. Los inmigrantes venezolanos buscan abrir espacios de intercambio con ciudadanos colombianos que permitan incidir en la disminución de casos de xenofobia en Bogotá.

Marcy Alejandra Rangel*
15 de julio de 2019
Los migrantes venezolanos se han organizado en diversas actividades económicas. | Foto: Isaac Paniza

Es sábado en la mañana y hay una escena ya habitual en el Parque de los Periodistas de Bogotá: en medio de las carpas blancas un grupo de funcionarios con chalecos azules montan unas tarimas que eliminan límites: son las que soportarán el nuevo festival ‘Venezuela aporta’: una ventana de experiencias de integración colombo-venezolana que tiene el propósito de abrir espacios de intercambio entre la población migrante venezolana y ciudadanos colombianos que permitan incidir en la disminución de casos de xenofobia en la ciudad.

Es un programa de la Alcaldía de Bogotá que realiza a través del Instituto Distrital de la Participación y Acción Comunal (IDPAC), con el apoyo del Instituto de Estudios Migratorios y Paz y la Embajada de Australia. La estrategia busca fortalecer iniciativas de emprendimiento y trabajo social que estén lideradas por ciudadanos venezolanos mayores de 18 años o colombianos que hayan vivido más de diez años en Venezuela y certifiquen que su iniciativa esté siendo adelantada de la mano con un venezolano. Lo anterior pretende integrar a los migrantes venezolanos a la ciudad.

La iniciativa incluye tres segmentos: el cultural, que busca proyectos que visibilicen elementos propios de la cultura venezolana y propicien el fortalecimiento de vínculos interculturales; el gastronómico, que engloba proyectos que promuevan, difundan, divulguen y visibilicen la gastronomía venezolana; y emprendedor, que comprende ideas empresariales y productivas que promuevan la innovación y el desarrollo de experiencias creativas.

Habrá dos jornadas de selección de iniciativas, donde un jurado evaluador escogerá las mejores 45 iniciativas en cada uno de estos segmentos –15 culturales, 15 gastronómicos y 15 de emprendimiento–, que participarán entre los meses de junio y agosto en tres festivales locales en La Candelaria, Chapinero y Usaquén.

En el mes de septiembre, por ejemplo, se conocerán las mejores propuestas de emprendimiento, y en el resultado Édgar Castillo, de 62 años, pone todas sus esperanzas. Él es un inmigrante que elabora cera depilatoria con su familia. Era técnico petrolero jubilado en El Tigre, al oriente de la costa venezolana, y viajó a Neiva en 2012 atraído por una oferta laboral en su área, pero fue descartado por su edad. A los tres años se mudó a Bogotá para montar una tienda de estética que hoy opera su esposa. “Tenemos aquí cuatro hijos, 12 nietos y tres yernos. Me vine con algo de platica: tenía tres casas y tres carros. Ahora pasé la página. Ya estoy amañadito trabajando en Bosa de manera artesanal”, confiesa.

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En realidad a los migrantes venezolanos se les hace urgente encontrar su lugar en la ciudad: dónde vivir, dónde comer, dónde producir dinero. La idea del ‘Venezuela Aporta’ es esa: visibilizar a los migrantes que de manera artesanal han logrado estructurar sus emprendimientos y hacer alianzas; con base en lo anterior los entes públicos puedan facilitar el acceso de estos microempresarios a los documentos de registro, sanidad y seguridad social, que les darán mayores facilidades para insertarse en la formalidad de la vida laboral en Colombia.

Hasta ahora muchos de los venezolanos que tienen emprendimientos se asocian con otros que tengan ciudadanía colombiana para poder constituirlos, ya que muchos del millón y medio de migrantes que hacen vida en el país están indocumentados. Otros tienen un Permiso Especial de Permanencia, que les da la tranquilidad de estar en el país con ciertas limitaciones. Los que han tenido más suerte optan por una cédula de extranjería o ciudadanía. Pareciera que con ese último documento las condiciones cambiaran, pero la idiosincrasia es intransferible.

Es el caso de Saggitta Totesaut, quien se asoció con otras tres venezolanas para armar una sucursal de la agencia de eventos que aún mantiene en Venezuela. Una de ellas tiene nacionalidad colombiana y representa legalmente a las demás, que aún no cuentan con documentación. Considera que en Bogotá hay mucha dificultad para conseguir empleo, lo mismo que concretar clientes: “Hemos sentido mucha desconfianza. Nos dicen que no están buscando personas de afuera, que quieren trabajar con los de acá, que tenemos culturas diferentes, aunque hagamos estudios de mercado y ofrezcamos lo que les gusta”, advierte.

Daniel Caridad, del estado fronterizo del Zulia, llegó a Bogotá hace ocho años, después de haber trabajado como chef en un restaurante internacional. Rápido y Sabroso, su local situado hoy en el barrio Cedritos, tiene ya año y medio de fundado. “Hace 12 años, muchos venezolanos vinieron, abrieron empresas y los colombianos aprendieron a trabajar con nosotros. Ahora llegan los que sobreviven, y es mucho más difícil. A nosotros nos toca ahora tener lo que les tocó a los inmigrantes en Venezuela durante los años cincuenta: mucha paciencia”.

*Periodista venezolana.